Crecí en la ciudad, más exactamente en la capital de mi estado. Sin embargo, mis papás me mandaban cada verano desde que tenía 10 años al rancho de mis abuelos, a unas 3 horas de la capital. El lugar era muy bonito: grande, con una extensa área de campo abierto, había una gran caballeriza con al menos 20 caballos pura sangre y un par de yeguas de cría. La casa estaba un poco alejada y rodeada por hermosos árboles frutales que eran la adoración de mi abuela.

En ese entonces, yo ya comenzaba con indicios de mi despertar sexual, recuerdo que a los 11 años veía como los animales copulaban para la crianza, ver a esos sementales enormes y fuertes montar a las yeguas era impresionante y un calorcillo se alojaba en mi vientre cada que presenciaba un acto así.

Había varios trabajadores en el rancho, entre ellos obviamente el capataz, Gerardo, alias “El Rubio”, tenía un porte impresionante, era joven, pero aún así contaba con el respeto de todos en el lugar. Era un hombre alto, de espalda ancha y cuerpo fibroso, tenía unas piernas gruesas que hacían que lo viera embobado cuando montaba algún semental. Era muy masculino, con una barba cerrada muy tupida que recortaba finamente, con una tez blanca pero que se encontraba tostada por el sol.

Recuerdo que al principio, cuando tenía entre 10 y 11 años, El Rubio apenas y me miraba, yo era el mocoso hijo de los patrones que llegaba de visita y al que había que enseñar a montar. Pero el verano cuando cumplí 14 años las cosas empezaron a ser diferentes. Yo ya sabía que me interesaban mucho más los hombres que las mujeres, y de todos los hombres que podría ver allí el capataz era el que más llamaba mi atención. Podía pasar horas viéndolo trabajar al sol, observando como las gotas de sudor escurrían por su rostro, y en aquellas ocasiones en que se quitaba la camisa por el calor, veía como éstas escurrian a lo largo de su pecho ligeramente cubierto de vello.

No era un oso, pero sí un hombre muy masculino, con vello en el pecho, los brazos y las axilas, al igual que en las piernas. Un día durante esas observaciones él se había quedado solo reparando una de las cercas del rancho y me descubrió detrás de un árbol viéndolo no muy lejos, mis hormonas estaban descontroladas por lo que había comenzado a verlo más a menudo sin cuidar mucho que lo notara. Ese día, imagino que por estar solos, él me sonrio y me guiñó un ojo. Por supuesto yo me puse rojo y no hice otra cosa más que correr lejos de ahí y meterme como el adolescente que era al cuarto directo a masturbarme furiosamente con su imagen.

Dos días después entré a las caballerizas y él estaba allí solo. Acababan de irse todos a comer y yo me había salido con el pretexto de ver a una de las yeguas que estaban preñadas. Él estaba cepillando a uno de los sementales cuando me vio. Me recorrió de arriba a abajo, debo decir que yo no era muy alto, medía si acaso 1.60, era delgado, y comenzaba a tener ciertos rasgos un tanto afeminados, mi cabello lo llevaba algo largo y mi culo era respingado, además la adolescencia mostraba que no iba yo a tener mucho vello corporal y mucho menos facial.

Entré silenciosamente y me acerqué a la yegua mientras él cepillaba al semental, tan nervioso estaba que ni siquiera noté cuando él se acercó y se puso detrás de mí hasta que ya tenía su boca en mi oído…»¿Te gustan mucho los caballos verdad?» me dijo con una voz baja

«Sí. Son animales fascinantes, muy grandes y…poderosos» todo eso lo dije sin voltearme, solo encogiendome un poco al sentir su aliento. «¿Poderosos? Si, tienes razón, solo un animal poderoso podría montar bien a una yegua como esa… porque, una buena yegua necesita ser dominada, ¿no lo crees, precioso?»

Cuando dijo eso sentí como el aire escapaba de mis pulmones, no sabía que contestar, estaba muy nervioso… «Sí, sí claro. I-i-imagino que se necesita fuerza ¿verdad?» seguía yo con la conversación a lo que el me dijo «Claro, un buen semental debe ser fuerte para coger a su hembra, tomarla bien fuerte» y como si quisiera ejemplificarlo puso sus manos en mi cadera y la sostuvo firmemente «necesita enfilarse bien detrás de ella» y se acercó unos pasos más a mi espalda, enseguida sentí su pecho recargado y algo duro rosarse en mis nalgas, mientras él seguía hablando suavemente a mi oído «para después de una estocada montarla y llegar lo más profundo que pueda con su herramienta».

