— Tío, estoy en el hospital que he tenido un accidente, ¿puedes venir a buscarme porfa? ¿…Hola? ¿Estás ahí? –insistió puesto que yo había quedado en shock y no respondía.
— Sí sí, claro, perdona – contesté al teléfono tras salir del estupor inicial – Me cambio y salgo para allí. Pero… ¿qué ha pasado?

Hacía ya dos semanas de aquella llamada tan repentina. Mi compañero de piso, Cristóbal, había tenido un accidente con la moto y le habían tenido que ingresar debido a las contusiones que se llevó. Por suerte las más graves eran sólo dos fracturas, una en la muñeca izquierda y otra más leve en el codo derecho. Cojeaba ligeramente y tenía varios hematomas también, pero nada importante. El principal problema era que las dos escayolas le inutilizaban ambas manos por lo que pasó a ser totalmente dependiente, apenas podía comer solo al principio.

Pese a que lo normal en esta situación hubiera sido que volviera temporalmente a su casa para estar más cómodo y tener más ayuda, hacía ya años que se había mudado de su ciudad natal para estudiar en Barcelona y esa opción no era viable. Así que no me quedó otra que ser su asistente.

Nos conocíamos desde primero de carrera y en seguida nos hicimos buenos amigos; imposible no reírse con su espontaneidad y la forma tan natural que tenía para restarle seriedad a las cosas. El tío es un buenazo, un cachondo y un pícaro, en ese orden. No dudamos un momento en irnos a vivir juntos cuando vimos la oferta hace año y medio, y nos va genial la verdad, no hemos tenido ninguna discusión y pese a nuestros horarios tenemos el piso en buenas condiciones.

En otro orden de cosas, él fue la primera persona a la que expliqué que soy bisexual y desde el principio se mostró muy abierto y curioso sobre el tema, aparte de bromear constantemente sobre ello. Un día me hizo ponerle un video porno gay para ver qué me molaba, aunque admitió que no le excitaba en absoluto (y nada en su pantalón mostraba que mintiese, por desgracia). Precisamente porque sabe que me gustan los chicos también no me esperaba que al llegar del hospital lo primero que hiciera fuese pedirme ayuda… para mear.

– ¿Qué dices tío? ¡Apáñatelas tú sólo!
– Sólo necesito que me ayudes con los pantalones y los gallumbos, me duele mucho la muñeca y yo solo no puedo.
– Está bien, pero sólo la ropa –le contesté mirándole mal.

Le acompañé al lavabo y me dispuse a desnudarle de cintura para abajo. Aunque ya lo había visto desnudo muchas veces en vestuarios e incluso en casa porque nos teníamos mucha confianza, estaba nervioso. Le desabroché el cinturón, y tuve que acercarme a él para bajarle el pantalón hasta las rodillas, agachándome hasta quedar su paquete a la altura de mi cara. De un tirón le bajé también los bóxer blancos y rápidamente me levanté, nervioso. No obstante no perdí detalle de aquél enorme rabo que colgaba flácido sobre un par de grandes y peludos huevos, ni de cómo se balanceó tras liberarlo.

Cristóbal se sentó en la taza y antes de que yo saliese del cuarto ya estaba soltando un potente chorro contra la cerámica.

– ¡Podrías haber esperado al menos cabrón!
– No podía aguantar más… Además voy a necesitar ayuda también para ducharme tío, tengo que taparme las escayolas con bolsas y no podré enjabonarme.
– ¿Es broma, no? –no daba crédito. ¿Quería que le enjabonase yo?

Y no sólo resultó no ser broma sino que 5 minutos más tarde lo tenía desnudo bajo el chorro del agua mientras le pasaba cuidadosamente la esponja por su magullado cuerpo. Debido al judo y a las horas que pasa en el gimnasio semanalmente tiene una forma física envidiable y unos músculos muy definidos, que yo me entretuve en contemplar así como limpiar a conciencia.

