🔥 Un relato exclusivo de Relaróticos 🔥

Este es mi primer relato que quiero compartirles. Está un poco largo pero estoy seguro que los disfrutarán. Para efecto del mismo cambiaré nombres. Mi historia sucedió en unas vacaciones con mis primos y hermanos.

En ese entonces yo tenía 24 años. Me llamo Ángel, soy de Monterrey, México. Mido 1.80, 77kgs, tengo cuerpo atlético-delgado, nalgón, blanco, pecoso y mi principal atractivo es que soy dark ginger, o sea pelirrojo oscuro. En ese entonces era deportista de alto rendimiento y practicaba natación, por lo cual estaba espaldón y una cintura muy definida con unos oblicuos marcados.

Cada año mis hermanos y un grupo de primos organizamos un viaje familiar. Se hace un buen ambiente porque somos varios y todos nos llevamos muy bien. Siempre es un grupo de 10 a 12 los que nos vamos. Esta vez decidimos irnos a un all inclusive en Playa del Carmen, ya que algunos andaban un poco gastados y como paquete familiar nos salió muy barato.

Apenas llegamos a nuestro destino, nos registramos en el hotel y nos fuimos inmediatamente a la alberca. Mariana, Andie y mi hermano Paulo estábamos en la alberca tomando bebidas y platicando mientras socializabamos con algunos turistas extranjeros que estaban también en el bar de la piscina.

En mi familia todos saben que soy gay y este tema es algo natural, ya que no soy el único de la familia. En un momento mi hermano y mi prima Mariana estaban de ligue, por lo que Andie y yo nos quedamos platicando de la vida y los planes que teníamos a futuro, especialmente porque los dos habíamos concluido de estudiar la carrera de medicina.

Andie siempre me vio como el hermano que nunca tuvo y yo a ella la trataba como mi hermana. Nunca pensé que esa conversación sería el presagio de lo que pasaría.

– “Rojo, nunca he entendido por qué estás soltero si eres de mis primos más lindos” – me dijo Andie. – “Ahí va de nuevo la burra al trigo. Ya vas a empezar!” – Le dije en el mismo tono de hartazgo que siempre usaba – “No, ya en serio. Está bien que nos hemos matado estudiando, pero cuándo te darás chance de … tu sabes, echarte un gusto de la vida” – “Wey! Quien te dice que no lo tengo. El que no ande de cama en cama, no quiere decir que no haya tenido mis gustos”, le dije riéndome

– “Pues si, pero sabes que te quiero mucho, eres mi hermanito y no me gusta verte solo, aunque sea ten un amigovio. Además ya tiene un año que andas soltero” agregó Andie. – “Ya sé, pero la neta, o sea ahorita viene el examen ENARM para hacer la especialidad y ya sabes, soy bien ñoño… Aunque Igual y te doy la sorpresa con estos canadienses que están aquí” – me reí

– “Chingado, decreto que se cumpla y que tengas un amor de verano” – chocó su bebida con la mía y nos reímos

Mariana se acerca muy feliz hacia nosotros y gritando nos dice que en la noche nos iríamos a un baresito en la quinta avenida con su nuevo grupo de conocidos y que no quería que nos rajáramos, porque íbamos a ir a bailar salsa. La idea nos encantó y el día continuó sin más.

Fraternizamos todos y para las 6pm nos fuimos retirando a los cuartos. Para las 8:30 de la noche mis dos hermanos y yo nos comenzamos a arreglar y nos fuimos al restaurante del hotel. Estuvimos todo el grupo familiar y el de los canadienses echando buen desmadre.

Terminado esto nos fuimos en unas camionetas hacia el bar de la quinta avenida y al llegar ya había ambiente con un grupo de cubanos que tocaban música en vivo. Una canción tras otra iba y yo bailé con mis primas y dos chicas del grupo de canadienses.

No paré como en una hora y pasado este tiempo me regresé a la mesa a descansar un poco e hidratarme. Yo veía como todos estaban en la algarabía y bailando en un ambiente muy sano.

