Abrí los ojos al notar la luz entrar por la ventana de mi habitación. Eran ya las 10:00 de la mañana, un poco tarde para ser entre semana, pero dada la situación actual no importaba mucho la hora a la que me levantase. Llevaba ya casi dos semanas en aislamiento en casa con mis padres debido al estado de alarma por el coronavirus, aunque donde nosotros vivíamos se podría decir que estábamos bastante aislados del centro del problema.

Mi madre, al ser medica, había sido “reclutada” para atender en algún hospital de centros médicos más importantes en Madrid, por lo que en casa solo nos encontrábamos mi padre y yo desde hace poco más de unos días. Me sentía bastante cómodo con lo de quedarme en casa y no tener que ir al instituto, y no tener que estar escuchando la palabra selectividad a cada rato, lo malo era el no poder quedar con los amigos, darte una vuelta por ahí con ellos y, sobre todo, no poder “quedar” con nadie.

Mi polla estaba a reventar, toda sonrojada, culpa de la sangre que se acumulaba. Empecé a acariciarla bajo las sabanas, al dormir desnudo no encontraba ninguna resistencia para agarrarme el rabo a ciegas.

Me bajé el capullo, notando toda la viscosidad que había dejado el precum acumulado por el empalme mañanero, pringando mi mano con todo mi fluido. Saqué mi mano de debajo de las sabanas solo para olerla, llevaba dos días sin ducharme, y mi polla olía que echaba para atrás… me encantaba.

Lamí toda la palma de mi mano, saboreando mi propia esencia reconcentrada, su sabor fuerte hacia rabiar a mis papilas, y me ponía a cien. Mande a mi mano a terminar su tarea, ahora ambas manos se ocupaban de masturbar mi rabo, bajando al unisonó a un ritmo frenético.

No podía evitar gemir mientras rozaba mi capullo usando mi propio precum como lubricante, mis caderas se unieron a la fiesta, ya no me estaba pajeando, me estaba follando las manos. Las sabanas caían por un lado de la cama, dejando al aire mi cuerpo desnudo. El frio aire hacia contraste con mi piel ardiendo por estar debajo de las sabanas y pajeándome, pero apenas importaba, estaba llegando al clímax, cuando escucho abrirse la puerta de mi cuarto.

–  Vamos a desayunar Ma… – dijo mi padre dejando la frase a medio acabar al descubrirme desnudo completamente y pajeándome en la cama.
– ¡Papa coño! Llama antes de entrar joder…- grité avergonzado por haber sido pillado con las manos en la masa.

Mi padre y yo nos miramos, yo con mala cara por su intromisión a mi zona privada, más cuando estaba en un momento tan íntimo, pero mi padre me miraba de la misma forma que cuando le expresé mis dudas sobre mi sexualidad en decimosexto cumpleaños.

Su mirada vidriosa, su boca ligeramente abierta, era la misma expresión que cuando le dije que no sabía si era gay.
Yo inocente cual buen hijo que confía en su padre por encima de todo, le confesé mi atracción aparente por mis compañeros de clase.

¿Qué fue lo que hizo él para ayudar a su hijo en un mar de dudas adolescentes con las hormonas en su apogeo? Se levantó, se bajo los pantalones y los calzoncillos hasta medio muslo, una polla bastante decente y ligeramente curvada hacia abajo en forma de gancho salió disparada y dura de estos.

– Si me la chupas y te gusta hijo, sabremos si eres gay o no- dijo agarrándose el pene por el cipote y acercándolo a mis labios.

Yo miré a mi padre, y él me miró a mí, y aunque estaba en estado de shock por lo que estaba pasando abrí un poco la boca, lo cual para mi padre fue una indicación para empezar a meterme la polla dándome biberón.

Empezó lentamente para comprobar mi reacción, al ver que no oponía resistencia comenzó en un mete saca un poco mas fuerte, yo cerré mis labios entorno al cuerpo de su rabo, dejándome llevar por el calentón y el estado de shock en el que me encontraba.

Eso para mi padre fue la señal para cogerme de la cabeza y empezar a follarme la boca. Termino corriéndose en mi garganta, fue mi primera mamada.

Hubo algún que otro encuentro mas entre mi padre y yo después de mi primera probada de la leche paterna, pero empecé a sentirme mal por mantener esas relaciones con mi padre, saber que mi padre engañaba a mi madre, y conmigo nada menos, me hacia sentirme como una mierda.

Empecé a evitar estar a solas con él, no mantuvimos ninguna conversación al respecto, pero mi padre pareció entender mi rechazo por lo que habíamos hecho.

