Cuando era niño vivía solo con mi madre, mi padre había muerto cuando yo tenía 7 años. A los nueve años recuerdo que solía tener juegos sexuales con un niño de mi edad, jugaba a agarrarle su pajarito hasta ponérselo duro. Luego jugué lo mismo con los chicos mayorcitos de 13 y 14 años que tenían pinguitas más grandes, se las frotaba y a algunos se las chupaba hasta que tiraban sus gotitas de semen.

A pesar de mis precoces actividades no era consciente de ser homosexual, simplemente hacia esos juegos con los chicos, además ninguno me había penetrado analmente. Mi madre, mientras yo crecía tuvo varios novios pues era todavía joven. Cuando cumplí mis trece años se quedó a vivir con nosotros un hombre.

Mi madre, después de seis años de viudez, había conseguido un nuevo marido, se llamaba Mario tenía 37 años y se convirtió de un momento a otro en mi padrastro. Mario era moreno, llevaba el pelo corto con canas, era alto, delgado, de músculos fuertes, trabajados.

Ni bien me conoció se dio cuenta que yo iba para maricon, entonces se burlaba o me decía cosas para perturbarme. Me preguntaba sonriendo:

– Por qué nunca me hablas de las niñas, solo hablas de niños ¿por qué será? — Como yo tenía el pelo algo largo por estar de vacaciones escolares. empezó a burlarse diciendo que parecía una niña bonita. Al molestarme se divertía, pero había cierta seducción. Una vez me llamó por teléfono un amigo del colegio y él contestó y me pasó la llamada diciendo «Rodolfo te llama tu novio».

Una tarde estábamos leyendo revistas en el sofá de la sala y él miraba fotos de mujeres casi desnudas y me las mostró diciendo «¿Alguna vez has comido un coño?» Yo me puse rojo completamente avergonzado. Entonces dijo, «ya estás en edad de ir al burdel, te voy a llevar para que te hagas hombrecito». Yo le rogué que no me llevara, rogué varias veces y tuve que aceptar que no me gustaban las niñas ni las mujeres y sí los chicos.

Mario me interrogó de tal manera que le conté todo lo de mis juegos con los niños, al terminar solo dijo: «Vaya puto que habías sido, se te sale por todo lado la mariconada, no te preocupes no se lo diré a tu mamá» y siguió viendo su revista como si nada.

Por ese entonces mi madre, por motivo de negocios, viajó tres días a provincias y tuve que quedarme solo con Mario. La primera noche me dijo que vaya a dormir con él para ver televisión, fui y lo encontré recostado solo con una trusa sleep azul, yo con mi polera y short blancos me eché a su lado y me dijo porque no practicaba deportes para ser musculoso como él «Toca mi pecho para que veas».

Sorprendido extendí mi mano que empezó temblar y vacilar, pero me la agarró y la puso sobre su pecho comencé a acariciar el pecho musculoso de Mario, sintiendo su brillante y morena piel deslizarse bajo mis blancos dedos, estuve así un buen rato.

Ya más relajado mi mano bajó a su abdomen y ahí recordé mis gratos juegos con los niños y me comencé a excitar y ya me sentía loco de deseo de tocar ese enorme bulto en el sleep que formaba su sexo, pero me faltó valor. Entonces me animó «Baja la mano un poco más y vas a conocer y sentir la virilidad de un hombre de verdad ya no la pinguita de los niños».

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Hice lo que mi instinto me mandaba hacer, metí mi mano bajo su sleep y sentí en mi mano un trozo grande de carne caliente palpitante. Mario se bajó el sleep hasta los muslos y salto una gran pinga de hombre oscura como de 20 cm y dos huevazos peludos, «¡¡¡ohhhh!!!» exclamé y pensé que con razón mamá gritaba en las noches.

Me sentí muy excitado y caliente con semejante pene en mis manos y comencé a jugar como lo hacía con los chicos, la movía, la frotaba, la veía como hipnotizado. Además, empezó a enseñarme cómo hacerlo mejor, a su pedido le acaricie los huevos grandes y peludos así estuvimos muchos minutos.

