... ...

Historia de amor en CU

Lo conocí en el metro. Me gustaba su estilo, llevaba un pantalón de mezclilla amplio, tenis vans negros, camisa blanca de manga larga; y una cinta de colores negro, rojo, amarillo y verde decoraba sus espesos rizos cafés, que de no ser por la cinta, le llegarían a los ojos.

Parecía demasiado alegre para ser verdad en una mañana de lunes en plena línea 3 del metro de la ciudad, así que su persona era muy llamativa. Yo me subí en Hidalgo, él ya estaba ahí, sentado en el asiento que te deja mirar hacia el pasillo y las personas que están de pie; me degusté al mirarlo, cantaba, casi en voz alta, tamborileaba rápidamente con sus manos sobre el tubo de seguridad del vagón y sobre sus dos piernas, sonreía alegremente en los momentos en que dejaba de cantar, y en el momento en que se dio cuenta de que lo miraba me sonrió.

Me sentí avergonzado, y quise fingir que solo lo miré por casualidad cuando nuestras miradas se juntaron, y el que su feliz expresión no cambiara absolutamente nada cuando detectó mi vista me convenció de que se había tragado la mentira.

Pensé que él se bajaría en el primer transborde, pero no lo hizo; y cuando estuve seguro de que se bajaría en el segundo transborde, puede comprobar con cierto alivio que tampoco lo hizo, y en lugar de eso, solo se levantó para ceder el asiento a una mujer embarazada que se había subido sin alcanzar lugar.

Se colocó de pie a mi lado y me volvió a sonreír, sujetándose del tubo que se encontraba frente a nosotros y sobre nuestras cabezas, y pegando su brazo al mío mientras lo hacía; en ningún momento dejó de cantar y sonreír.Casi deseaba que el metro frenara y acelerará, pues la agitación y el movimiento que eso provocaba hacían que mi costado rosara el suyo, y eso a su vez regalaba a mi cuerpo una estúpida e inexplicable sensación de calor y bienestar; la sensación era maravillosa, casi metafísica.

Cuando nuestros cuerpos estaban muy próximos a tocarse, pero sin tocarse, sentía algo así como una fuerza gravitatoria que irremediablemente nos juntaba, era una fuerza poderosa e inexplicable, pero muy en el fondo, yo sabía que tal fuerza no existía, y que yo movía mi cuerpo hacia él de manera casi imperceptible por el solo deseo de tocarlo.

En la estación Etiopía bajaron muchas personas incluyendo a la mujer embarazada, por lo que él tuvo el chance de recuperar su asiento, y además, el asiento que estaba a un costado de él también se desocupó, y pude apoderarme de él antes de que alguien más lo hiciera.

Los asientos de los trenes de la línea 3 siempre han sido incómodos, muy poco espacio entre los asientos de 3, por lo que es frecuente tener contacto con alguna parte del cuerpo de alguien, lo cual es sumamente molesto; no obstante, en ese momento no me fue terrible poner mi rodilla junto a la suya, como de costumbre pasaba. Cuando estábamos por llegar a la estación Zapata, él tocó mi rodilla levemente con la yema de su dedo índice, en uno de sus rítmicos tamborileos al ritmo de la misteriosa música que llevaba en los audífonos.

—Perdón… amm… perdón — Su voz era tenue, muy sensual, muy varonil, pero a la vez muy tersa, suave e inocente, como la de un chico justo convirtiéndose en adulto, justo como su cara sugería que sería su voz
—No… importa. ¿Te gusta el reggae? —La segunda pregunta me sorprendió, no pensé que volvería a decirme algo, pero lo hizo, y todo indicaba que deseaba entablar conversación sin importar como, pues la pregunta era demasiado absurda.
—No… no realmente — En ese momento, extendió sus manos hacia mi rostro. Tal vez debí asustarme o retroceder, no es muy común que un desconocido se acerque a ti con tanta confianza y despreocupación; debí alejarme, tal vez hasta golpearlo, pero no fue así, la lentitud y suavidad de sus movimientos eran muy sedantes y confiables.

Tomó mis audífonos de diadema, retirándolos suavemente de sobre mi cabeza, y revolviendo mis cabellos en el proceso; colocó mis audífonos sobre su regazo, después se quito los suyos y me los ofreció. Sin pensar demasiado en lo que escucharía, los tomé y me los puse en las orejas, él hizo lo mismo con los míos.

