No me puedo quejar de mi vida sexual, cojo cuanto quiero. Tengo 24 años, sin novia, no me cuesta nada ligar y aunque he tenido muchas propuestas de chicos, las he rechazado todas. Tengo el cabello rizado y muy negro, igual que el vello de mi pecho, mido 175 y estoy delgado aunque fuertote.

Vivo en un departamento compartido porque la vida en Monterrey está muy cara y porque me gusta que haya gente en casa. Hace poco se ha venido a vivir Pike, un chavalillo de 18 años. Resultó que es gay. Tiene algo de encanto y es el típico guapito depilado que viste caro y cuida su cuerpo en el gym.

Ya me ha intentado convencer varias veces de que tengo de rasurarme el cuerpo para estar más bueno pero yo no me dejo. Al contrario, con Guillermo, el otro compañero del piso, nos partimos el culo cuando nos enseñó sus partes íntimas sin ningún pelillo. Parecía un cuerpo de mujer.

Nos reímos mucho con él y de sus historias de amoríos. El muy cabrón siempre se mete con las tías que me traigo a casa. A una llegó a decirle que tenía unas tetas preciosas (las tenía enormes) y que se las enseñara. Para no ser menos, yo también me meto con los chicos que trae. Los hay de muy raros y cada día diferentes aunque todos activos porque ya nos ha contado que a él le encanta chupar polla y que se la metan por detrás. De no saber casi nada de los homosexuales, en cuatro meses me he sacado un máster (aunque solamente la parte teórica).

El único tío que ha repetido es Daniel. Uno mayor, de trentaytantos que ya empieza a formar parte del paisaje del hogar. Cena con nosotros, desayuna en casa, se viene por las noches a mirar la tele. Trabaja de guarda forestal, por lo que tiene muchos días libres seguidos y aparece y desaparece cuando menos te lo esperas. Bueno, supongo que Pike se sabe sus horarios porque cuando él no está viene con otros tíos.

El lunes pasado no curraba y me levanté a media mañana. Fui en calzoncillos al baño y cuando iba a entrar, él salió envuelto en una toalla. Joder que susto, pensaba que estaba solo en casa. Pero además del susto me llevé una cierta impresión de su mirada.

Tiene el cuerpo velludo como yo, mide más o menos igual aunque es algo más corpulento y no va al gym porque con el trabajo que tiene no le hace falta para mantenerse en forma. Casi no dijo nada pero la mirada ya era suficientemente insinuante.

Desayunamos juntos en un rincón con cojines, en el suelo, y así de coleguillas hubo algún roce físico, en principio sin ánimo sexual pero la sensación de su mano en mi pierna me quedó gravada.

Los días siguientes en vez del ligue de Pike parecía un colega mío, venía a mi habitación a charlar o se quedaba en el salón con todos y solo se iba al cuarto de Pike para dormir y follar. Y cuando me quedaba solo cerraba los ojos y pensaba en su mirada, su cuerpo, más grande y fuerte que el mío. Nunca habría pensado que me alteraría pensar en unas piernas peludas, el vientre de un tío, su pecho peludo.

Ayer por la mañana coincidió que no trabajábamos y me encontró en la cocina preparando café. Me deseó los buenos días abrazándome por detrás y acariciándome el vientre. Joder, qué vértigo.

Balbuceé como pude un «buenos días» y no me giré porque estaba todo sonrojado. Mientras desayunamos no podía dejar de mirarlo con ganas, de hecho hacía semanas que no follaba, no estoy en racha.

Y él lo notaría porque, como quien no quiere la cosa, me tocó varias veces hasta que, al final, me miró fijamente a los ojos y me dijo «que bueno estás esta mañana» como no pude decir nada y eso fue para él una invitación: acercó sus labios a los míos. Qué tiernos y calientes y húmedos. Qué sabor a café, su lengua grande y dulce rebuscó la mía mientras sus manos me agarraban del cuello y de la cara. Me dejé besar y acariciar y que me tumbara y se recostara en mí.

El roce del vello de su pecho con el mío me produjo un cosquilleo que me puso a mil. Se me estaba poniendo dura. La situación era muy cachonda. Me besó la boca, el cuello, el pecho, el vientre. No sabía que alrededor de mi ombligo fuera una zona erógena, pero él me lo demostró.

Tenía la polla a punto de romper los calzoncillos. En estas, me acarició los muslos y apretó su cara contra mi paquete. Joder… yo le acariciaba los cabellos y la espalda pero sin saber mucho qué hacer.

Me derretí cuando me acabó de desnudar y empezó a mamar. Nadie me lo ha hecho como él. Ni yo mismo que cuando tenía 14 años me autochupaba el capullo. Se metió entre mis piernas para comerme bien los huevos. Me impresionó mucho su cuerpo -por lo caliente que estaba- y sus manos -por lo grandes y suaves en mi vientre y pecho y piernas-.

Noté que se me puso muy dura, pero por fortuna no soy eyaculador precoz sino todo lo contrario. Subió a besarme con su cuerpo rozando todas las partes del mío. Sus piernas peludas contra las mías. Nunca habría imaginado que eso me gustaría tanto. Me comió la boca y se fue otra vez para abajo a comerme la polla. Me abrió las piernas para comerme bien los huevos y más abajo. Eso era inédito para mí.

Un relámpago cruzó mi cuerpo, me estaba lamiendo el ojete. Pero de sopetón me vino en la mente como Pike explicaba que antes de traerse nadie a casa se aseguraba que fueran activos. ¡Ese hijo de puta me quería follar! Apreté el culo de golpe. Daniel levantó la cabeza y con un susurro me tranquilizó asegurando que no me la iba a meter, que me relajara que lo pasaría bien.