De pronto, llega un mesero y me trae una bebida. – “¡Amigo!, te mandan esta copa”- me dijo – “Muchas gracias, pero yo no bebo. No puedo aceptarla” – “De hecho no tiene alcohol, es limonada mineral como la que estás tomando” – agregó el mesero – “¡Ay wey! y o sea ¿quién me manda esta bebida?” – “El güero de la mesa de allá” – señalándome hacia el otro lado del bar, donde estaban 4 tipos, pero por lo poco que distinguía debido a la media luz del bar es que eran extranjeros.

Tomé la bebida pero no me la iba a tomar, por aquello de que no sabes si trae algo. Sólo hice como que le dí un sorbo y brindé hacia la mesa. Me volteé y seguí viendo a mi grupo de primos cómo se divertían. Pasados unos tres minutos me interrumpieron.

– “Vos bailás muy lindo y se nota que te gusta. Mucho más que la bebida que te envié” Dí un sobresalto y me puse rojo. Volteé para ver quién era y mi cara se quedó perpleja con la visión. Era un hombre pasados los treinta, castaño claro y de ojos azules, enmarcado por una sonrisa preciosa y unos hoyuelos muy coquetos que se alcanzaban a ver aun por una barba castaña de unos 3 días quizá.

– “¿Che, no hablás español?” – me preguntó –
“No, perdón, si, o sea claro que si hablo español. Es que me sacaste de onda” y me reí nervioso
– “Ya veo, ¿Sos mexicano? ¿de alguna parte cerca? Porque no creo que vos seas local”
– “Si, soy mexicano. Soy de Monterrey, una ciudad cerca de la frontera con USA” – le dije
– “Vaya, que bien. ¿Me invitás a sentarme con vos?” – me preguntó
– “Ah, si! claro, perdón, adelante… si, es que, o sea estaba viendo a…” – le decía cuando me interrumpió
– “¡Calmáte pibe! no te pongás nervioso, sólo quiero conversar, no te haré nada. Si vos querés me voy y seguís en el kilombo (relajo)” – me dijo
– “No, perdóname. Soy un poco desconfiado, ya sabes, cosas de la inseguridad en México” – Le contesté

Comenzamos a platicar y me dijo que se llamaba Marcelo, oriundo de Buenos Aires. Estaba con un grupo de 3 amigos, habían ido de vacaciones y estaban en plan de descanso, conociendo la cultura y huyendo del frío que había en Argentina en ese momento.

Me dijo que se dedicaba a la banca y que era gay. Tenía 37 años (aparentaba como 32) y que le gustaba mucho México y sus playas. Ahí me dijo que ya tenía 3 días de haber llegado y que se hospedaban en el mismo hotel que nosotros.

Seguimos conociéndonos cuando llegó a la mesa mi prima Andie y mi hermano Paulo.

– “Rojito, ¿Todo bien?” – preguntó Paulo
– “Si, todo bien. No se preocupen, les presento a Marcelo, es de Argentina. Ellos son Paulo y Andie” – externé Se saludaron cordialmente y Andie y Paulo se regresaron a la pista a bailar.
– “¿Es tu novio o algo parecido?” – me preguntó
– “¡No, claro que no! es uno de mis hermanos” – le contesté riéndome
– “Ah vaya! pues no se parecen, vos y el son muy diferentes” – dijo

Estuvimos platicando como media hora y me dijo que se regresaba con sus amigos, pero que le gustaría verme al día siguiente en la “pileta” para seguir platicando. Yo le dije que con todo gusto y quedamos de vernos a las 12pm.

Seguí un rato en la mesa y veía que sus amigos como que le preguntaban cosas y se reían y le empujaban a manera de carrilla. Me regresé a la pista con el grupo y me empezaron a tirar carrilla mis primas. Seguimos en el bailoteo y para las 4am nos regresamos todos al hotel.

Mis hermanos, Paulo y Gonzo me hicieron preguntas de Marcelo y me pidieron que me anduviera con calma, que siempre les informara todo y que sólo querían saber que yo estuviera seguro. Les agradecí su preocupación y les dije que contaran con ello, que sólo habíamos platicado y ya.