Afortunadamente pude hacerlo desde fuera de la bañera por lo que la ropa ocultaba mi incipiente erección. Procuré no recrearme más de la cuenta, pero creo que fui incapaz de disimular mi nerviosismo. 5 días después la muñeca había mejorado mucho y como ya tenía más movilidad en el brazo podía apañárselas mejor, pero aun así yo tenía que seguir duchándolo debido a que las bolsas le tapaban ambas manos.

– Tío, he quedado con Sara, la de clase, en una hora. Necesito que hoy me des un buen repaso cuando me duches. Por todos lados, ya me entiendes –me dijo guiñándome el ojo.
– ¡Joder Cristóbal, que he quedado en media hora y me tengo que duchar yo también! ¿No podías avisarme antes?
– Bueno hay tiempo de sobras, ¡no te estreses! Nos duchamos a la vez y así ahorramos tiempo. Total, ya me tienes más que visto –y riéndose sin más fue hacía el lavabo donde empezó a desvestirse. A veces era exasperante.

Cuando entré en el cuarto de baño ya se estaba bajando el bóxer ancho de tela que llevaba, ofreciéndome un primer plano de su culazo, cuyas nalgas eran casi lampiñas. Tragué saliva y miré hacia otro lado, intentando mantener la entereza y no ponerme nervioso. Se giró hacia mí, y desnudo y sonriente me ofreció las bolsas para las escayolas. Se las puse, y procedí a desnudarme mientras él me observaba.

– Deberías ir más al gimnasio -me dijo al tiempo que entraba en la ducha y torpemente encendía el agua-. Con el cuerpo que tienes seguramente en nada estarías marcado.
– Ya sabes que soy demasiado vago para ir todo lo que haría falta –repliqué al tiempo que entraba en la bañera y corría del todo la cortina-. Venga, que no tengo todo el día, ponte bajo el agua.

Dándome la espalda se metió debajo del chorro, mojándose el pelo y creando un reguero de agua que corrió por su espalda y se perdió entre sus duras nalgas. Eché un chorro de jabón en la esponja y comencé a enjabonarle la espalda, haciendo movimientos circulares y acariciando sus músculos con la mano libre. Fui bajando con la esponja, masajeando sus nalgas y pasando la esponja por la raja, y poniéndome en cuclillas procedí a limpiarle las piernas. Normalmente las llevaba depiladas pero el pelo le había crecido ya desde la última vez. Una vez limpias, iba a levantarme para seguir limpiándolo pero él se giró antes, de manera que su rabo se bamboleó a escasos centímetros de mi cara, dejándome clavado en el sitio, como hipnotizado.

– Por fa tío, necesito tenerla bien limpia para luego… hazme ese favor, anda –lo miré durante 3 segundos, en los que él mantuvo la cara implorante de niño bueno, y finalmente le agarré el paquete con la mano izquierda y le levanté los huevos, pasándole la esponja por todo el perineo desde atrás-. Gracias, tú si que eres un amigo.

Cristóbal cerró los ojos y echando la cabeza atrás volvió a ponerse debajo del chorro, yo ignoré su comentario y me centré en mi trabajo. Sujetándole la polla hacia arriba, le pasé la esponja con suavidad por los huevos, notándolos pesados. Le enjaboné bien todo el pubis, y una vez tenía la suficiente espuma dejé a un lado la esponja y pasé a usar solo las manos.

Mi mano derecha masajeó sus huevos para asegurar que quedaran bien limpios. La izquierda, que seguía aguantando su polla hacía arriba, la soltó para recoger una buena cantidad de espuma que luego le puse en el glande, y con cuidado lo envolví con la mano a la vez que hacía un movimiento circular. Cristóbal se estremeció y soltó una risita, pero me dejó hacer aun con los ojos cerrados.

La sentía gorda en mi mano, sin duda le estaba empezando a crecer… y yo me estaba poniendo demasiado burro de tenerla tan cerca de mi cara, de mi boca… así que me levanté de golpe, rojo como un tomate y con la polla apuntándole directamente a la cara de lo tiesa que estaba.

