... ...

Mis experiencias como repartidor en moto

Con 17 años tenía todas las tardes libres y buscaba un trabajo que pudiese compaginar con mis estudios de bachillerato cuando a dos manzanas de mi casa abrieron un Video-Club en la época que estaba de moda el VHS.

Sin pensarlo fui a pedir trabajo para las tardes y al ser de los primeros en llegar me contrataron para repartir cintas a domicilio, el tener una pequeña VESPA de 49cc con la que me movía por la ciudad me facilitó la negociación y me puse a trabajar de inmediato.

De martes a sábado de 17 horas hasta las 21 de la noche por 200$ mas el carburante, estaba muy bien pagado para la época y a mí me venía genial para tener algo de dinero guardado, nunca fui muy gastador y ahorraba la mitad de ese sueldo casi todos los meses.

Jorge, el dueño, pasaba todo el día en la tienda haciendo de todo, era un autentico friki del cine y no había película que no se hubiese visto. A sus treinta y pocos años estaba soltero y su mayor afición era ir al cine o devorar las películas nuevas que traía en video en la salita apartada que había dentro de la tienda.

Muy pocos encargos fueron los primeros meses por lo que pasaba casi todo el tiempo en la estancia con él viendo toda clase de películas que sinceramente me aburrían, siempre estaba deseando que viniese alguien para atenderlos y levantarme del incómodo sofá que teníamos para descansar.

Mientras el video-club crecía día a día en clientela Jorge ya maquinaba su próximo paso; potenciar lo de llevar las películas a domicilio. En ese tiempo era una revolución, ningún video-club de la ciudad lo hacía y nosotros seríamos los primeros.

Hizo unos pequeños folletos de publicidad que me hizo entregar en todos los edificios de los alrededores y puso un pequeño anuncio en el diario mas leído de la ciudad.

Ese fue el punto de inflexión. Sólo un par de días después ya apenas podía estar en la tienda, pasaba casi toda la tarde subido en la moto de un lado para otro repartiendo y recogiendo películas por los alrededores del barrio los primeros días, para después ampliar el reparto a otros barrios aledaños al nuestro.

Estuvimos así varios meses con toda clase de experiencias diarias en mis repartos. Me invitaban a comer, me daban buenas propinas, me hacían otros encargos en plan mensajería… fue una gran época de trabajo y realmente sacaba bastante dinero complementario. Jorge lo sabía y no le molestaba, mientras sus películas estuviesen entregadas o recogidas le daba igual como utilizara mi tiempo.

Pero las verdaderas experiencias excitantes empezaron a ocurrirme cuando mi jefe decidió poner en catálogo cine porno. Al principio no quería, pero claudicó cuando comprobó que llevándolas a domicilio la gente guardaba su intimidad sin tener que ir a la tienda a alquilarlas. Efectivamente la demanda creció considerablemente y puedo decir que más del 75% de los repartos eran de películas subidas de tono.

Uno de los repartos fijos todas las semanas eran las solicitudes de Mariano, todos los viernes a última hora pedía un par de películas, una general y la otra porno. Siempre terminaba en su casa la jornada de reparto, lo dejaba para el último porque ya había una confianza que me hacía ir a su casa como si fuese la mía.

Mariano era un viudo, empleado de banco que nunca había llegado a promocionarse dentro de la institución, digamos que era uno de los de antigua escuela, de los que su puesto de trabajo lo consiguió gracias a amistades que lo dirigían.

A sus 52 años no tenía más pretensiones que jubilarse cuanto antes y como el decía “descansar de tanto cabrón que había en el banco”, quería dedicarse a viajar con la prejubilación que le iba a quedar.

– Pasa y siéntate Javier, estoy en la ducha, sírvete cola que hay en la mesa, salgo enseguida y te pago. Mi asiduo consumidor de películas gritó desde el baño.

Salió con una toalla marrón rodeando su cintura y el pecho descubierto lo que me provocó una excitación sorpresiva pues nunca me había sentido atraído por gente mayor, pero su pecho velludo canoso se me hizo muy atractivo y no pude apartar mi mirada de él.

– ¿Has cenado?

– No, si acabo de salir del trabajo, tú eres el último que tenía que repartir. Ya me voy para casa. Dije sin dilación.

– Quédate, que me traen pizza y yo solo no puedo con ella entera. Me cambio en un momento. Si viene el repartidor le pagas, aquí te dejo el dinero.

Mientras dábamos buena cuenta de la exquisita pizza de berenjenas con anchoas Mariano, como siempre, dejaba que hablaba de cualquier cosa que se me ocurriese dándome una confianza que normalmente nunca tenía con nadie. Realmente era una persona muy agradable de trato, y se podía hablar de cualquier cosa con él.

– ¿Te quedas y vemos la película?, es temprano todavía. Mi conocido con total sinceridad me ofreció su sofá.

