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Doce albañiles y un putito

No evite sentirme atraído a entrar a aquella construcción, no conocía la razón del magnetismo que me llevo hasta los escombros y laberintos de ese edificio en construcción cuando solo tenía doce años de edad, ahora que soy un adulto se que nada más poderoso que el olor a testosterona que ambientaba aquel lugar hediondo a orine rancio y sudor de macho, lo que para mí era un gran deleite aunque no lo supiera.

Había estado jugando con mis amigos del callejón y tras una pelea en la que me sentí muy frustrado me fui de regreso a casa aun temprano para volver, eran las cuatro de la tarde y varios obreros de la construcción iban saliendo por el portón de verjas cercadas en alfajor pero habían algunos otros que se quedaron dentro, a través del cercado pude ver como se adentraron en una caseta que les servía de barraca para vestirse y descansar.

Siempre había visto a estos albañiles de paso al callejón, eran unos hombres robustos y velludos algunos blancos otros morenos y algunos negros tanto como cualquier hombre africano, vestían jeans sucios de arena y cemento y la piel del rostro y los musculosos brazos era siempre sudorosa, ninguno poseía una dentadura del todo blanca.

El cigarrillo les había manchado los dientes del típico tono amarillento, me sentía muy excitado de verlos todo el tiempo aunque me costara entonces admitirlo, pero solo de ver sus paquetes abultados en la entrepierna me enloquecía.

Recordaba la pornografía que muchas veces le había robado a mi hermano mayor donde una mujer era cogida por decenas de hombres mecánicos con vergas enorme y deseaba yo protagonizar una escena similar con aquellos machos de la construcción.

Entre el sentimiento de molestia que traía y la disponibilidad de tiempo que tenia por haberme devuelto temprano del callejón; decidí entonces entrar a la construcción y espiar a los machos que de seguro estarían cambiándose de ropa en la barraca.

Cruce un agujero de la cerca sin dificultada pues no era un muchacho de gran tamaño, más bien era bajito, de piel clara y cabellos castaños cayendo en rulos sobre mi frente y tras mi cabeza no era gordo pero si ligeramente rollizo y lo que me dotaba de buenas piernas bastante gruesas y unas nalgas redondas y prominentes.

Una vez dentro camine hasta la pared de atrás de la barraca y me asome por el espacio entre el techo de asbesto sobre las vigas y la pared y vi no menos que a una docena de machos viriles moverse de un lado a otro algunos en calzoncillos y otros de pleno desnudos, con unas vergas grandísimas que le colgaban, solo de ver aquel espectáculo me encendí y mi pequeña pollita se endureció, eran grandes musculosos y peludos, era un gran sueño para mí.
Así que quise buscar otro ángulo para ver mejor.

Di la vuelta y encontrar un gran agujero, casi un boquete que mostraba aquella habitación desde el centro, así observaba las grandes pollotas que pendían de las entrepiernas y esos enorme huevos pesados que me hacían delirar me deleite tanto con aquella visión que no me percate que mi cara de perra hambrienta también se veía desde adentro y ya unos cuatro me habían notado.

No pude huir pues dos fuero en silencio detrás de mí.
Me sujetaron y yo trate de librarme, en el forcejeo me sujetaron contra sus cuerpos sudorosos y hediondos lo que me enloquecía de lujuria, luego me cargaron en sus brazos y me llevaron dentro.

– ¡Que estabas haciendo? – pregunto uno de ellos de piel blanca y cabellos rubios, barbado y lleno de tatuajes de temible aspecto, tenía el pecho poblado de una pelambre tupida que le recorría el abdomen fornido hasta el pubis donde el botón de su apretado jean azul claro estaba desabrochado y el cierre todo abajo mostrando la base de su grandioso palo.

Yo no respondí solo me quede en el suelo mirando en todas las direcciones, esperaba que no me dieran una golpiza – estaba fisgoneando el muy puto, tenía cara de goloso viéndonos la polla – dijo uno delgado y bastante negro, era de rasgos feos, con los ojos salidos de las orbitas y una nariz aplanada, hablaba con una voz muy resonante y un poco chillona, era muy alto y de brazos largos, aunque era musculoso también se veía mucho más delgado que los demás y llevaba un calzoncillo amarilloso manchado que mostraba la marca de una larga polla que pendía entre las telas holgadas,

yo estaba en silencio, evaluaba las posibilidades de lo que podía ocurrir, estos hombres o me dejarían ir después de un susto, o tal vez me darían una golpiza, les vi las caras algunos con cicatrices de peleas, puñaladas y tatuajes que evidenciaban una estadía en prisión, tal vez habían sido asesinos y malhechores, casi todos sostenían cigarrillos y algunos otros porros de marihuana, pensé que tal vez me matarían y entonces sentí pánico, pero aun en ese momento de miedo mi mente de perra en celo me jugaba bromas deseando que me violasen y me dejaran ir, eso sería un premio.