Le hice caso y no me arrepentí. Metió toda su cara entre mis nalgas levantando mis piernas con sus manazas. Perdí el mundo de vista. No sé cuanto tiempo estuvo ahí metido, pero cuando me bajó las piernas y empezó a pajearme, me corrí enseguida gimiendo como un poseso. La lefa cruzó por encima de mi cara contra los cojines.

Noté que él también se corría al notar su leche caliente –que caliente la tiene el cabrón- contra la entrada de mi culo. Se tumbó encima de mí y me besó. Mientras su lengua recorría mi boca pensé que acababa de comerme el culo, pero no me dio asco. No me reconocía. Ayer empecé a ser bisexual… me sentí estupendamente y Daniel también.

Cuando volví por la noche del trabajo Pike estaba de un humor de perros porque le habían robado la moto y tenía una cena en la otra punta de la ciudad. Decidió quedarse a dormir en casa de sus colegas porque por la noche no había autobuses para volver.

Inmediatamente Daniel me susurró que él se quedaba a dormir en mi cama. Ni me tocó, pero mi polla ya palpitaba. Y lo que me daba más morbo no era follar otra vez con Daniel, sino que después su cuerpo velludo dormiría pegado al mío.

Guillermo, el otro que vive con nosotros, no entendía nada. Y Cristina, su novia, íntima amiga de mi última ex, menos aun. Nos metidos en mi cuarto y me devoró.

Me tenía unas ganas atroces, esa noche descubrí en mi cuerpo puntos de placer que nadie, ni yo mismo, había explorado, sus manos y su lengua y todo su cuerpo tomaban el mío. Yo no tenía tiempo ni de pensar qué hacer. Hubo un momento en el que pensé que él me había comido la polla varias veces y yo casi ni había visto la suya, se la agarré en cuanto pude y quedé impresionado de su grosor, de su dureza y del calor que desprendía.

Era indudablemente más grande que la mía y eso que yo no puedo quejarme. Quería experimentar cómo era tener ese cacharro en la boca pero no tuve tiempo porque Daniel me giró boca abajo y empezó de nuevo a comerme el culo. Sus lamidas y las caricias de sus manos en mi culo, en mi espalda me relajaron como nunca mientras sentía una tremenda erección contra las sábanas.

Oí en la habitación de Guillermo la melodía de un programa de radio que escucha cada noche. Deducí que llevábamos más de una hora en la cama, más de una hora de erección sin correrse y sin bajar la guardia. Me acarició la espalda con su vello y su vientre, y me besó desde detrás pasando su mano por mi pecho. Sentí por primera vez su polla contra mi cuerpo, entre mis piernas, apretando debajo del culo. Llevó su tranca a mi ojete y lo restregó mientras me mordía una oreja.

El cabrón no lo sabía pero lo acertó: que me muerdan la oreja es mi debilidad y como no me quejaba siguió hurgando por detrás. Yo no era muy consciente de lo que venía luego pero estaba tan a gusto y todo lo que me había hecho era tan placentero que me dejé una vez más. Se apartó un poco y me levantó ligeramente, mi cara contra el cojín. Noté una punzada en el culo. Me la estaba metiendo. No pude reprimir un grito ahogado y me aparté.

El dolor era bestial. Se lo dije aunque no hacía falta. El muy cabrón intentaba convencerme de que eso era normal y que había que seguir intentándolo, que me relajara. Me cubría con su cuerpo y su olor me embriagaba. Pasado un momento dejé que lo probara de nuevo porque después de aquel dolor atroz me invadió una sensación como de placer. Mi polla se había reducido a un tamaño ridículo, pero ahora toda la atención estaba detrás.

Esta vez dolió pero aguanté con su polla inmóvil medio perforándome. Joder, qué dolor. Y cuando no me quejaba seguía entrando. Todos mis poros estaban abiertos y sudaba a lo bestia para aguantar la enculada. Empezó a moverse lentamente, rítmicamente y poco a poco apareció el placer, suavemente.

Me estaba follando cada vez más rápido y más profundo, notaba su cuerpo chocar contra el mío y lo oía jadear cada vez más fuerte. La cosa empezaba a gustarme mucho, me toqué la polla y noté que volvía a estar bien dura y babeando. Seguí acariciando hasta llegar a sus huevos, mucho más grandes que los míos.

En ese instante fui consciente de que un tío me estaba follando. El recuerdo de su polla gruesa, dura y caliente en mi mano me excitó aún más. No podía creer que ese pollón cupiera en mi culo. Estaba pensando esto cuando me levantó quedando los dos de rodillas. Me abrazaba, me acariciaba, me mordía la oreja mientras me follaba.

Me agarraba del pecho con la mano izquierda y con la derecha me agarró de la ingle acariciando también mis huevos. Daniel jadeaba cada vez más fuerte y yo también. Me cogió la polla, aspiré y me corrí a lo bestia en su mano. Él no paraba de metérmela. Me apretó fuerte contra él y se corrió dentro de mí mordiéndome un hombro.

El cristal estaba totalmente empañado. Notaba las palpitaciones de mi corazón en el culo aun lleno de su polla. No tengo palabras para explicar la sensación que tuve cuando salió de mí. Vi el condón lleno de leche y pensé que no sabía en qué momento se lo había puesto, ni me enteré.

Esta noche hemos dormimos abrazados hasta entrada la mañana. A mediodía él se ha ido y yo me he sentado a escribir esto con una sensación muy rara en el culo. Guillermo acaba de entrar. El cabrón me ha dicho riendo: «¡Qué pasa rey león! ¡Ayer sí que rugías! Jajaja ¡Entre tu y Pike me vais a montar un piso de ambiente!

¡Comenta! (No es necesario registrarse, solo escribe el comentario y da ENVIAR)