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Un relato exclusivo de Relaróticos.com

Los cines porno en los finales de los ’90 y principios de los 2000 eran los lugares de ligues casuales más cachondos que se podían encontrar.  

Me gustaba siempre frecuentarlos porque sin siquiera tener que hablar conseguías que te dieran una buena mamada de verga, o te volvías voyerista, viendo buenas mamadas, a veces hasta buenas culiadas.

No siempre tenías suerte… el calor de Tegucigalpa, sin embargo, me permitía ir en chores (pantaloncito corto) al cine porno, sin nada más abajo de los chores que una verga caliente, grande y rasurada así únicamente te la sacabas y ¡pum! a que te dieran una buena mamada. 

Tuve buenas experiencias casuales allí, muchas, muchas, pero la que les contaré rebasó todos los límites de mi propia imaginación y calentura. 

Para entonces yo tendría unos 30 años, iba al gimnasio y pues jamás he creído tener buen cuerpo, pero al final, siempre me lo decían, entonces iba de gran puta al cine porno con los pantaloncitos más chiquitos que te puedas imaginar.

Bueno, al grano… mencionaba mi edad y es que desde jovencito (a los 14 años probé mi primer hombre, que me llevaban 20 años) me gustaban los hombres mayores. Resulta que una noche de esas de calentura en el cine, que veo un hombre maduro, que fácilmente me llevaba unos 12 años, grueso de complexión, serio, varonil, de uno 1.75 metros, blanco y parecía tener ojos claros verdosos, se notaba que no era precisamente el ambiente en donde el se movía.

Estaba buenote, estaba rico, se veía serio y creo que empecé a seguirlo de alguna manera. El cine estaba en un segundo piso y en la parte de abajo vendían cervezas, y pues que a parte de puta, en ese entonces también la hacía de borracho.

Bajé a comprar una cerveza y que me encuentro al cuero de hombre que les describí, seguramente a veces una mirada dice más que mil palabras y cuando sentí ya íbamos para mi casa. 

No vivía lejos del cine, o más bien la ciudad era pequeña, pero aún no recuerdo cómo logré convencerlo, porque después de muchas veces de ir a cine jamás lo había visto, así que me llevé el premio mayor, pensé en ese momento. 

Llegamos a mi casa y nos fuimos directo a la cama, no está de más decir que de la entrada de la casa al segundo nivel en donde estaba el ring (mi cama) ya llegamos casi sin ropa.

Efectivamente me había sacado la big lotto esa noche, el hombre estaba aún más bueno sin ropa, tenía unas nalgas como para ir a esquiar, era blanco, fornido, buena verga, pero sobre todo un culo muy agradecido y complaciente, rosadito y lampiño.

No me quedó otra más que lamerle el culo a diestra y siniestra muchas veces, escupiéndole para poder meterle un dedo, luego dos y empezar a preparar la entrada para una buena cogida.

Recuerdo aún sus gemidos y lo bien que se ponía, ya sea de rodillas o patas arriba. A veces tenía que saltarme del hoyo rosado hacia la gran verga que se andaba cargando.

Besaba súper apasionado y tenía una lengua mágica para mamarla también, agarraba mi incircuncidada cabeza y la lamia, poco a poco, tratando de volverme loco, metía la lengua entre el prepucio hasta hacerme gotear y gemir de placer.

En resumen, le di una cogida de película porno, lo puse patas arriba, patas abajo, me monte encima, le di de lado, monté a caballo y entré y salí de ese culo rosado miles de veces, hasta que finalmente, todos sudados, acabé y me corrí como una explosión… ¡uf ya me calente de nuevo!

Creo que esa noche me había pedido un whisky y yo me tomé otra cerveza y ya medio tranquilos y tratando de respirar más sosegados platicamos un rato, me contó que era médico neurólogo y, pues como todos, no estaba acostumbrado a hacer estas cosas y que al final no se había arrepentido de nada y que se iba muy contento … y yo me quedaba aún más contento que él. 

Algunas otras veces me lo logré traer de regreso a la casa al habérmelo encontrado otra vez en el cine porno y cada vez era tan bueno como la primera; la pasábamos cogiendo, mamando, chupando, gimiendo y acabando todo el rato, siempre me quedaba agotado pero contento. 

Pues (y ahora viene la verdadera historia) resulta que una de esas noches me lo vuelvo a encontrar, para ese tiempo, pues ya habría ido a mi casa unas 4 veces más después de la primera vez y que lo empiezo a cuentear, de que qué bueno que estaba, que dejáramos de perder el tiempo y que nos fuéramos de allí, que fuéramos a mi casa y él se resistía un poco, no como las veces anteriores que ni había terminado de insinuarle que nos fuéramos cuando ya estábamos cogiendo. No, esta vez se estaba poniendo sus moños y pues como yo ya sabía lo rico que yo la pasaba con él.

Además, él era súper educado, súper macho, varonil, no amanerado y siempre hablábamos de la vida muy rico, y por eso estaba insistiendo.

Pues resulta que el Doctor me dice «me voy contigo hoy, con una condición». Yo pensé «puta, ahora me va a pedir matrimonio o que le de un anillo, qué sé yo», pero con tal de darle su buena cogida le pregunte que cuál era la condición.

Que sí, que se iba conmigo esa noche si yo cumplía su condición (acuérdense que yo iba al cine porque estaba caliente y me lo
encontraba de casualidad, nunca cruzamos celulares ni nada por el estilo, así que al encontrármelo yo tenía que aprovechar la oportunidad).
Bueno pues, me dijo, me voy contigo esta noche, si después, otro día, puedo llegar junto con mi ESPOSA a tu casa y hacemos un trío…

(To be continued)

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