Ante esto sentí un empuje de su cadera contra mi culo. Yo seguía sin moverme pero había cerrado los ojos mientras él seguía diciendo «La hembra debe saber cuál es su lugar, estar preparada para que el macho la monte cuando quiera y donde quiera». Su aliento era caliente, y poco a poco su agarre en mis caderas fue asendiendo a mi cintura y no pude evitar soltar un gemidito bajito, casi de dolor…

«Y dime precioso, últimamente he notado que la pasas fuera de la casa de los patrones, ¿se te perdió algo por aqui? ¿buscas…algo? Dime lo que quieres hermoso… tal vez yo puedo ayudarte a conseguirlo.» Su agarre seguía siendo firme, y yo no sabía qué contestar, sabía que sino le decía nada en ese momento, la ocasión tal vez no se diera otra vez y yo no estaba dispuesto a esperar hasta el próximo verano para ver si pasaba algo. Así que tomando impulso de no sé dónde me giré lentamente y lo miré con la cabeza inclinada y apenas subiendo la mirada un poco, una pose por demás sumisa.

El labio me temblaba cuando le dije con la voz baja y lo más tranquila que pude lograr ante mi ansiedad: «Yo… yo… quiero… quiero saber qué se siente…» Ante mi declaración él sonrió y quiso hacerlo aún más difícil para mi, cosa que con el tiempo aprendí, solo lo excitaba más… «¿Qué se siente qué precioso?, dímelo claramente…». Era muy cabrón. «Quiero… quiero saber qué sienten las yeguas cuando… cuando son montadas». No era posible que estuviera más rojo de la vergüenza, mi cara se sentía caliente de la pena que estaba pasando. «Quiero un semental que me domine… Por favor yo quiero…-»

LO MÁS RECIENTE

Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos sin yo poder evitarlo. «Sssssh, tranquilo precioso, debes aprender a pedirle a tu macho las cosas, sino no será posible que las obtengas ¿entiendes?» todo lo dijo pasando una mano por mi rostro acariciando mis mejillas, de una manera dulce. «Cuando te pregunte algo, debes contestar ‘Sí papito’, has entendido?»

-Sssí, sí pa-pa-papito- Yo estaba casi en shock, no podía creer que ese macho tan viril me estuviera a punto de mostrar lo que yo tanto quería. «Ese es mi niño…muy bien, ahora voy a hacerte unas preguntas y quiero que las respondas sinceramente… ¿Haz estado con alguien antes hermoso?»

-No, no papito-Bien

«¿Te has explorado tu sólo? ¿Alguna vez te has metido algo en ese culito?» Yo le respondí a mi palpito que una vez lo intenté pero me dolía mucho, lo intenté con una zanahoria. «Mmmmm eso quiere decir que debes estar bien cerradito. Pero no te preocupes ya lo solucionaremos, la primera vez que te coja probablemente te dolerá mucho, pero ya verás como lo disfrutas después…dime, ¿eso quiere? ¿quieres que te rompa ese culo hermoso que te cargas, mi niño? ¿Te gustaría que mi pene entre por ese agujero? ¿es lo que ansías?»

Todo me tenía sorprendido, y solo le dije que sí, que quería que me cogiera y sin previo aviso unió sus labios a los mios. Sentía su lengua por toda mi boca, había entrado violentamente dándome con sorpresa. Su barba raspaba mi barbilla ligeramente, y yo sentí como poco a poco mi pene comenzaba a levantarse, de hecho unas gotitas se comenzaban a deslizar desde la punta, era demasiado sentir a un macho, ese macho que tantas veces habia visto e imaginado me estaba besando.

Y así de rápido como empezó así se termino separandose él de mi boca pero sin dejar de sostenerme de la cintura. «Muy bien lindo, muy bien, quiero que me digas lo que quieres que te haga exactamente».

«Quiero que me cojas papi, quiero que azotes mi culito y lo penetres con ese hermoso pene que tienes, quiero que me llegues bien profundo, muero por escuchar como tus huevos pegan contra mi culo y sentir tu peso sobre mi cuando me tomes como un semental toma a su yegua» yo estaba en éxtasis con los ojos cerrados imaginando eso, esa era solo una de mis tantas fantasías.