Para las 10 de la mañana nos levantamos, nos fuimos a desayunar y después a la alberca. Yo estaba ansioso por ver a Marcelo en plena luz del día. Si bien en la media luz del bar se veía muy guapo, quería ver que no se cumpliera eso de que «de noche todos los gatos son pardos».

Por fortuna, Andie y Mariana apartaron dos palapas y unos camastros junto al área donde también se ponían los canadienses. Un poco pasadas las 12 lo ví que se acercaba con sus amigos. La alberca estaba llena por lo cual no iban a encontrar espacio libre. Para mi sorpresa estaban ya con camastros separados cerca de donde nos pusimos nosotros.

Cuando lo ví, vaya que me gustó más. Era muy alto, 1.90 mts exactamente, un cuerpo bastante bien trabajado sin ser fisicoculturista ni vigoréxico, era atlético. Dejó sus cosas y se acercó con sus amigos a saludarme. Aprovechó para presentarme a su grupo y estuve un rato con ellos.

Debo admitir que todos estaban muy guapos, pero pues a mi me interesaba Marcelo. Nos fuimos al agua y todos estuvimos comiendo y bebiendo con los canadienses y mis primos, donde mis hermanos y mis dos primas tuvieron oportunidad de conocerlo más a él y sus amigos.

Para las cinco de la tarde me dijo que si íbamos a caminar por la playa y le dije que si. Mientras paseábamos Marcelo no dejaba de mirarme y coquetearme. Estábamos a las risas y flirtreando. Caminamos como 2 kilómetros por la orilla de la playa. Al regreso, veníamos con una conversación más de cómo me gustaban los chicos y comenzamos a tocar el tema del sexo. De pronto me cambió la conversación diciendo:

– “Vos sabés una cosa, te me hacés un pibesito muy lindo y centrado pero también vos sos sexy y más en bañador. Escondés un cuerpo muy bonito debajo de la ropa” me dijo
– “Gracias, tú también estás muy galán y tienes un cuerpo de infarto” – le contesté, un poco apenado
– “Me encantás que te ponés como tu cabello, rojito por todo lo que te decí uno como cumplido” – me dijo riéndose
– “Cállate, no te burles de que me ruborizo con facilidad” – le dije empujándolo coquetamente
– “Así que sos rudo eh?, vení acá pibe, que debés respetar a tus mayores” – me decía mientras me intentaba abrazar por detrás y forcejéabamos riéndonos

Perdimos el equilibrio y caímos en la arena. Nos reíamos como niños. Se levantó y me ofreció ayudarme a pararme estirándome su mano. Le tomé su mano y en el envión para levantarme me tomó por la cintura y me dio un beso que yo correspondí apasionadamente. Al fin se rompía esa tensión que teníamos desde la noche anterior.

No sé si fueron 4, 10 o 14 segundos pero me dejé llevar.

– “Si que tenía ganas de hacer esto desde ayer y vos sabés que los besos no los pedís, los robás” – me dijo susurrándome
– “Puedes robarme lo que quieras de esta forma cabroncito” – le dije

Me abrazó otra vez y me dio otro beso más apasionado, mismo que yo le correspondí. Y cuando dejó de besarme se acercó a mi oreja y susurró:

– “Pues no veo la hora de romperte esta linda colita que me tené loco desde ayer que la vi bailar” Bajó su mano a mi trasero y lo apretó suavemente, dándome una pequeña nalgada, como asegurando que el tesoro era suyo. Me tomó de la mano y seguimos caminando por la playa hasta el punto de partida y ahí antes de despedirnos me dijo:

– “ ¿Qué pensás de lo que te dije?”
– “¿De qué?” – le pregunté
– “ Perdoná si soy directo. Mira Angel, me gustás mucho, sos un pibe hermoso, centrado, tenés una plática interesante y creo que nos estamos llevando bien. Me gustaría hacerte el amor y pasarla lindo con vos. ¿Te gustá la idea?”