– ¿Ya? Con lo bien que lo estabas haciendo… ¡Uy hola! -dijo dándome un golpecito en la punta del rabo que me hizo encogerme-. ¿Esto es por mí?
– Cállate, payaso – a él le parecería gracioso, pero yo pasaba de movidas-, y pásame el champú que así te lavo el pelo y puedo ducharme yo mientras te aclaras.
– No te enfades, si a mí ya sabes que me da igual. Además, a la mía también le estaba gustando lo que le hacías, esto de no poder pajearse es una mierda -dijo riéndose y encogiendo los hombros.

No era mentira lo de su polla, ya la tenía a más de media asta. Y ya era tan grande como la mía.

— Igual debería pedirte ayuda más veces.
– Si claro, también podrías chupármela tu a mí, y así al menos no dirías tonterías. El champú –zanjé así el tema.

Y ahí quedó la cosa, él morcillón y yo con la polla dura hasta que acabamos la ducha y cada uno siguió a lo suyo, yéndonos a nuestras respectivas quedadas. Llegué a casa varias horas después ligeramente bebido, ya habiendo olvidado el incidente de antes. Me lo encontré en el sofá mirando una peli con un cubata en la mano.

– Uy, pensaba que dormirías fuera hoy –le dije.
– Yo también.
– ¿Qué ha pasado?

Me comenzó a explicar que habían estado en casa de ella liándose, metiéndose mano, todo bien… pero que de golpe ella lo había parado en seco para decirle que él le gustaba mucho, que quería una relación seria, etc. Algo que desde luego Cristóbal no buscaba, ya que sólo le apetecía el sexo por el sexo, y por lo visto Sara no se lo tomó demasiado bien, discutieron y lo echó de casa.

– Desde el principio le dije cómo estaban las cosas y he sido claro, no sé de que se sorprende… Y va y me echa la tía. Así que aquí estoy, bebiendo para bajar el mosqueo. Y con la calentura pues ya veré qué hago. ¿Quieres un cubata? –me ofreció.
– Venga. Lo que sea por mi pobre compañero desvalido –le dije socarronamente quitándole el suyo de las manos y acabándomelo.
– No me toques las narices que me desquito contigo ¿eh?
– ¿Y qué vas a hacer todo convaleciente como estás? –me seguí burlando mientras me ponía de rodillas en el sofá a su lado y le daba pequeños empujones.

Lo que no esperaba era que pasara el brazo que no tenía del todo escayolado por detrás de mi cuello y empujara de golpe mi cabeza hacia sus piernas. Intenté aguantar sin éxito, y pese a poner mis manos en sus piernas mi cara acabó estampada contra su paquete. No sólo eso, sino que unió el otro brazo para hacer más fuerza y conseguir retenerme.

– Se me ocurren formas de mantenerte calladito, y además seguro que lo disfrutarías tú más que yo –me decía mientras frotaba todo su paquete por mi cara moviendo la pelvis.
– ¿Perdona? –le dije como pude mientras él seguía frotándose-. En la vida te la han chupado tan bien como lo hago yo, no me durarías ni 5 minutos.
– Pfff eres un fantasma –me dijo soltándome-. No conseguirías que me corriera ni en toda la noche.
– ¿Qué te juegas? –le dije desafiante mirándole a los ojos. Estaba caliente, sí, pero sobre todo picado-. 5 minutos. Si en 5 minutos no he conseguido que te corras tú ganas y puedes mandarme lo que quieras.
– Anda anda, que eres un flipao, paso.
– Vas de gallito pero en realidad eres un gallina… Y lo sabes –su cara cambió de inmediato. Había conseguido picarle.
– ¿Lo que quiera? ¿Incluso si lo que pido es que me ayudes a descargar cada vez que quiera en el futuro?
– Un trato es un trato, ¿no? –y sin esperar respuesta comencé a desabrocharle el pantalón.