No alcancé a reconocer al cantante, o al grupo, solo pude deducir por el ritmo, que se trataba, efectivamente, de reggae, música alegre y lenta, que a pesar de que yo no me negaba a escucharla en alguna fiesta o reunión, no me convencía del todo y no la escuchaba cotidianamente. Me sentí estúpido por no poder comentarle nada al respecto de esa música, pero él tomó la iniciativa

—Me gusta esta banda, aunque si tuviera que elegir entre algún tipo de esta música, me quedo con el thrash y no con el power — Me sentí aun más estúpido, él podía comentar acerca de mi música, pero yo no acerca de la suya. No supe que decir, así que me le quedé mirando de manera extraña, y por la extrañeza de la mirada, dejó de cantar la canción que manaba de mis audífonos y me miró a los ojos

—Te pasa algo?
—No… nada. Quien canta esto? — Pregunte señalando a mis oídos
—Bob Marley, claro, no hay mejor reggae que el Bob Marley and The Wailers — Yo no tenía idea de que responder, así que solo sonreí y asentí con la cabeza.

En ese momento, un hombre trajeado, sentado a mi lado y junto a la ventana, se levantó y se salió del vagón, en la estación Viveros. El desconocido joven se levanto, y me hizo una seña para que me recorriera al lugar que ocupara el trajeado y él poder sentarse junto a mí. De nuevo pensé que tenía que desconfiar, pero no lo hice, en lugar de eso me recorrí y subí mis piernas al asiento que mi nuevo amigo había desocupado, y el se sentó a mi lado, subiendo también sus piernas al asiento vacío.

Mi mano, colocada sobre mi rodilla, tembló ante la nula idea de lo que estaba sucediendo; el notó el temblor leve y lo calmo poniendo su mano izquierda sobre mi puño cerrado. Tuve que mirarlo con extrañeza, y después, dirigí mi mirada hacia su mano sobre mi rodilla, su piel era dorada, muy suave, sus manos eran encantadoras, con dedos largos y delgados, palmas grandes, leves venas surcando por aquí y allá; hermosas manos, no las de un niño, pero no las de un señor.

—Porque tiemblas? ¿Tienes frío?
— Preguntó con un deje de ironía
—Algo— Le respondí para seguir la broma
—Oh, entiendo. No te preocupes, se te quitará el frío — Retiró su mano de la mía, pasó su brazo sobre mis hombros y situó su mano grande y cálida en mi brazo izquierdo, me estrechó acercándome a él y apoyando su cabeza en la mía.

Estábamos muy juntos, yo no podía creer aquella extraña situación, pero decidí no decir nada, si lo hiciera, posiblemente lo arruinaría.

—Vas a CU supongo — Volvió a interrogar, y puesto que ya estábamos en Miguel Ángel de Quevedo y ninguno de los dos se bajó.
—Si, voy a ver a… un amigo, tiene inscripción en la facultad de Medicina
— Mi novio tenia inscripción ese día, y me citó con intenciones de que lo acompañara a su papeleo y tomar un café en la zona cultural después
—Medicina? Wow, tú en donde estas?
—En Ciencias Políticas, pero no tengo trámite hoy, los termine ayer
—Yo voy a Filosofía y Letras… y tú a Medicina, podemos bajarnos en la que sigue y caminar juntos… si quieres
— Claro… sería lindo…

Ya no faltaba mucho, cuando el tren se detuvo en Copilco, nos levantamos, él sin retirar su brazo de mis hombros, y salimos. Los murales del techo nos observaban, la cultura de nuestra ciudad, encerrada en el metro, por fin recibía mi intención, pues era la primera vez que ella parecía regalarme la suya. Subimos las escaleras, y sin pensarlo dos veces, levante mi mano izquierda y tome la suya que rodeaba mis hombros, entrelazando mis dedos con los de él.

Él no pareció molesto, sino más bien divertido, porque comenzó a apretar levemente, jugando con mis dedos. Era un poco mas alto que yo, así que recargó su cabeza sobre la mía, y seguimos caminando hacia la salida del metro. Cuando salimos, el radiante sol nos hirió los ojos, pero en unos cuantos segundos pudimos recuperarnos.

— ¿Te tomas un frappé conmigo?
—Amm… no puedo, debo estar en el mural de medicina dentro de 15 minutos
—Lo tomamos para llevar
—…Ok… está bien—No podía rechazarlo, no tenía motivos, y más importante aun, no quería rechazarlo, algo desconocido e inestable en mi mente me obligaba a seguir adelante.