Me tomó por sorpresa lo que me dijo y más por lo directo. Me quedé un par de segundos en silencio, recordé lo que me dijo Andie y respondí: – “Pues, si, por qué no. Tú también me gustas mucho” – “Hoy mi amigo Andrés que comparte habitación conmigo, se va con mis otros amigos y tu grupo a la quinta avenida, pero a mi me gustaría que vos cenaras conmigo y después subamos a la habitación a tomar una copa” – “De acuerdo, me late el plan” – le contesté, no sin sentir que el corazón se me salía.

Me dio un picorete y me acompañó hasta el edificio de habitaciones donde estaba. Nos despedimos y cada quién se retiró a su habitación. Yo tuve que decirle a mis hermanos que iría a la quinta avenida con Marcelo pero que primero íbamos a cenar y a ver el show del hotel. Me costó mucho convencerlos, pero me dijeron que si algo andaba mal enviara un whats-app o llamara inmediatamente.

El tiempo se fué a cuenta gotas y esperé a que mis hermanos se fueran para asearme y arreglarme. Eran las 9 de la noche cuando me fui al restaurante. El show del hotel ya había iniciado y la plaza principal estaba llena de turistas. Llegué al restaurante y me sentía nervioso. Busqué entre todo el lugar, como si estuviera perdido hasta que su mirada se cruzó con la mía.

Él estaba sentado viéndome, con una sonrisa y risa que lo caracterizaba. Se veía muy guapo con su bronceado y como estaba arreglado. Vestía una polo azul marino y una bermuda blanca.

– “Sabés que a veces sos muy tierno y eso me mata de vos. Parecía que vos estuvieras extraviado, pero tranquilo pibe, papi está aquí para vos” – me dijo. Después de eso sentí como una corriente de energía pasaba por todo mi cuerpo.

De verdad que este hombre me gustaba mucho. Me senté a cenar y platicamos como siempre. Nos reíamos de todo y nada. El tiempo transcurría y yo comenzaba a ponerme nervioso. Terminamos el postre y nos salimos del lugar. Comenzamos a caminar y después nos recostamos abrazados en un camastro a ver la playa y la luna. No había gente alrededor, había un gran silencio, sólo escuchábamos el oleaje y veíamos las estrellas.

Marcelo se acercó a mí, me abrazó más fuerte y me besó tiernamente. Yo le correspondí el beso tocándole su mejilla. Ambos comenzamos a intensificar los besos y hacerlos más apasionados. Así estuvimos un rato hasta que me dijo susurrándome

– “Creo que es mejor irnos de aquí y continuar de forma privada” Yo le dije que sí, pero que nos sentáramos a ver un poco más el paisaje. La verdad es que tenía una fuerte erección y no quería que se notara. Pasaron un par de minutos y me levanté. Marcelo hizo lo mismo pero se acomodó su miembro, la erección no se le había bajado. Me vió y sólo se rió diciéndome

– “Esto provocás pendejito, me tenés lubricando desde que te ví entrando al restaurante” Yo me reí y lo abracé. Caminamos abrazados hasta su cuarto, que curiosamente estaba en un edificio frente al mío.

Entramos a su cuarto y me dijo si quería algo de beber y le dije que no. Yo lo que quería era besarlo. Apagó las luces y abrió el cancel para que entrara la luz de la luna y corriera el fresco que se tenía esa noche.

Se acercó hacia mí, se puso detrás mío y comenzó a besarme el cuello. Instintivamente solté un pequeño gemido. Comenzó a desabrochar mi camisa y sus manos ásperas comenzaron a acariciar mis hombros, mis pectorales, mis abdominales.

Sentía como sus manos tocaban cada centímetro de mi piel mientras su boca hacía lo mismo en mi cuello y hombros. Su lengua caliente comenzaba a hacer estragos en mi oreja y me hacía temblar de placer. Sentía como su respiración se agitaba más y me lubricaba más mi cuello y orejas con su saliva.

Por mi parte, lanzaba mis brazos hacia atrás y acariciaba su espalda, sus nalgas, su cabeza acercándola a mí. Marcelo me desabotonó mi bermuda y me la bajó. Él ya se había quitado su polo y su bermuda. Mi bikini estaba que explotaba con la erección que ya tenía, aparte que me sentía mojado por el precum que estaba soltando y también mi trasero estaba mojándose.

