Un día no pude resistir tocar al hermanito de mi novio. Fue hace unos años, tenía yo 26, empecé a andar con un chico muy guapo. Héctor tenía 21 años en ese entonces. La pasábamos muy bien juntos y el sexo era muy bueno. Él era no muy alto, moreno claro con unas nalgas muy ricas, paraditas y un pene no muy grande pero que se le paraba muy sexy, siempre viendo hacía arriba.

Yo soy blanco, velludo y alto. Mi pene es más grueso que grande pero muy decente, erecto se curvea un poco hacía abajo, además siempre he sido muy caliente y aún cuando teníamos sexo muy regularmente, me pajeaba casi todos los días.

En una época, después de una tragedia familiar, Héctor se vino a vivir conmigo y sus dos hermanos menores con unos tíos, casualmente, muy cerca de mi departamento. Yo trabajaba por las mañanas en un periódico y por las tardes desde casa. Un día que regresaba vi a un chico en el metro que se estaba dejando manosear por un señor mayor. A los dos de les notaba una enorme erección, al señor sobre sus pantalones azules de traje y al chico se le hacía una casita de campaña sobre sus shorts.

Llegué a casa muy excitado. Entré a la recámara y me desnudé completamente y me hinqué sobre la cama. Me empecé a masturbar muy excitado y cuando mi pene gordo y cabezón estaba al máximo, entra Héctor a la recámara. Se excitó muchísimo y por primera vez, me lo cogí con solo saliva. Esa experiencia nos gustó mucho y lo repetíamos seguido. Yo calculaba la hora en que el llegaba y ya muy excitado me «descubría» y hacíamos de todo, pero siempre me lo cogía yo a él.

Un fin de semana que regresaba de comer con amigos llego a casa y me encuentro que está Héctor con dos chicos jugando X Box. Eran sus hermanos (de 9 y 14 años) que le pidieron pasar la tarde con él. Yo los ignoré y me fui a ver la TV a la recámara. Un rato más tarde salí por un refresco, Héctor estaba en la PC y sus hermanos metidísimos en el juego.

De reojo noté que el más grande, Raúl el de 14 años, se frotaba y tocaba por encima del pantalón, evidentemente, excitado y tratando de bajarse la calentura. Me prendió de inmediato.

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Les hice la plática a los dos y me dicen que sus tíos no los dejan jugar X Box. Cuando el hermano pequeño se para al baño invito a Raúl a jugar al día siguiente pero solo, porque no me quiero hacer responsable de su hermano menor y le pido que no le diga a Héctor nada para que no «raje» con sus tíos. Era tan tonta la idea que me quedo sorprendido cuando acepta.

Al día siguiente llega muy formal y conectamos el X Box, le digo que yo no juego pero me doy mis vueltas para ver cómo va. En una de esas lo veo otra vez excitado y yo me pongo a mil. Me siento junto a él pero no sé que hacer, estoy nervioso.

Es un chico muy guapo, alto, muy blanco y con el uniforme que le queda un poco chico. Raúl se sigue tocando sin recato, el pantalón del colegio parece que va a reventar. Me empiezo a tocar yo mismo y él parece no darse cuenta. En una de esas, de manera casual, le pongo la mano sobre la pierna, él sigue pegado a la TV, y le pregunto directamente «¿te masturbas mucho?».

Se ríe, me dice «más o menos» pero sigue viendo la TV. Le digo, «pues yo ando muy caliente y me voy a meter al cuarto a chaquetarme». Me meto al cuarto y dejo la puerta a medias. Me quito toda la ropa y empiezo la rutina como lo hago con Héctor. No pasa ni un minuto y Raúl entra.

No dice nada, le pido que se acerque y lo hace. Me toma la verga y la empieza a masturbar suavemente. Me hinco en el suelo y le bajo el pantalón. Su calzón blanco está a reventar, un pequeño trozo de su pene sin circuncidar está saliendo por el resorte. «Estoy muy caliente», me dice mientras que yo le quito la ropa y le empiezo a chupar el pene, muy suave aunque siento que no va a durar mucho.

Su verga es grande y larga, tiene mucho vello pero por lo demás es lampiño. Le meto un dedo suavemente por el culo y se viene de inmediato en mi boca. Está extasiado; no gime, grita, mientras que me clava sus dedos en mi cabeza primero para obligarme a comer toda sus espesa leche y luego tratando de alejarme cuando con mi lengua empiezo a lamer la cabeza recién venida y por ende súper sensible. Lo tengo en mi control.

«Ahora te toca ti» le digo, pero él de entrada se niega; le pellizco una nalga y su pene no termina de dormir, lo convenzo. Me la chupa, un rato; «méteme un dedo», le pido. Se lo ensaliva y lo hace. «Mételo y sácalo», lo hace. Jadea muchísimo, su pene se ha vuelto a poner duro. Siento un impulso irresistible. «Métemelo», le digo y me abro las piernas, me ensalivo el culo y acto seguido le ensalivo la verga.

Me la mete, torpe y tardadamente, pero me la meta. Y comienza su mete y saca, torpe y arrítmico al principio, pero conforme sigue se empieza a sentir cómodo y aumenta el ritmo. Su respiración se vuelve gemido, un gemido agudo de placer. Yo no puedo más, no le aguanto mucho el tamaño de verga que se carga y me voy a venir, «cógeme» le pido, «más fuerte por favor, cógeme».

Estoy por echar la leche cuando siento que se viene dentro de mi con un grito. Me vengo a chorros.

Veinte minutos más tarde, cuando se ha ido y me he recuperado, entra Héctor y me pregunta extrañado, por qué no estás haciendo «cosas»? ¿No me esperabas? Me río y le digo que me siento mal del estómago.
Raúl viene diario. La semana siguiente mientras me cogía, Héctor llegó y nos sorprendió. Fue una de los días más excitantes de mi vida. Se los cuento luego.

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