Levantó el culo para que se lo bajase, y aproveché para bajarle también el bóxer negro, el cual mostraba un mancha por dentro claramente debido al precum que habría ido soltando mientras estaba con Sara. La tenía prácticamente desempalmada del todo, reposando sobre sus gordos huevos. Me cambié de postura para poderme de rodillas en el suelo, entre sus piernas, al tiempo que le decía de poner el cronómetro.

– Pero nada de manos, ¿eh?
– No me hacen falta – le contesté plantando mi nariz en sus huevos, aspirando su olor, y dando el pistoletazo de salida del tiempo. Cristóbal se recostó en el sofá con los ojos cerrados y se dejó hacer.

LO MÁS RECIENTE

Me entretuve lo justo comiéndole los huevos para ver como empezaba a crecerle la polla, y de ahí pasé a metérmela entera en la boca. Quería notar como iba creciendo hasta llenarme la garganta, impidiéndome respirar. Con la lengua le estimulaba el glande cuando me la sacaba un poco de la boca, expuesto debido a la circuncisión, pero enseguida volvía a metérmela entera para notar cómo a cada embestida llegaba más profundo y tenía que abrir más la garganta.

Al poco ya no era capaz de meterla entera, no sólo tenía una polla bastante larga sino también gruesa.
Me encantaba su sabor, así que pronto empecé a chupar con más ahínco. Cuando la tuvo totalmente dura me retiré un momento para admirarla: un glande oscuro, grande y brillante que coronaba un tronco grueso y venoso algo moreno.

La tenía algo curvada hacia arriba, lo que me dificultaba el metérmela en esa postura, por lo que aproveché para volver a ponerme sobre el sofá de rodillas y seguir mamándosela desde ahí, pudiendo introducir más carne en mi garganta.

Aumenté el ritmo de la mamada, y Cristóbal comenzó a gemir y resoplar levemente. Intenté introducirla entera un par de veces sin éxito, pero al parecer él no estaba conforme ya que a la tercera me agarró la cabeza y levantando la pelvis me la clavó hasta los huevos. No sólo eso, sino que aprovechó para bombear con sus caderas, follándome la garganta mientras resoplaba y yo intentaba aguantar la arcada.

Cuando me liberó y pude coger aire, sin perder tiempo me volví a lanzar a por su polla, ahora totalmente cubierta de babas. No sabía cuánto rato llevaba, pero no pensaba perder la apuesta (aunque la prenda a pagar era bastante tentadora, mi orgullo tiraba más). Cristóbal se retorcía según su polla entraba y salía de mi garganta, y yo sabía que la corrida sería inminente.

– Uf, mierda, mierda, no aguanto más… me voy a correr.
Me la saqué de la boca, dejándola sobre mis labios, y cogí el móvil. 4’ 27’’.
– Vaaaya parece que has perd…
– Me la pela –me dijo si dejarme acabar, agarrándome la cabeza de nuevo y metiéndome la polla en la boca-. Tú no te vas hasta acabar lo que has empezado.

E imprimiendo un ritmo frenético comenzó a follarme la boca sin dejarme retirar la cabeza. Empezamos a gemir los dos, él porque se iba a correr, yo porque me estaba ahogando con tanto rabo pero me encantaba. Y con una última estocada me la volvió a meter entera, y casi gritando en vez de gemir empezó a descargar directamente hacia mi estómago.

No sé cuántos trallazos serían, pero todos fueron a parar a mi interior sin pasar siquiera por la boca ya que me seguía agarrando la cabeza con fuerza mientras sufría los espasmos típicos. Finalmente me dejó ir, y con lágrimas en los ojos, la cara roja y el gallumbo encharcado de mi propio pre de lo cachondo que estaba me saqué la polla de golpe de la boca y me quedé jadeando. “Ojalá me usara más veces”, pensé.

Sin embargo, otro pensamiento crucé mi mente justo después: había ganado la apuesta. Tras reponerme, lo miré fijamente. Estaba recostado en el sofá con los ojos cerrados y recuperando el aliento tras el orgasmo, pero los abrió de golpe cuando me senté sobre sus piernas.