Fue en ese momento en que Marcelo se pegó junto a mi y pude sentir su erección, se sentía un bulto muy duro en mi espalda baja, donde a pesar de que tenía su ropa interior puesta, podía sentir su calor y cómo latía.

Marcelo me lamía como si no hubiera un mañana y cuando estaba en mi oreja me dijo: – “Al fin podré partir en dos esta colita y vos probarás el churrasco argentino que te sabrá muy rico pendejito” Me volteó y me comenzó a besar apasionadamente que casi no me dejaba respirar.

Su cara estaba llena de lujuria, de deseo, pero también de ternura. Sus besos eran intensos y así, caminando, besándonos, me llevó hasta el tocador donde me sentó. Mis manos recorrían su bien trabajado cuerpo. Sus pectorales bien formados, sus vellos recortados me picaban un poco pero me excitaba. Sus brazos velludos me enloquecían.

Marcelo me mordía un labio mientras me besaba, sus manos apretaban mis nalgas y mi cintura jalándome hacia él, las cuales sólo se quitaban de mi cuando mis manos iban hacia su miembro y que no me dejaba tocarlo. Ese juego me hacía excitarme más. Yo estaba muy caliente y Marcelo besaba mis pezones para volver a mi cuello, mis orejas, mi boca.

Me abrazó con fuerza y me cargó, pidiéndome que lo abrazara con mis piernas en su cintura. Así caminó hacia la cama y ahí me acomodo boca abajo. Comenzó a pasar su lengua por toda mi espalda siguiendo la columna vertebral, mientras mis brazos estaban extendidos y sus manos los agarraban para que no los moviera.

Yo estaba en un gemido de placer, sentía como mi temperatura subía y me sentía sumamente caliente. Marcelo soltó mis manos y me pidió que no bajara los brazos, que apretara la almohada pero que no bajara los brazos.

Su lengua nuevamente pasó por mi espalda, mi cintura, por parte de mis oblicuos sin que me volteara por completo. Soplaba por donde había saliva, haciéndome sentir escalofríos de placer. Mi erección me mataba, me dolía mi pene de que ya quería salir de mi ropa interior. Marcelo con sus dientes fue quitándome lentamente el bikini hasta que dejó al descubierto mis nalgas.

– “No me equivoqué, desde que vi bailar esta colita supe que tenía que ser mía. Que rica la tenés pendejito, no tenés ni un vellito, parecé colita de bebé”

Acto seguido comenzó a chuparme mis nalgas, a darle mordidas pequeñas, las lamía de un lado a otro, buscando abrirse paso entre la carne para ir a mi hoyito. Su barba me hacía experimentar sensaciones que no había tenido.

Cuando sentí su lengua húmeda y caliente en mi orificio solté un gemido y me arqueé. Marcelo comenzó a darme lengua en uno de los mejores besos negros que he experimentado. Yo gemía como loco y sentía cómo lubricaba y no me podía tocar.

Después de un tiempo Marcelo comenzó a darme pequeños besos por mis nalgas, mi espalda baja, mi cintura, mis dorsales, mis hombros. Restregaba su barba por mi cuerpo. Llegó a mi cuello y comenzó a besarlo, besaba mis orejas y me pasaba nuevamente su lengua.

Así, se recostó sobre mí y pude entonces sentir todo su pene en mis nalgas, caliente y latiendo. Yo sentí un trozo grande y entonces en mi oreja me dijo: – “Ahora si verás el churrasco que vos te comerás, porque una colita como la de vos se merece sólo un pedazo de carne como el que tengo”

Se desapartó y se colocó a un lado mío hincado. Me volteó y fue cuando vi su miembro. Era impresionante lo que estaba viendo. Mi cara se puso pálida y mis ojos sólo se querían desorbitar. Marcelo pegó una carcajada y agregó:

– “Tranquilo bebé, que papi será bueno con vos, tenemos toda la noche para que seas mío sin que te duela y goces tanto como yo lo haré” Y es que Marcelo tenía un miembro de 17 cms, pero grueso como una lata de cerveza. Era blanco y por en medio cruzaba una vena azulosa hasta una cabeza rosa circuncidada. Nunca había visto un pene de ese grosor.