«Sabía que te gustaba la verga hermoso, lo noté desde que te trajeron por primera vez al rancho, eras un morrito de 10 añitos pero te veías tan dulce y apetecible, que te habría tomado en el campo si te hubiera encontrado sólito». La respiración de El Rubio era cada vez más rápida. «Quiero aprovechar mucho contigo hermoso, quiero enseñarte a mamarla y a que te tragues mi leche, pero eso será después, ahora lo importante es abrirte ese culo, tumbate al fondo, en el corral vacío junto a la yegua preñada…»

Yo casi corrí en cuanto me dejaron de temblar las piernas, no entendía como era posible que fuera a pasar eso. Me metí en el corral y vi que estaba lleno de paja, sin pensar me desnudé, quería que mi macho me encontrara igual de dispuesto que una yegua con su semental, moría por sentir sus manos sobre mi piel y poder observar lo que apenas y había sentido con su golpe de caderas en mi culito.

Él llego poco después y al verme desnudo sus ojos brillaron… «Pero mírate, si eres toda una hembra en celo, no pudiste esperar a que yo te quitara los trapos ¿verdad?» – y acercándose a mi me volteó y con violencia me arrojó sobre el suelo.

— Papi yo… — y mis palabras se vieron interrumpidas por el dolor. Había soltado un fuerte golpe en una de mis nalgas. — Esto es precioso…te enseñará a hacer las cosas solo cuando se te ordene ¿entendiste?- y su mano se estrelló con mi otra nalga.

— Sí, sí papito, perdóname… Aaaah!!No, no, no volverá a pasar. — Después de una serie de golpes mi culo ardía, y una lágrima comenzaba a escurrir, creí que lo había arruinado todo, sin embargo El Rubio se agachó e inesperadamente comenzó a lamerme suavemente «no llores hermoso, ya irás aprendiendo, mírate, tu culo parece ser dos manzanas rojas, hermosas, grandes y brillantes por mis lamidas, ¿te gusta esto lindura?»

— Si papito, por favor, te lo ruego, sigue, sigue…¡AAAAAAAAH DIOOOOS! — El Rubio metió su lengua en mi agujero, la metió así hasta el fondo de una sola arremetida, y comenzó a deslizarla dentro y fuera, mi cabeza daba vueltas….- ¡POR DIOS! ¡POR DIOS! ¿QUE ESTAS….? OOOOOH PAPIIIIIII SIIII QUE RICOOOOOOOOOO

— Hoy no habrá preparacion lindura, — dijo — estoy demasiado duro ya, además creo que te gustará más y quiero que sientas durante días en tu culo tu primera perforación.

— Sí papito, lo que tú digas y mandes, pero por favor, necesito sentirte dentro…

— Y lo harás hermoso, recuestate así boca abajo y trata de relajarte, quiero que con tus manos tomes tus nalguitas y me muestres ese precioso agujero que llenare con mi leche. — Yo ya no sabía que hacía, solo me tiré y jalé mis nalgas como él me había dicho. Mi macho se apoyo sobre mi, lo sentí en mi espalda y mientras se apoyaba con una mano al costado de mi cabeza, con la otra enfiló su pene y me dejó sentir la punta que resbalaba con los escupitajos que esparcía por ella.

— ¿Sientes eso hermoso? es la punta de mi verga, está lista para ti, pídemela chiquito, pídeme que te coja.

— Por favor papito, te lo ruego, no aguanto y necesito sentirte, necesito…- y en ese momento empecé a llorar, era una desesperación enorme lo que empecé a sentir dentro de mi cuerpo, no pensaba nada, no registraba nada, ni el tiempo, ni el clima, ni nada, solo tenía una necesidad enorme por sentir mi agujero penetrado.

— Muy bien hermoso, quiero que tomes aire profundamente y cuando te diga lo sueltes ¿entendiste?… toma aire…ahora suéltalo lentamente. Y en ese momento cuando comencé a soltarlo, El Rubio, ese macho que tantas veces había visto tan viril, fuerte, lleno de vitalidad, con el que tantas veces me había masturbado, dejó ir su herramienta muy profundo dentro de mi. A mi se me fue la voz, ni siquiera pude gritar, solo senti un dolor muy profundo y todo se quedó en blanco…hasta que mi macho comenzó a lamerme la oreja y a dar besitos por mi nuca. Al parecer perdi la conciencia por el dolor un par de minutos…

– Bien chiquito, eres un campeón, vamos… regresa poco a poco hermoso… — yo comenzaba a reaccionar, y un dolor agudo sentí en mi culo en cuanto percibí un ligero movimiento de su pene — Bien hermoso, bien. Voy a moverme chiquito, y ya verás como poco a poco te acostumbras — y así comenzó…