Otra vez perdí la concentración y me dedique a ver esos deliciosos especímenes de machos y mi culito se contraía deseando ser estrenado a lo grande por esos tremendos falos hermosos y servirles a esos hombres como un deposito para sus leches, pronto tuve de nuevo mi pollita erecta y mi cara me delato

– Ya veo que eres una putita en celo – dijo el rubio que parecía ser el líder de la jauría – mira su cara – dijo el negro – está deseosa de ser nuestra perra.

Yo sin pensarlo me incorpore de donde estaba tirado y me puse de rodillas como si por instinto quisiera responder – miren se ha preparado para chupárnosla – dijo un mulato lampiño que se veía bastante joven que ya venía completamente desnudo y empalmado pero se le adelanto un hombre maduro y peludo como un oso que se saco una grandísima polla venosa y me la metió hasta la garganta,

sentía la gloria en aquel momento, desde ese primer contacto supe que no tenía otra misión en el mundo más que servir al placer de los machos, este hombre me cogía la boca como quería y yo gustoso abría la mandíbula para que aquel trozo golpeara con la cabezota mi garganta, de pronto la saco y vi que todos me miraban

– a ver si ahora que le destape el hocico a esta perra puede hablar – dijo el hombre de pelo negro que acababa de follar la boca – dinos perra ¿quieres nuestras pollas? – Pregunto el hombre rubio y yo dije, más bien grite – ¡SI! Quiero todas sus pollas dentro de mi –

no había terminado de hablar cuando el negro delgado se acerco hasta mi sacándome una polla de olor rancio que me devore, este aspiro su nariz para despegar la flema luego carraspeo y me escupió una pesada carga de mocos y babas en la casa.

Luego uso su gran pollón para barrerla hasta mi boca y yo sediento de jugos de hombre bebí aquel néctar delicioso.
– Eres toda una puerca – me dijo y yo me sentí alagado de ser una puta digna de tal suciedad.

En un rato ya me sentía en mi elemento, mi cabeza viajaba por toda la barraca turnándose todas aquellas pollotas, ya no sabía ni a quién de ellos se la estaba chupando, me confundían en sinfín de sabores y olores, de cuando en cuando atendía algún llamado que quien se refiriera a mi como “perrita”, “puta”, “zorra”, “puerca”.

Y yo giraba buscando al macho que me llamara con la boca abierta para que encestara una escupida bien sucia, una de las camisetas viajo de mano en mano por la sala con la que cada uno fue secándose el sudor de la entrepierna, las axilas, el torso y la frente y por ultimo llego a mí, uno me sujeto de la cara y otro me hizo abrir la boca con sus dedos, teniéndome así muchos aprovecharon de darme sus escupidas a lo que yo les agradecía, luego exprimieron aquella camiseta sobre mi boca y un liquido marrón vino a caer en la cavidad que era ahora el juguete de esos sementales.

Bebí con placer los sudores rancios y quede deseoso de mas, pero no podía perder tiempo, mi labor era seguir mamándoles las vergas, no había mucho tiempo y debía deleitarme una y otra vez dando placer a esos trozos enormes de carne venosa y palpitante que yo veneraba con idolatría, luego sentí un liquido caliente rodar por mi espalda y supe enseguida que uno de mis adorados perros estaba marcándome como su propiedad, quise estas totalmente impregnado de su marca así que me gire con una sonrisa perversa –eso perra, tomate mis meados – dijo un hombre de origen mexicano, moreno y flacucho todo tatuado mientras me bañaba de sus orines calientes, esto dio origen a que muchos me bañaran con chorros de meados que salían de sus pollas y caían sobre mi haciéndome sentir bajo una lluvia paradisiaca.

Seguía mamando y mamando las pollas, lamiendo los huevos, todo mojado y oliendo a letrina de bar, los miraba con picardía mientras me atragantaba con sus trancas

– que feliz te ves ahora perrita – me dijo un hombre cuarentón tras darle una fuerte escupida – Todas estas pollas me hacen muy feliz señor – le conteste y el solo sonrió, – te gusta ser nuestra perrita ¿verdad? – pregunto el negro delgado tanteándome el culo con un dedo a lo que yo dije “si señor” sin sacarme la polla gruesa y enorme del oso de pelos negros que luchaba por hacerla entrar del todo en mi garganta

-¿Que mas deseas de nosotros putita? – Preguntó el hombre rubio apartando al que le mamaba y metiéndome su propio falo venoso, grueso y grande en mi boca – que me porculicen – dije pero no logro entenderse pues tenía la boca toda ocupada por aquel mástil de carne – ¿qué dices puta? – dijo y me dio un manotazo en la nuca con el que me sujeto del cuello para cogerme la boca con fuertes embestidas –que me porculicen – dije jadeando una vez me libero y todos rieron – si que eres muy puta – me dijo aquel macho alfa – ve a rogarle a estos tios, porque te cojan y cuando ya estés bien usada ven a ver si yo te hago el favor.

– apenas me lo dijo me puse de pie y sentí una patada en mis nalgas que me hizo caer al suelo, todos me hacían perseguirles las pollas implorándoles ser cogido con gran apremio – denme por el culo por favor – decía – se los imploro, por caridad solo una cogida – les suplicaba de rodillas y todos se reian, aquella humillante situación me ponía al borde de la locura

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