Mi erección incluso se vino abajo. Marcelo sólo comenzó a besarme y a decirme lo mucho que le gustaba. Tomó mi mano y me pidió que lo comenzara a masturbar, mi mano no alcanzaba a cerrar.

De verdad era una lata lo que estaba tocando, era demasiado el grosor de ese miembro y mi mente le costaba regresar al punto donde estaba. Marcelo continuó besándome y me fue bajando mi cabeza para ir hacia su miembro.

Cuando lo tuve frente a mi era hermoso, pero también enorme. Solo cerré los ojos y comencé a chuparlo a como pude. Lo lamía, lo besaba y poco a poco me fui relajando y dejándome llevar. Marcelo cerraba los ojos y gemía de placer.

Sus caderas hacían por coger mi boca, pero su pene apenas si entraba. Se recostó y comenzamos a hacer un 69. Vaya que mi amante sabía usar su lengua, de verdad que era el nirvana cada vez que me chupaba mi hoyito.

Por mi parte, yo chupaba su pene poco a poco hasta que pude meterlo en mi boca. Marcelo gritó de placer y suspendió el beso negro. Yo sentía que mis quijadas se desprendían y ninguno de los dos nos movíamos.

Yo comencé suavemente a subir y bajar y le fui encontrando el modo para darle placer a Marcelo. El sólo se retorcía de placer y gemía. – “Eso bebe, que rico que me lo comés. Sos un dios, comé toda mi pija mi amor. Que rico lo hacés” – me decía mientras gemía

Sus manos tomaban mis nalgas y trataba de lengüetearme, pero era mucho el placer que él estaba recibiendo que no podía seguir su tarea. Yo continué devolviéndole el favor después de todo el placer que me había dado.

Mi pene comenzó a crecer y eso era síntoma de que estaba de vuelta al ruedo. Así estuvimos casi media hora. Mi boca ya me dolía pero quería seguir chupando ese enorme pene. Marcelo se incorporó y me puso boca arriba, me levantó mis piernas y levantó mis caderas para lengüetear mi culito y darme placer como sólo él sabía hacerlo.

Yo pude comenzar a masturbarme suavemente, dándome doble placer. Marcelo comenzó a meterme uno, dos, tres y hasta cuatro dedos mientras seguía lengüeteando mi culito y pasando su barba por mi orificio. Yo sentía que mi ano estaba muy abierto y muy mojado.

Después de un buen rato, Marcelo abrió el cajón de la cama y sacó lubricante y un par de preservativos. Dejó dentro de mí tres dedos, moviéndolos suavemente en forma circular. Comenzó a besarme, siguiendo un rato más hasta que me dijo:

– “No aguanto más mi amor. Te quiero partir en dos esa hermosa colita que tenés. Relajate y dejá que papi te lleve al cielo. Iré despacito para que vos gocés” Yo sólo asentí y me relajé. Puso una almohada en mi espalda baja y mis piernas en sus hombros.

Continuó besándome y metiéndome sus dedos. Marcelo se puso el condón y apoyó su pene en mi entrada. Empujó un poco y yo sentí que me estaba partiendo en dos. Marcelo me acariciaba y seguía besándome para tranquilizarme.

Se notaba que ya sabía como hacer para penetrar con ese pene tan grande. Había metido una buena parte de su glande y no dejaba que su miembro retrocediera con el terreno ganado. Continuó besándome y excitándome para después empujar un poco más.

Yo grité del dolor y tensé mi cuerpo. Él sólo pasaba sus brazos debajo de mi cintura y me decía: – “Sssshhhh, poco a poco bebé, así es al inicio, pero vos verás que te llevaré al cielo cuando ya esté todo dentro de ti, haciéndote el amor. Relajate y respirá hondo”

Yo seguía sus instrucciones y cuando aspiré fuertemente aire me relajé y él aprovechó para empujar más. Yo sentía que me desmayaba. Así estuvimos, hasta que al final dio un empujón y me la metió toda. Yo grité muy fuerte y las lágrimas se me salieron.