— Papi… yo …dios, estás, estás dentro de mi… te siento — yo lloraba profundamente, grandes lagrimones, se deslizaban por mi rostro y se fundían con mi saliba, no dejaba de babear el piso. — Papito… siento, te siento…

— Sientes mi verga hermoso? Siento como se mueve dentro de ti, dentro y fuera nene, perforándote, ¿te gusta?
— Siiiiiiiii, siii, si me gusta papito, me encanta, dame más duro!! por favor, más rápido.
— Si precioso, así, siente como te monta tu semental
— O DIOS SI!!!! SOY TU YEGUA Y TU ERES MI MACHO! DIOS!! AAAHHHH!!!!!! PAPITO ME ENCANTA!!MÁS POR FAVOR!!!!
— OOOh siiii nene, tu agujero me recibe tan bien, es tan estrecho, y te sientes tan húmedo, tan caliente, estoy dentro tuyo, a partir de ahora te montaré cuando quiera y como quiera, porque eres una yegua que debe estar dispuesta para su semental.

Su respiración era muy agitada y sus huevos chocaban una y otra vez contra mí.

— Siénteme nene, siente mi verga como palpita dentro de tu culo… te voy a preñar chiquito ¿eso es lo que quieres? ¿quieres mi leche dentro tuyo?
— SIIIIIIIII Sí papi!!! por favor, deja tu leche muy dentro de mi, necesito sentirla… me vengo me vengo, no lo puedo evitar!!!
— Así hermoso, vente, deja salir tu lechita, para que después sientas como me vacío dentro de ti.

El éxtasis era brutal, comencé a venirme a borbotones, y comencé a convulsionarme ligeramente.

— Sí si lindura, así, ahora yo, ahora yo…AAAAAAAAAAAAAHHHHHH SU PUTA MADRE!!!!

Mi macho dio fuertes envestidas, y de pronto sentí algo caliente inundar mi canal, fue como un disparador para otro orgasmo, así de sencillo, comencé a convulsionarme y otra vez todo se volvió blanco… y me desmaye.

Cuando volví en mi, seguía tirado en el corral. Me encontraba desnudo y lleno de sudor. La paja se me pegaba y mi cuerpo dolía mucho, sobre todo mis nalgas y el culo, oí unos pasos pero no fui capaz de moverme para esconderme, afortunadamente era mi macho.

— Hola lindura, veo que ya despertaste — su mirada estaba cargada de lujuria, y yo comencé a sentir una repentina vergüenza, que logró que él soltara una carcajada — Precioso, eso es lo que más me gusta de ti. Pero es hora de levantarse, llevas desmayado casi media hora, más el tiempo que estuvimos aquí, no tardarán en empezar a buscarte. Los demás ya comenzaron a trabajar, así que no puedes quedarte mucho tiempo aquí, vamos, arriba!

Y sin más me ayudó a incorporarme, sin embargo me temblaban mucho las piernas y comencé a sentir como algo escurría por ellas, cuando intenté ver lo que era, me espanté, era una mezcla rosa, entre blancuzca y roja…

— Tranquilo chiquito, esa es la prueba de que fuiste una buena hembra, es mi leche con algo de sangre por ser tu primera vez y de una manera tan ruda, pero no te preocupes, la próxima vez tal vez no sea tan rudo — todo lo dijo con una sonrisa

— Pro… próxima vez? — pregunté.
— Claro pequeño. Ahora me perteneces y cada vez que lo necesites aquí estaré para darte la leche que tu culito tanto ansía — y se tomó el pene que se dibujaba por encima de la ropa que ya se había puesto.

Yo me vestí bajo su mirada, me sentía como en un sueño del cual desperté en cuanto atravesando las puertas de las caballerizas él me dio una nalgada antes de salir.

Mi vida había cambiado enormemente, ese día fui follado y pronto aprendería mucho más sobre el sexo que tanto me gusta practicar, gracias a mi macho y otros dos trabajadores del rancho. Fue un gran verano..

TÚ TAMBIÉN PUEDES PUBLICAR TU RELATO

Escríbenos a redaccion@relaroticos.com  o da clic aquí y llena nuestro formulario. Puede ser anónimo o con tus propios datos para que más personas te contacten.

¡Comenta! (No es necesario registrarse, solo escribe el comentario y da ENVIAR)