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Claudio dormido

Un relato exclusivo de Relaróticos.com

Claudio es uno de mis mejores amigos desde la infancia, nuestros padres se conocen, somos vecinos, estudiamos juntos desde la primaria, jugamos fútbol los miércoles e incluso, antes de su inesperada salida del clóset, habíamos intercambiado un par de chicas en algún momento.

A los 18 años, Claus (como me gusta llamarlo) me confesó que era homosexual, una noticia que, en un principio, no me agrado en absoluto. Sentía que perdería a mi mejor amigo, que las tarde de cheves y mota en mi casa acabarían y que las mujeres no serían más un tema de conversación entre nosotros dos. Me enoje, se lo reproche y dejé de hablarle algunas semanas. Me sentía traicionado.

– ¡Chingas a tu madre, puto! ¡¿Por qué no me dijiste antes, culero?! – recuerdo que le grite.
– Cálmate, we. Tampoco es fácil para mí. – respondía él casi llorando.
– ¡Vete a la verga! A mí no me vuelves a buscar, cabrón. Puto mentiroso. – le decía mientras recogía mi mochila y me iba.

No pude con la culpa y quién lo busco fui yo, le envié un vídeo cagado de unos morros que se partían la madre al caer de una bicicleta. Él me respondió con un emoji de risa y no dijo más. Sabía que mi reacción no había sido la mejor, así no actúan los amigos, él tenía el derecho de estar herido, entonces, a pesar del orgullo, decidí pedirle perdón. Le escribí:

«We, discúlpame por lo del otro día. Me alteré muy feo, sabes que yo no soy así. No quiero que pienses que tú dejas de ser mi carnal por tus gustos. Te quiero y te respeto, bro. ¿Por favor me perdonas?».

Lo leyó y me ignoró. «Ese cabrón», pensé. Le volví a escribir: «Carnal, perdóname. No seas así. ¿No me vas a responder?». Está vez ni siquiera lo leyo. Pasaron un par de horas y me estaba volviendo a empujar cuando de repente me respondió: «Estaba en clases. NTP, está todo bien». Me regresó la paz, la respuesta de otro hombre nunca me había aliviado tanto.

Pasaron un par de años y yo ya me había acostumbrado a tener un cuate gay. No me refiero a que Claudio era femenino; de hecho no lo era, el cabrón se comportaba y lucía más masculino que muchos valedores. Me refiero, más bien, a qué verlo con otros weyes o acompañarlo a antros de ambiente era algo que ya no me calaba tanto y hasta me divertía.

Mi amigo seguía siendo el mismo, solo que ahora se besaba con otros hombres delante mío cuando andábamos pedos. Yo sacaba provecho, los tipos que lo toreaban usualmente nos auspiciaban la peda a ambos y esas pedas se ponían chingonas: cerveza, tequila, tragos, mota y hasta mujeres me conseguían con tal de tenerme distraído y poderse agarrar a Claudio.

Lo que pasó, de hecho, pasó al calor de las copas. Sucedió solo una vez y no estoy muy seguro de no volverlo a hacer si tengo la oportunidad. Aquella noche-madrugada estábamos empedando en el departamento de un wey, novio-amante de mi amigo.

Claus estaba muy ebrio y el cabrón del departamento (Julio, se llamaba) lo llevó a acostar en su habitación casi cargando. Me sonrió y cerró la puerta, yo me quedé en la sala. Vale decir que yo también estaba muy borracho a esas alturas.

No recuerdo cuando pero me dormí y al despertar eran las 04:23 de la madrugada. Me paré al baño y la pinche erección que traía no me dejaba mear a gusto. El alcohol y la yerba siempre me ponen así.

La puerta del baño estaba al lado de la puerta de la recamara y note que está segunda estaba semiabierta. La curiosidad me ganó y entré. 

Al entrar ví a Julio dormido en un costado de la cama, totalmente inconsciente; y a Claudio, dormido también, en el otro costado. Mi amigo tenía el pantalón en los tobillos, el calzón a la mitad de sus nalgas y su playera estaba tirada en el suelo. Quise ser buen compa e intenté despertarlo para que por lo menos se subiera el pantalón pero el wey no respondía.

En ese momento, hasta ahora no entiendo por qué, pero quise darle una mirada más detallada al buen Claus. No era un secreto para nadie que las horas en el gimnasio le habían pagado bien a su cuerpo. A sus 20 años tenía un físico envidiable: espalda gruesa, cintura pequeña y unas nalgas bien redondas.