– Has perdido.
– Si no hiciera tanto que no me corría no habrías conseguido nada –me respondió frunciendo el ceño.
– Mala suerte. Has perdido y me toca imponerte lo que yo quiera. Y quiero tu culo.
– ¡Pero que dices imbécil, mi culo no lo tocas ni tú ni nadie!
– ¿Para qué coño apuestas entonces? ¿Para echarte atrás sólo cuando te interesa? Habértelo pensado antes, yo sí que estaba dispuesto a llevar la apuesta hasta el final, me gusta que mis palabras tengan alguna validez –le reproché, lo que pareció surtir efecto-. Otros 5 minutos. Dame tu culo por 5 minutos para jugar con cuidado con él, y si luego quieres parar te juro que lo dejo estar.

Cristóbal me miró indeciso, debatiéndose entre ser un hombre de palabra o defender “su hombría”. Finalmente, apartando la mirada susurró “5 minutos”. Me quité la camiseta y le ayudé a desvestirse del todo, puse una alarma en el móvil a los 5 minutos y le hice ponerse a 4 patas sobre el sofá.

Cristóbal tenía un culazo, musculado y casi sin pelo. Comencé a acariciarle las nalgas mientras se las besaba, pero no pude evitar darle un par de azotes en cada nalga que le hicieron encogerse y se las dejaron enrojecidas. Poco a poco mis besos se fueron acercando a su ano, podía sentir cómo se contraía cada vez que posaba mis labios cerca.

– Tío esto no está bien… -pero el final de la palabra se había entrecortado ya que justo pasé mi lengua de arriba abajo por su ano haciendo presión.
– Shhhh –le dije abriéndole más las nalgas y volviendo a enterrar mi cara en ellas, esta vez para dedicarme a comerle el culo como dios manda.

Con la lengua hacía círculos alrededor de la entrada, haciendo presión de manera que pudiera deslizarme dentro de su estrecho culo. Pude notar cómo poco a poco Cristóbal dejaba de estar tan tenso y mi lengua cada vez entraba más. Cuando pude meterla entera alternaba entre intentar hacer círculos con ella dentro para seguir dilantándole y directamente follarle el culo con mi lengua haciendo un metesaca.

Él, por su parte, se había dejado caer hacia delante pero manteniendo el culo en pompa en todo momento, y podía escuchar como resoplaba levemente de vez en cuando. Probé a meter lentamente un dedo mientras le mordía suavemente la nalga izquierda, pero pese al quejido inicial se dejó hacer. Podía notar como apretaba mi dedo, más aun cuando lo movía en su interior.

Cristóbal alzo la cabeza de golpe cuando se lo saqué, pero volvió a dejarse caer sobre el sofá cuando volví a la carga con la lengua, esta vez aumentando el ritmo. Volví a meterle el dedo hasta el final, y esta vez gimió en vez de quejarse. Iba cambiando entre follarle varias veces con el dedo y comerle el culo con ansia, y pronto me di cuenta de que volvía a tener la polla dura del todo.

Sin perder más tiempo decidí ir a por todas. Me acabé de desvestir y me coloqué de nuevo tras él, pero esta vez con mi rabo totalmente tieso y empapado reposando sobre sus nalgas. Le agarré la polla, dura como hacía poco mientras se la chupaba (e igual de pringosa), y comencé a pajearle mientras frotaba la mía contra su culo. Gracias a todo el pre que había ido soltando se deslizaba sin problemas, y situando mi glande contra su ano empecé a hacer presión.

Esta vez Cristóbal levantó completamente el torso quedando de rodillas al notar la cabeza de mi polla entrar completamente en su culo. Gimió a la vez que intentaba apartarse de mi, pero lo retuve en el sitio y me lancé a comerle el cuello mientras seguía pajeándole. Él bufaba y resoplaba mientras yo esperaba a que su esfínter se acostumbrara, pero su polla seguía como una piedra. Me centré en masajearle el glande, y sin quererlo provoqué que en un intento de recular Cristóbal se clavara un trozo más de carne en el culo. Así que yo entendí que tenía vía libre y empecé a metérsela.