De pronto Mario retiró mi mano y con un rápido movimiento se sacó su sleep totalmente y se puso de pie al costado de la cama, casi me desmayo ante mi estaba un enorme hombre moreno desnudo con una gran pinga apuntándome para hacerme algo. entonces me dijo:

-Quítate la ropa jotita-. qué maravilloso fue recibir esa orden. Me ayudó a quitarme la polera y el short quede desnudito sentado en la cama con las piernas juntas agarrando mis rodillas. Yo veía al hombre a mi costado con su verga empalmada señalándome como un dedo negro gigante, quedé impresionado por el grosor y el tamaño acerqué mi mano y agarré la cabezota oscura que tenía descubierta y que combinaba muy bien con el «tronco» grueso que continuaba, era una verga como de 22 cm.

Yo seguía impresionado con lo que me ocurría, mi mano ya estaba húmeda con lo que salía de la cabeza de la pinga que empezaba a babear un líquido. Cuando bajé la cabeza y acerqué mi boca sentí un fuerte olor de esperma, y a sudor de macho. Cerré los ojos con ese sentir y abrí mi boca. Solo me metí su glande y ya ocupaba casi toda mi boca así comencé a mover mi cabeza a los lados.

Al principio mis labios y la lengua se concentraron en esa parte. Luego atendí al resto del monstruo; empecé a deslizar mis labios por un «tronco» duro y palpitante. Traté de tragar el palo completo disfrutando cada milímetro que entraba, como lo hice con las pingas los chicos que había chupado, pero fue imposible tragarla toda, mientras con mi manito blanca agarraba sus bolas negras sosteniéndolas.

Luego Mario sacó su pinga de mi boca y se ubicó de frente entre mis piernas y me froto la cara y los labios. El olor de hombre me dejó como «borracho». Volví a chupar la polla desesperado. Mario al principio sólo gemía, pero luego empezaron decirme cosas fuertes hasta con insultos para aclarar que él estaba al mando.

– ¡Estabas loco para amamantar la verga de tu padrastro ¿no? joto puto ¡Sigue chupando así y seguro que me vas a pedir pinga todos los días, marronazo!

Estas palabras me hicieron aún más decidido, empecé a gemir con el palo de Mario en mi boca. Él comenzó a agarrar mi cabeza para que me tragara lo más posible. Cuando su glande tocó la entrada de mi garganta sentí arcadas y saqué el palo de mi boca. En esos momentos con su polla salía una baba espesa que vino de la parte posterior de mi garganta.

Tomé aire y volví a tragarme el palo, los espasmos me ahogaban y las lágrimas fluyeron de mis ojos. Me quedé sorprendido por estas nuevas sensaciones. La sensación de chupar la pinga a un hombre adulto era increíble y nada comparable con las palomitas que, de los chicos, me dijo «¿te gusta?» y le respondí «¡Ohm si Mario tu pinga es muy rica esta deliciosa!»

Entonces empecé a prepararme para recibir la lechada en la garganta. El hombre comenzó a gemir fuerte. Parecía que esforzarse en cada gemido, como si estuviera herido de gravedad. Su cuerpo estaba todo tieso y entonces sentí el primer chorro de esperma en mi boca. Yo estaba tragando a medida que se venía y estaba impresionado con la cantidad de los espermatozoides de Mario.

En un momento yo ya no era capaz de tragar y me chorreaba por los labios, sentí náuseas, pero me contuve y seguí tragando. Me la saco un rato yo me relamía lo que salía de mis labios y seguí chupando la cabeza del palo de Mario, para tomar más leche. Miré hacia arriba y él estaba mirándome disfrutando lo que yo estaba haciendo con su pinga.
– Eres un tonto podrías ganar dinero como prostituto. Nadie se ha tragado mi leche como tú, ni tu mamá, ni las putas que conozco.

Me la sacó y se limpió la pinga con papel sanitario, yo me limpiaba con la mano, pero me dio papel para terminar de limpiarme la boca, la cara, el pecho, los dedos. Nos recostamos otra vez y paso su mano por mi cuello, mientras él prendía un cigarro y se ponía a fumar yo me fui quedando dormido.

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