Era tal vez su cara, tal vez su voz, que me hacían perder el juicio, no podía negarme demasiado a cualquier cosa que me pidiera, estaba esclavizado por él.Nos acercamos al diminuto puesto callejero donde se vendían los mejores Frappés, helados y esquimos que se preparan en CU.

Ya había yo tomado algo ahí, y en verdad eran buenos, pero la encargada era la mujer mas desagradable del mundo, y nunca se me antojo volver. Parecía que mi amigo ejercía un poder especial sobre las personas, pues la mujer encargada, al verlo, de inmediato colocó una sonrisa inmensa, y le hablo alegremente

—Que te doy guapo?
—Un frappé de tres leches y… tu que quieres?
—frappé de rompope
—Con mucho gusto

Tardaron menos de cinco minutos en atendernos, nos extendieron los apetecibles frappés en vasos de plástico transparentes, y comenzamos a beber mientras buscábamos dinero en nuestros bolsillos. El chico se me adelanto, pago ambos y me impidió regresarle el costo del mío, lo cual me molesto un poco, pero también me halagó más de lo debido. Con su mano izquierda sostenía la bebida, y con su otra mano, tomó la mía, conduciéndome suavemente por el paseo de las facultades.

¿Qué estaba yo haciendo? Caminando de la mano con un completo desconocido, tomando un frappé como si lo conociera de años, tratándolo y mirándolo como a lo mejor de mi vida últimamente. No me negué al contacto, mi conciencia me decía que no, pero mi mente la ignoraba, y le cedía el control de mi cuerpo a él, con su maravilloso semblante.

Caminamos, y sentía el tacto aterciopelado de sus finas manos, fuertes y frías; y mientras el movía su pulgar acariciando el dorso de mi mano, una sensación de vértigo caía sobre mis intestinos por lo que tuve que hacer un esfuerzo para seguir caminando con normalidad.

—Y que estudias? — Pregunté, para sacar conversación
—Filosofía, voy a mi reinscripción a quinto semestre. ¿Té qué estudias?
—Eso indicaba que tenía 20 años, dos años más que yo, que apenas me había inscrito al primer semestre de mi carrera. Cambio la posición de nuestras manos, esta vez entrelazando nuestros dedos y jugueteando los suyos con los míos
—Ciencias Políticas… bueno, apenas me inscribí a primero
—Vaya que interesante… estuve a punto de estudiar eso, me interesa la teoría del estado, pero me agrada mas desde el punto de vista filosófico, además hay otras cosas por ahí que me interesan y la administración pública no es mi fuerte, por eso termine donde estoy
—Entonces en que te especializaras?
—Aun no lo sé, pero me gustaría mucho hacer investigación aquí en la universidad, y creo que filosofía sociológica, de la historia o política es lo ideal para mi, las cosas del ser ya las resolvió la medicina y la biología
— Si, ya no vale la pena indagar por ahí, aunque la teoría de la historia deja mucho que desear no crees?
—Probablemente, pero creo que tiene destino seguro, casi cientifico
—Vaya, eso sonó muy “positivo” — Reí ligeramente, pero el levantó la ceja intrigado, pareció no agradarle la broma.
—Oh no, no me agrada Comte.

En eso estábamos cuando aparecimos en el campus central, entrando por un costado de la facultad de Medicina, y soltando mi mano con cuidado, casi como si temiera romperme; se detuvo en los jardines y se acomodó bajo un árbol. Sin dejar de beber su frappé a sorbos.

—Fue muy agradable, muchas gracias, cuídate
—Dijiste que verías a tu amigo aquí a las 11, te quedan cinco minutos.

Miré mi reloj, atacado por sus súbitas palabras, se sobrevenía una de sus dulces peticiones, y comencé a temblar; no podría negarme, pero no quería correr el riesgo de que mi novio me viera con un desconocido y de la manera tan extraña en como habíamos caído en esas circunstancias.

—Cuatro… cuatro minutos en realidad— Atiné a decir
—Con uno solo me conformaría… vamos, siéntate conmigo, prometo que no te dolerá… no mucho —Se rió pícaramente, y palmeó suavemente el suelo junto a él, invitándome a acomodarme. No tuve otro remedio que sentarme, mi mente estaba embriagada de él y mi corazón latía a mil por hora, lleno de nervios, emoción y miedo de lo que pasaría.