Todo volvió a la “normalidad” hasta que nos encerraron en casa por la puta cuarentena. Las miradas de mi padre al cabo de los días a mi cuando iba o volvía de la ducha, cuando me estiraba para coger algo de algún estante demasiado alto para mí, cualquier cosa que implicara enseñar algo de piel desnuda, iban haciéndose cada vez más obvias, y la ausencia de mi madre no ayudo para nada a cortar ese comportamiento.

Mi padre iba vestido con su camiseta de pijama de manga larga, y unos bóxers blancos ya algo usados (tenían ya algún roal amarillento de tanto uso). Al bajar mi vista a sus bóxers pude ver el empalme que la situación le había provocado a mi padre.

Él se dio cuenta de dónde le miraba, bajó su vista hacia su propio paquete y volvió a mirarme. Un silencio cargado de tensión reinó por unos segundos mientras nos manteníamos las miradas, pero no duro mucho.

Me incorporé aun empalmado, sentándome en la cama, mi padre se quito la camiseta, avanzando hacia mi a la vez que con la otra mano se bajaba los calzoncillos. Casi se cae intentando llegar hasta mí.

Llegó, y pude recrearme en su polla, seguía igual a la primera vez que me la dio a probar, pero era la primera vez que podía observarla junto con el cuerpo desnudo de mi padre. Era un cuerpo delgado, pero tenia su volumen fruto del gimnasio, el vello había empezado a crecer dado que no tenia que pilarse para nada, ni para follar con mi madre.

Y su barbita entrecana de cuatro días en esa carita suplicante porque pasara mi lengua por su capullo me hizo revalorar el atractivo de mi padre, joder, tenia un polvazo ahora mismo…
Adelante mi boca a la polla de mi padre, cogiéndola primero con mi mano aun húmeda por mi inacabada paja.

Mi padre echo su cabeza para atrás soltando un enorme bufido, llevaba deseando esto hace mucho tiempo al parecer. No le hice esperar más, me metí su polla en mi boca, saboreando bien el sabor de su capullo recién levantado, todos los fluidos concentrados durante la noche pasaron a mi lengua, un sabor amargo, y a la vez tan dulce, bailaba en mi boca.

LO MÁS RECIENTE

Él empujo su cadera hacia delante, quería que me la metiera hasta el fondo, y eso mismo hice. De una sola estocada me la clave hasta la garganta, metiéndola dentro incluso. Mi nariz llego al recortado vello púbico de mi padre, que bien olía…

Yo marcaba el ritmo de la mamada, se lo deje claro a mi padre cuando intento ponerme las manos en la cabeza, queriendo follarme la boca, pero yo quería más.

Se la chupaba con fuerza, tan fuerte que el ruido de mi boca sorbiendo toda mi saliva sobre su polla sonaba por toda la habitación. Mi padre empezó a gemir más alto, indicando que le faltaba poco para correrse, pero tenía planeado algo mejor.

Le solté el rabo con un sonoro “pop”, y acto seguido mi padre bajo la cabeza con una duda por expresión facial, pero le cambio completamente cuando me vio tumbarme boca arriba en la cama, abriendo mis piernas y acariciando mi ano.

– Papa…- le susurre como quien incita a alguien a cometer una fechoría, que teniendo en cuenta lo que estábamos haciendo, no estábamos muy desencaminados
– ¿Estás seguro? …- me pregunto él con una mezcla de deseo lleno de lascivia y veneración
– Si…- y estire de su polla hacia la cama, colocándola en la entrada de mi agujero

Estaba muy abierto, todo esto me había puesto cachondo como una perra, quería polla, y la de mi padre cumplía todos los requisitos para que me la tragara hasta el fondo de mi ojete. Él empezó a empujar muy despacio, casi con miedo, pero yo estaba preparado para eso y más.

– Papa fóllame el culo de una puta vez y déjate de mariconadas- dije agarrándome con ambos brazos a la parte trasera de su cuello, juntando al máximo nuestros cuerpos, nuestras caras, y consiguiendo que su polla entrara totalmente dentro de mí.
– Ah…- gemimos los dos, mirándonos, rozando nuestros labios.

Mi padre entendió lo que quería, empezó a follarme sin ningún tipo de pudor, me lamia los labios con furia, probando su propia polla a través de mi saliva, nuestras lenguas se enredaban ahogando mis gemidos.

– Matías no puedo más- me susurro mi padre al oído mientras aumentaba el ritmo, provocándome espasmos de placer

– Yo tampoco papa, voy a… aaaah- gemí cual puta mientras notaba como mi padre me dio la estocada final.

Enterrando su rabo aun mas profundo que al principio, soltando trallazos de leche cargada durante todos estos días de encierro. No necesite más, acabe corriéndome sin tocarme ahí mismo. Mi padre cayo rendido encima mía, y yo encima de la cama, rodeando a mi padre con las piernas.

Puta cuarentena.

¡Comenta! (No es necesario registrarse, solo escribe el comentario y da ENVIAR)