El sólo me abrazó y me comenzó a dar tiernos besos por toda mi cara. – “Sos un pibe lindo. Así me quedaré mientras te acostumbrás. No te haré daño mi amor, quiero que goces y no me olvides después de hacerte mío. Eres sólo mío rojito. Así, como te decí tu familia. Quiero que esas lágrimas sean de felicidad y de placer mi rojito”

Poco a poco fui acostumbrándome a tener ese miembro dentro de mí. Marcelo aprovechaba un poco para moverse en círculos e irme dilatando. Él me besaba, me acariciaba para excitarme y excitarse. Tenía mucha paciencia.

Nuestros besos comenzaron a tornarse apasionados. Su lengua entraba dentro de mi boca y me succionaba como quitándome la vida. Yo estaba que explotaba de placer. Mi pene nuevamente estaba erecto y Marcelo comenzó a moverse lentamente para empezar el mete y saca en mi culito. En cada suave embestida sentía toda su virilidad dentro de mí.

El placer que me estaba dando era descomunal. Su erección era tan firme, tan dura, misma que podía sentir cada vez que me penetraba. Sin salirse, se fue orillando sobre la cama y se puso de pie al borde de ésta. Seguía bombeándome y gimiendo como desesperado.

En uno de esos movimientos me cargó y me abrazó para continuar la penetración. Yo estaba a su merced. Mis piernas en sus hombros y yo tomándole por el cuello. Era una penetración muy profunda. Poco a poco arreciaba la cadencia y me penetraba más y más. Yo lo sentía completamente dentro de mi.

El masaje anal que me estaba dando no tenía explicación. Sentía como realmente me llenaba mi ano mientras me besaba y jadeaba en mi boca y cara.

– “Dios! Es mucho, es demasiado. Me tenés loco de placer. Esta colita no es de un ángel, sos un diablillo bebe” – “Métemela más, que rico se siente. No te salgas Marcelo, hazme el amor” – le decía mientras jadeaba de placer – “Si bebe, sos mío, quiero dejarte bien abiertito para que vos sepas quién es tu macho”

Siguió dándome duras estocadas para después volverme a poner en la cama. Cuidó mucho no salirse y nuevamente se giró, acostándose y yo sentado sobre él, pidiéndome que lo cabalgara. Yo movía mis caderas para adelante y para atrás.

Seguía sintiendo un poco de dolor cada vez que entraba más su miembro en mí. Marcelo me acercaba hacia él y me abrazaba fuerte mientras me besaba apasionadamente, penetrándome más rápido y fuerte. Yo gemía entre dolor y placer, sintiendo cómo sus caderas chocaban con mis nalgas y mis huevos golpeaban su pubis.

Debo confesar que mi ano me ardía, pero no quería parar, era más el placer que estaba sintiendo por parte de mi amante. Llevábamos más de tres horas haciendo el amor. Me volteó hacia el frente pero aun sentado y me fue acomodando hasta poder quedar acostado boca abajo y el sobre mí.

Continuó penetrándome en un vaivén salvaje. Su pubis chocaba contra mis nalgas y me abrazaba a la altura de mi pecho mientras me mordía el cuello y me besaba efusivamente. El ímpetu nos calentaba y más porque podíamos vernos en el espejo del tocador, podíamos ver como nuestros rostros tenían la pasión dibujada en la cara.

Marcelo me enterraba más profundo su miembro y hacía como si quisiera atravesarme. Mi ano ya estaba muy dilatado y podía aguantar sus embestidas frenéticas. Su lengua pasaba por mi cuello buscando mis labios. Me mordía, me besaba y cada vez más el ritmo se aceleraba.