—Nunca había conocido a nadie como tú, chico Power
—Chico Power?
—Pues no me has dicho tu nombre, esa música es de lo poco que conozco de ti
—Suena divertido…. Chico Bob Marley
—Me dirás tu nombre?
—No lo sé.
—¿Por qué no?
—Tal vez arruinemos la ocasión. Yo tampoco nunca había conocido a nadie como tú, ni mucho menos interactuado de esta manera con un extraño. Eres especial, este momento es especial, el momento perfecto entre dos perfectos extraños… pero si te digo mi nombre y tú a mí, ya no seremos extraños.
—Tal vez tengas razón, pero cómo debo llamarte?
—No lo sé.
—Entonces te llamaré… chico Power
— Y yo te llamaré Bob, por lo visto.

Reímos juntos, divertidos ante la tonta broma, y él se recostó sobre el mullido césped, cruzado los brazos de tras de su cabeza y apoyándose en ellos. Yo aproveché la ocasión para girarme un poco, colocarme perpendicular a él y apoyar mi cabeza sobre su vientre, que se acomodo para recibirme. Señalo hacia el cielo, indicándome una nube y sonriendo seguramente. Mi celular comenzó a sonar y a vibrar, para entonces Bob ya acariciaba mi cabello y mis orejas, provocándome ligeros temblores nerviosos.

LO MÁS RECIENTE

No contesté, lo avente al pasto y lo dejé sonar. Mi novio llamó tres veces más, pero ninguna llamada conteste.

—Ya te buscan?
—Si… él ya está aquí, supongo
—No te vayas… por favor
—No pienso hacerlo — Me retiré de su estomago, y me deslicé sobre el césped hasta la altura de su rostro, mirándolo fijamente. Me dedicó otra de sus iluminadoras sonrisas, y con el dorso de sus dedos, me acarició la mejilla.
—Te quiero, chico
—Yo también a ti Bob

Me sentí estúpido diciéndolo, tenia no más de 30 minutos de conocerlo pero daba igual, quizá mañana olvidaría aquello. Unimos nuestros labios, me beso delicadamente al principio, pero después se atrevió a abrir su boca y dejarme entrar, acaricie sus labios lentamente con mi lengua, y después la junte con la suya.

La sensación era delicada y húmeda, casi celestial; muy distinta a cómo eran los besos rudos, atrevidos y demenciales de Mariano. El seguía explorando mi rostro con la mano izquierda, y con la derecha siguió mi cabello recorriéndolo hasta la espalda, para luego tomarme firmemente de ahí y acercarme a su cuerpo. Y

o mientras tanto me dedicaba a su pecho, fuerte, firme y juvenil, al que toque con desesperación por encima de su camisa

—Bob…
—Dime
—Vámonos de aquí, no me quiero encontrar a Mariano
— ¿Quién es Mariano? — Pregunto acariciando mi cuello con su dedo índice
—Mi… el amigo al que esperaba
—Como tú quieras.

Se levantó y me dio la mano para ayudarme a hacer lo mismo, y cuando estuve de pie, no me soltó. Y de nuevo me condujo a través del campus, pasando por en medio de las islas de Derecho, y después frente a Arquitectura, El edificio de Rectoría, y la biblioteca Central.

Caminamos de la mano durante quien sabe cuánto tiempo, pasando cerca del estadio, frente a varias escuelas y facultades, en medio de bellos Jardines de roca volcánica, y cruzando varias calles, avenidas y pasajes para ciclistas, hasta que a lo lejos divisamos la zona cultural y el CCU.

Hablamos durante todo ese rato, familia, aspiraciones, estudios, aficiones, mil cosas, de tal manera que cuando llegamos al sitio buscado, nos sentíamos tan íntimos como dos viejos amigos. Nos dirigimos al edificio principal, por la parte trasera de la hemeroteca, y nos recostamos en otro jardín, lo suficientemente cerca para escuchar la música que provenía de la sala Neza.

Ni bien nos acostamos, comenzamos a besarnos de nuevo, y esta vez, no me conformé con el tacto de su pecho a través de la delgada playera blanca, metí mis manos bajo la playera, y comencé a sentir su cuerpo. Había un camino de delicados y delgados vellos desde su ombligo, que se perdían dentro de su pantalón de mezclilla; al subir un poco, me encontré con su ombligo, pequeño y tan alegre como él; estomago fuerte, costados duros, y pectorales bien formados, pero sin perder su delicadeza y delgadez juvenil.