Toqué fondo, con mis huevos contra sus nalgas, justo en el momento que el contador del móvil llegaba a cero y la alarma comenzaba a sonar. Cristóbal se dejó caer hacia delante de nuevo, y yo paré el móvil. Reculé lo justo y entonces me dejé caer encima de él, metiéndosela de nuevo suavemente.

– Joder.
– ¿Entonces…? – estocada corta y suave.
– Uf.
– ¿…quieres…? – estocada corta y suave.
– Ahh.
– ¿…que pare? – la saqué casi del todo y se la metí de nuevo con lentitud mientras acababa la pregunta. Él sólo respondió con un gemido, por lo que repetí la operación. Así hasta tres veces más

-. No me estás contestando. ¿Sigo o no?
– Sí…
– ¿Sí qué?
– Que sigas coño –y dicho y hecho.

Comencé a aumentar el ritmo, agarrándole de las caderas mientras él seguía a cuatro patas y comenzaba a gemir más fuerte. Tenía un culo súper estrecho que me estaba volviendo loco, y me estaba encantando follármelo así, pero quería verle la cara. Se la saqué sin avisar y le hice tumbarse bocarriba en el sofá, y poniendo sus fuertes piernas en mis hombros se la metí hasta el fondo de nuevo.

Menudo morbo ver la cara que puso cuando se la clavé, como abrió los ojos de golpe y se le entrecortó el gemido. No pude evitar lanzarme a comerle la boca, metiéndole la lengua hasta el fondo, casi follándosela como había hecho antes con su culo. Pese a cierta reticencia inicial, pronto estaba devolviéndome el beso con pasión. Yo cada vez aumentaba más el ritmo de la follada, incapaz de contener la calentura. Me daba igual estarle destrozando el culo o no, tenía los sentidos embotados del alcohol, el olor del sudor de ambos y del morbo de tenerlo gimiendo en mi boca mientras le reventaba el culazo.

No pasó mucho rato hasta sentir que estaba a punto de correrme. Separándome de su boca, le agarré del cuello con la mano izquierda y con la derecha me puse a pajearle. Imprimí un ritmo frenético a mis caderas, y pronto los dos estábamos gimiendo en voz alta anunciando así el inicio del orgasmo. Por mi parte, le llené el culo de corrida sin dejar de moverme en ningún momento. Por la suya, acabó con todo el torso y los marcados abdominales llenos de semen, que yo no dudé en esparcir con la mano.

Exhausto, me dejé caer sobre él y fui a darle un beso, pero me apartó la cara. Extrañado, salí de su interior y me incorporé para mirarle, pero él aprovechó para levantarse también.

– De esto ni una palabra –me dijo mirándome seriamente-. Voy a ducharme, que estoy asqueroso.

Me quedé en shock en el sofá hasta que oí cerrarse la puerta del baño. Pensé en ir tras él, pero seguramente era mejor hablar las cosas con calma al día siguiente. Desnudo tal y como estaba me fui a mi habitación y me tiré en la cama, durmiéndome casi al instante.

Me despertó un cuerpo pegándose a mi por detrás, haciendo la cucharita. Adormilado aún, fui consciente de que entraba luz suficiente para saber que ya era de día, y de que tenía algo muy duro pegado al culo.

– Anoche no me pude duchar al final, necesito tu ayuda para eso –me dijo Cristóbal al oído.
– Me parece que hay algo más urgente que requiere de mi ayuda –le contesté agarrándole la polla y llevando su glande hacia mi ano, levantando la pierna-. Además, yo creo que hueles estupendamente.

Y en menos de 5 minutos Cristóbal estaba devolviéndome el favor que le había hecho yo la noche anterior.

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