Fernando era joven, hermoso y varonil. Hijo de italianos, tenía ojos verdes, labios carnosos, pelo castaño con rulos y un cuerpo como tallado en piedra. Tenía 17 años, jugaba fútbol y mucha fuerza; ambos trabajábamos en un comercio mayorista en el que yo, con solo 21 años, tenía a mi cargo un depósito.

Como Fernando tenía mucha fuerza, lo mandaban a ayudarme cuando llegaban mucha mercadería. Un día de esos, me dijo que se sentía raro. —Raro? Pero estás bien? — le pregunté.

— Si, pero mi novia está de viaje con sus padres y yo… — dijo abriendo su guardapolvos y mostrándome una poderosa erección que sus pantalones ajustados destacaban más aún.

Me quedé con la vista fija en ese bulto enorme, como hipnotizado. Fernando se acercó a mí lentamente con la vista fija en mi y una tenue sonrisa pícara, me tomó la mano y se la llevó a la entrepierna.

— Si querés es todo tuyo, me dijo. — Le desabroché el pantalón y se lo bajé de un tirón junto con el bóxer. Me golpeaba las mejillas con la verga dura y me la metía en la boca. Yo la chupaba con hambre hasta sentir el vello de su pubis en mis labios, le lamía la cabeza en círculos y pasaba mi lengua por el frenillo. Comenzamos a gemir de placer.

— Quiero metérsela — me dijo, y sin esperar respuesta me hizo apoyar los brazos sobre una pila de cajas. Me bajó el pantalón y el bóxer y empezó a lamerme el culo de tal forma, me lo empapaba de saliva con su lengua y me acariciaba la pija y los huevos. ¿Cómo puede alguien haber aprendido tanto? me preguntaba yo después.

Me pidió que le chupara la verga para ensalivarla y entonces, suavemente, me la apoyó y comenzó a hacer una suave presión. Era tanto el placer de sentir la cabeza de aquella verga enorme, venosa y dura en mi ano, que empecé a dilatarme y engullirla por el culo como absorbiéndola.

LO MÁS RECIENTE

Se movía entrando y saliendo de mi cola con movimientos sensuales y profundos mientras yo también movía mis caderas en círculos y haciendo presión hacia atrás; además, Fernando me masturbaba.

En un momento dado soltó mi verga, me abrazó con ambos brazos y acabé como si jamás lo hubiera hecho antes. Al sentir mi grito de éxtasis, también acabó dentro de mi y nos besamos como desesperados.

— Uuuuffff, qué maravilla! – dijo.

Nos arreglamos la ropa y aún nos dimos otro beso.

— Cuando llega tu novia? — le pregunté.
— El domingo — me contestó sonriendo y comiéndome con esos ojos verdes maravillosos.
— Bueno — dije — ya volverá a viajar.
— Y si no viaja es igual para mí — me contestó — Vos me hiciste sentir cosas que ella no me hizo sentir y, además, tenés esto que ella no tiene — dijo agarrándome el paquete. — De esto también me voy a ocupar.
— Lo mejor de los dos mundos! — le dije.
— Tal cual, ¿por qué no? Si a vos no te molesta! — me respondió, mientras me tomaba de la barbilla y me daba un beso profundo, húmedo y tierno.

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