El mientras tanto, acariciaba mis piernas, empezó por las rodillas, y no se detuvo hasta llegar a mi cintura, acariciando y apretándome contra él, como si temiera que me desvaneciera en el aire.Yo ya no podía mas, le quite la camisa, y estábamos tan excitados y concentrados que no notamos que la música en la sala se había acabado; comencé a besar su cuello, y baje lentamente, besando sus tetillas y jugando con ellas, apretando, soltando y acariciando, hasta que se pusieron muy duras y brillantes.

Mientras el de nuevo acariciaba mi cabello, y de nuevo entrelazaba mis dedos con los suyos. Admire su cuerpo: era de un color muy agradable, moreno claro, que resaltaba a la perfección con el verde monótono del césped, y más aun con los colores de su sonrisa.

En el momento en que besaba su ombligo, las puertas de la sala Neza se abrieron, y una multitud de estudiantes y curiosos nos atraparon, un tipo sin camisa y otro besándole el pecho.No fue muy agradable, varios estudiantes nos dedicaron a mí y a Bob miradas de enfado, y una que otra mentada de madre se hizo oír.

El sonrió a la multitud, y yo trate de mirar hacia otro lado, y cuando todos los estudiantes terminaron de pasar, el se volvió hacia mí, y nos carcajeamos durante un buen rato, verdaderamente divertidos por nuestro propio e inesperado susto. Se puso su playera de regreso, y me acaricio la mejilla. Mi celular volvió a vibrar y sonar dentro de mi pantalón, y esta vez tuve que contestar, o Mariano se enfadaría más de la cuenta.

—Hola… Mariano
—¿que paso? Te estuve esperando en el mural
—Discúlpame… se me hizo un poco tarde
—No importa. Donde estas?
—Aquí, en CU— Grave error haber dicho eso
— Pues ven aquí a medicina, aun tenemos tiempo para el café. ¿Por dónde estas?
—Am… en Ciencias Políticas, quería venir a ver un evento —Mentí —Te veo en Medicina
—No prefieres que vaya para allá?
—NO!!… es decir… no, no te apures, termina tu asunto allá, yo te encuentro
—Amm… bueno, como quieras, ahorita te veo.
—Adiós — Colgó sin decirme adiós.

Volteé a ver a Bob, mirándolo con extrañeza, casi temiendo lo que estaba a punto de pasar. Me dolería tener que dejarlo, ya sentía que lo quería, y llevaba un poco más de tres horas con él.

—Perdoname… ahora si debo irme
—Es totalmente necesario?
—Supongo que si. En verdad lo siento
—Lo sé. Yo también
—A donde irás?
—A filosofía y letras, debo tramitar mi reinscripción
—Perdóname… Te quiero
—También yo a ti, muchísimo, no olvidare esto nunca, chico Power
—Podremos seguir viéndonos, podríamos intercambiar teléfonos, y correos
—No, tú mismo lo dijiste, esto fue un encuentro casual perfecto, de lo más perfecto que he tenido, pero si dejáramos de ser extraños, la magia se acabaría. Si la casualidad nos vuelve a juntar, entonces podremos estar seguros de que debemos tener algo, pero si no, esto debe quedar como una mañana perfecta
—Tal vez el tenia razón, deberíamos tomar aquello como un regalo de la casualidad, y tan solo desear que aquel extraño encuentro se volviera a repetir en condiciones más favorables, para estar más seguros de que en verdad debíamos estar juntos.

Las Facultades a las que íbamos estaban cerca, y nos fuimos juntos; pese a ello, el trayecto de regreso lo hicimos en silencio, y a la mitad del camino, decidimos tomar los autobuses del campus, para que el incomodo silencio durara menos. Al bajar, nos despedimos con un beso profundo y largo, y al caminar en sentidos contrarios, volteábamos atrás agitando la mano y estando seguros de que no nos volveríamos a ver, aunque estudiáramos en el mismo lugar

TÚ TAMBIÉN PUEDES PUBLICAR TU RELATO

Escríbenos a redaccion@relaroticos.com  o da clic aquí y llena nuestro formulario. Puede ser anónimo o con tus propios datos para que más personas te contacten.

¡Comenta! (No es necesario registrarse, solo escribe el comentario y da ENVIAR)

error: ¡Hey! Jálatela, no te los lleves.