Era un potro salvaje sin domar. Mis gemidos inundaban el cuarto y Marcelo sólo atinaba a decir – “Así bebé, no parás, ah! Que ricura de nene sos, me quiero correr ya, no aguanto más, así bebé, movete y hacé que papi escupa lechita”

Marcelo comenzó a acelerar sus movimientos, sus dedos se clavaban en mi pecho y mi abdomen. Me besaba frenéticamente mientras gemía. Nuestros cuerpos sudados eran uno solo y cada vez me abrazaba como si no quisiera que me fuera mientras me penetraba duramente.

Yo comencé a sentir un calambre en mi entrepierna y era síntoma de que yo también iba a venirme. Comencé a gemir y sentí como mi pene soltaba mi esperma hacia el colchón. Aventé 6 chorros de leche que hicieron que mi ano se apretara y tensara mi cuerpo.

Marcelo no lo pasó inadvertido y dió un grito. De un movimiento rápido se salió de mí, dejándome un gran hueco que me hizo sentir un vacío frío.

De pronto sentí como chorros de su esperma caliente me estaban quemando la espalda. Marcelo gruñía e hizo para acercarse a mi cara. Siete chorros cayeron en mi cara. Me quemaban de lo calientes que estaban. Había quedado todo lleno de su semen, como si de un pastel glaseado se tratara. Espalda, pecho, cara, cabello. Habían sido más de 12 chorros los que aventó.

Cansado, se aventó sobre mí y con su boca comenzó a comer su esperma para limpiarme. Cuando pude abrir mis ojos, me besó y compartió un poco de su semen conmigo, el cual sabía muy dulce.

Sudorosos y llenos de semen me abrazó y comenzó a besarme tiernamente mientras me decía. – “¿Sabés algo? – me preguntó Marcelo – “¿Qué? – le dije mientras acariciaba su brazo – “Hacerte el amor ha sido la mejor experiencia que he tenido, y es que no ha sido sólo garchar. Nunca pensé que alguien me haría sentir como vos” – y acto seguido me dio un beso profundo y apasionado – “Yo también lo he disfrutado mucho cabroncito, hemos estado más de tres horas cogiéndonos” – “No quiero que te espantes y salgás corriendo, pero me encantás pendejito” – me dijo y me besó nuevamente

Estuvimos un rato acostados hasta que nos paramos a bañar y asearnos. Ahí en la regadera me dí cuenta que tenía un poco de sangre en las piernas. No era para menos, el tamaño del miembro de Marcelo no era normal.

Me osculté con cuidado, pero todo estaba bien. Nos bañamos y en la regadera seguimos besándonos y acariciándonos. Marcelo se volvió a erectar y quería hacérmelo en la regadera. Comencé a chupársela y pude volverme a meter todo su pene en mi boca.

Marcelo llevaba mi cara hacia él y gemía nuevamente. Ahora usé mejor mi lengua y le chupé el glande como suelo hacerlo. No demoró ni 10 minutos y se vino nuevamente.

Me tiró 7 chorros de esperma en mi pecho y mi cara. Nos fundimos en otro beso apasionado y terminamos de bañarnos.

Salimos de la ducha, nos secamos, nos pusimos la ropa interior y salimos del baño. Que sorpresa nos llevamos cuando vimos que Andrés ya había llegado y estaba en ropa interior sobre la cama. Me percaté que estaba erecto y no sé cuánto tiempo habrá estado en la habitación, ni que vió o escuchó mientras estábamos en el baño. Nos saludó con una sonrisa.

Yo tenía la intención de quedarme a dormir con Marcelo, pero mejor me vestí y me retiré a mi cuarto. Andrés sólo me dijo: – “Espero hayás disfrutado la noche pibe, que yo creo que si. Y mira, que te faltá más por disfrutar. Te vemos mañana en la pileta”

Marcelo me acompañó hasta la puerta, me abrazó muy fuerte y me pidió que no me fuera. Yo le dije que tenía que regresar a mi cuarto porque mis hermanos estarían preocupados. Con una mirada triste y una media sonrisa me besó y con un fuerte abrazo me despidió.

Pero esta historia no termina ahí. Lo que sigue se los contaré en otra ocasión. Si les gustó el relato califícalo y tengan por seguro que les contaré más del cabrón de Andrés y de Marcelo. castielmty@gmail.com

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