Eso, sumado a su buena altura, su piel blanca y sus ojos claros, le ganaban mucha atención de ambos sexos. Pero su agradable anatomía no era lo único por lo que decidí detenerme a observarlo. El verlo ahí, semidesnudo, apestando a tequila y recién cogido, me despertó algún tipo de morbo desconocido para mi hasta aquel episodio.

– Claus, we, despierta. – le susurré. – Despiértate, we. Estás desnudo. 

No se movía ni decía nada, solo roncaba. Cómo estaba boca abajo, intenté subirlo más a la cama empujándolo de sus axilas pero mover un peso muerto con una peda encima y con la verga en llamas está cabrón. Me di cuenta que no despertaría, así que procedí.

Le baje el calzón hasta la mitad de sus muslos, pude ver bien sus nalgotas. ¡No mames! Esa cola estaba de poca madre, súper grande y firme. Empecé a tocarlo y a tocarme también. Sentía que mi verga iba a romper mi pantalón en cualquier momento, así que me la saqué. La jalaba mientras le apretaba las nalgas a mi amigo. 

Quería ver su culo, ver cómo le había quedado el hoyo después de la cogida que le había dado su wey. Le abrí las nalgas y pude ver su agujero. El puto estaba todo depilado y su hueco se veía un poco dilatado y algo enrojecido. Al tocarlo y meter ligeramente mi dedo pequeño, sentí una humedad caliente, como si se tratará de la saliva de Julio.

Quise mamarle el culo pero el perro acababa de recibir una verga ahí, así que preferí no hacerlo. Comencé a dedearlo machín y él ni se inmutó. Mientras, yo me seguía jalando la verga que, a esas alturas, la tenía hecha una piedra. Escupía en mi mano derecha y me frotaba el pene, escupía en su hoyo y le seguía metiendo el dedo.

Pensé en parar ahí. Terminar de hacerme una paja y aventarle mi leche en sus nalgas o en su cara. Luego pensé que, al final del día, una verga más no le haría daño a brother. Me quité los tenis y el pantalón, le acomodé una almohada en al área de su pelvis para que su culo quede a mi total disposición, lo monte y le lancé dos escupitajos potentes al ano.

Mi verga fue entrando despacio pero con firmeza. Note que hizo un gesto como de dolor y movió un poco la cabeza pero nada más. Una vez logré colocarla toda adentro, empecé un bombeo lento pero constante y él no se despertó, solo lanzaba algunos gemidos ahogados cuando le clavaba mi fierro.

La calentura tomó control de mí. Mis embestidas empezaron a ser más duras y más profundas. Obviamente no podía exagerar pues tampoco quería que se despertará. Mi cuate solo gemía y respiraba agitado. No dude en jalarlo ligero del pelo o en meterle un poco mis dedos a la boca mientras me lo cogía.

– Te gusta, ¿verdad, puta? Pinche zorra, viniste por verga, pues verga te llevas. – le decía en la oreja a voz muy baja, como si él o el otro pudieran escucharme. – Yo también voy a usar tu culo, cabroncito. 

Lo solté del pelo y puse mis manos sobre su cara, aplastándola contra la cama. Me estaba chingando a mi mejor amigo como a la puta más barata de todas y me estaba encantando. Mi verga no es pequeña, Claudio lo sabía, la había visto varias veces y ahora, sin enterarse, la estaba recibiendo en su culo. «Esta vez se te pasó el pedo, carnalito», recuerdo que pensé.

Sentía las ganas de eyacular cada vez más cerca. No voy a alardear, no diré que me lo cogí por horas; fueron, tal vez, cinco minutos. La excitación era muy alta. Sentí ese cosquilleo en el estómago y me vine dentro de él, le avente a sus sobrinos en las tripas. Tome un respiro profundo y me puse de pie.

Cuando saqué mi pene, mi semen escurrió por su hoyito como si fuera una crema que rebalza de su envase. Fui por papel al baño y le limpie mi leche del culo como si fuera un niño pequeño. El hueco le quedo bien abierto ahora si.

Entre a la ducha y al salir, Claudio seguía dormido. Me acerque a él y le dije «Adiós, carnal», le sobe la cabeza. Mire al otro wey y me reí. Me había comido su carne y el pendejo ni en cuenta. Tome mis cosas y me fuí.

– Diego

@nalgones2694

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