Mi cita con el gerente del banco
Cuando Gustavo entró aquella mañana al banco no sabía dos cosas, que iba a demorar más de lo previsto, y de que esa no iba a ser una mañana más en su vida, que algo inesperado y delicioso estaba por Leer más
Relatos eróticos gay en español
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Con 17 años tenía todas las tardes libres y buscaba un trabajo que pudiese compaginar con mis estudios de bachillerato cuando a dos manzanas de mi casa abrieron un Video-Club en la época que estaba de moda el VHS. Sin Leer más
Después de varios años, nuestras pláticas se volvieron más intensas y poco insinuantes, ya había coqueteo por ambas partes y ese jugueteo me encantaba.
Ese señor de 48 años alto flaco con diente de plata moreno, se bajó el cierre y dormida flácida medía unos 22 CM , típico los que pierden molestos y los que ganaron halagando del enorme tronco moreno y gordo pero al final todos riendo y yo disfrutando esa imagen.
«Sé que me traes ganas desde el primer día que se fue mi esposa y he notado como me miras, aprovecha que ella no está y que ando bastante ganoso» me dejó helado su confesión.
Desde el momento que entré mi cliente me recibió con una mirada lujuriosa como siempre, y pude darme cuenta que su socio me observaba de pies a cabeza de la misma forma. Nunca nos habíamos visto hasta ese momento.
No podía creer que hubiera entrado sin ninguna molestia. Él empezó a empujar suavemente mientras ahora yo empezaba a mover mis caderas de forma circular, fue algo tan rico. Los dos nos movíamos a sincronía mientras nos comíamos a besos.
Cuando entre estaba ahi sentado en el sofá totalmente desnudo y con la verga bien dura y lubricando. Apenas y cerré la puerta me arrodillé ante él para meterme esa rica carne en mi boca.
Me invitó a pasar a su oficina, le entregue su pedido y él me dijo «bueno, entonces cómo quieres tu propina?» yo nervioso solo le contesté «cómo quieras dármela», así que él se acercó, comenzó a besarme con esos rico labios gruesos que tiene y empezó a acariciar mi espalda.
Le dije «dime tu habitación y sabrás si soy o no capaz». Así fue. Me bañé y subí. Se sorprendió al verme en la puerta de su habitación. Le dije, «aquí estoy, ¿cómo que no era capaz?»