– Es que la que te he traído ya la he visto y es un poco rollo. Mi edad me hacía no ser prudente en muchas ocasiones. ¿Por qué no vemos la otra? Me lancé de una.

Mariano me miró extrañado al ver mi atrevimiento pero no dudó en asentir con la cabeza dirigiéndose directamente al video para preparar la cinta.

Mi sorpresa agradable fue comprobar que en el primer polvo de la película salían dos hombres con una mujer y entre ellos también interactuaban. Mariano miraba mi reacción expectante sin perder detalle de la película.

– ¿Te gusta? Acertó a decir mientras me colocaba el cojín para tapar mi erección.

– Si claro, ¿está bien no? Comenté sin prestarle atención.

– Te noto incómodo, si quieres la quito.

– ¡No que va! No la quites.

– Como te veo con el cojín tan agarrado…

Su sonrisa me relajó y quitándome el cojín de encima le mostré el porqué de mi incomodidad. Mi erección era indisimulable a todas luces.

– Ja, ja, ja… eso es normal hombre, si no es que estarías muerto. Pajeate si quieres, no te de vergüenza.

– Contigo al lado no me atrevo, me da mucho corte.

Sin dejar su sonrisa nerviosa su mano se abalanzó sobre mi miembro mientras no hice mucho por resistirme.

– ¡Déjame que yo te la doy!

La delicadeza con la que me tocaba empezaba a producirme un placer exquisito cuando su mano entró en mis pantalones de un modo experto que me hizo suspirar. No apartaba la mirada de mis ojos sedientos de lujuria mientras sus dedos comenzaban unos movimientos delicados en la entrada de mi ano.

– ¿Quieres que te folle con el dedo? Mariano susurrando en mi oído pidió el permiso que no hacía falta darle.

– Haz lo que quieras pero despacio. Nunca me han tocado ahí. Le fui sincero.

No podía resistir la sensación de el movimiento de sus dedos dentro de mí cuando mi miembro comenzó a disparar todo lo que tenía acumulado, Mariano dejó de besarme el cuello para bajar directamente a saborear mi verga inundada de esperma ardiendo con una solemnidad propia del que lo disfruta no muy frecuentemente.

– ¿Nunca te han penetrado ese culo tan rico?

– No, siempre me ha dado un poco de miedo, no se porqué. Le confesé 

– Pues cuando tú quieras probamos, a ver que te parece.

– Ahora mismo si quieres. Ya estaba lanzado y no quería perder la oportunidad.

Beso mi boca mientras me colocaba de espalda contra el y empecé a notar su miembro erecto por encima del pantalón. Mi mano no se resistió a dirigirse hacia el para comprobar su grosor mientras lo acariciaba cuando Mariano roció de saliva sus dedos para lubricar mi deseoso agujero.

La gruesa verga de mi amigo entró tan suavemente que apenas me enteré, solo cuando llegó al final el dolor me impidió disfrutarlo hasta que fue pasando lentamente mientras bombeaba progresivamente mas rápido.

– Si te duele me lo dices, estoy a punto de correrme y te voy a dar mas duro. Me advirtió.

– Sigue, no pares, está rico. Asentí con los ojos cerrados disfrutando el momento.

Las embestidas subieron de intensidad y el dolor ya no aparecía cuando apretándome hacia él sentí dentro de mí un calor que nunca había experimentado, se corrió y disfruté como nunca lo había hecho.

Las sucesivas visitas de todos los viernes tuvieron otro aliciente para esperarlas con ansiedad durante toda la semana. Jorge sospechaba algo pero nunca me decía nada, hasta que una tarde de aburrimiento en la tienda salió el tema.

– Te llamó el señor Mariano para que fueses hoy martes. ¿Tienes algún rollo con el? No supe si se refería al sexo o a otros trabajos que sabía que hacía como repartidor.

– Pues no se, luego iré a ver que quiere. Dije con una falsa mueca de extrañez.

– ¿Te lo estas tirando verdad? Me preguntó sin rodeos. Entre Jorge y yo había siempre mucha sinceridad y respeto.

Mi cara se lo confirmó sin decir una palabra y Jorge con una media sonrisa de tristeza cogió mis hombros y mirándome a los ojos directamente me dijo:

– Aprovecha todo lo que puedas ahora. Este negocio no va a durar mucho tiempo, con el formato dvd y cuando la red  internet evolucione, estos negocios desaparecerán y no tardara mucho en pasar.

¿Internet?, yo no había oído hablar de eso, era ciencia-ficción todavía y mi sonrisa de incredulidad no daba crédito, eso no sería posible, pero hoy me doy cuenta de que Jorge era un puto visionario.

¡Comenta! (No es necesario registrarse, solo escribe el comentario y da ENVIAR)

error: ¡Hey! Jálatela, no te los lleves.