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En la clase de deportes

«Chúpame el pito» fue la frase más maravillosa que jamás oí decirle a Víctor.

Era verano, o al menos estaba muy próximo y los días de calor en el instituto se pasaban mal; te quitabas la camiseta en los partidos de fútbol y de baloncesto, te dabas duchas heladas después de educación física, abrías las ventanas en clase… pero siempre estabas sudando, siempre con esa sensación de calor pegajoso que no desaparecía.

Menos mal que al menos, entre examen y examen, en clases de Educación Física, el profesor nos dejaba jugar al fútbol si queríamos, o hacíamos juegos divertidos, o simplemente «nos rascábamos las pelotas» como se burlaba Víctor de nosotros. 

Ese Víctor era el ayudante de Ángel, es decir, estaba pasando el último trimestre tomando contacto con un centro de estudios real antes de empezar a impartir clases al siguiente curso y después de haber acabado la carrera.

Era joven y novato, y no nos diferenciábamos (hablando entre alumnos y el «profe novato») en la manera de actuar: Víctor prácticamente acababa de abandonar los pupitres por corregir los exámenes, era un alumno casi. Y era además muy enrollado. A todos nos cae bien, divertido y se le ocurren maneras muy originales de dar la clase haciendo deporte, por eso me gusta. Bueno, por eso y por otras cosillas…

Ayer, sin ir más lejos, a punto de acabar el curso (¡falta solo una semana y ya no hay exámenes!), nos dejó hacer lo que quisiéramos. Era cuarta hora, quedaban dos horas, dos largas y duras horas por delante, pero nos las pasaríamos con madre.

Mis compañeros de clase ya no venían al instituto, solamente estábamos cada mañana seis o siete, los cuatro gatos de siempre. Tres eran morras y siempre estaban juntas, así es que se puede decir que para las últimas clases del curso asistíamos tres alumnos «machos». ¡Qué récord!

Pero es normal: el verano se huele en el ambiente, la piscina, la playa, el calorcito, el agua, las pajas salvajes encima de los árboles en las excursiones matutinas en bicicleta con los amigos.

Y por eso decidimos quedarnos en el gimnasio antes de acabar la jornada a las dos y media. Total, con el aire acondicionado en el gimnasio se estaba de vicio. Solo si nos pudiésemos quitar los pantalones, estaríamos en la gloria. 

Ángel se había ido cuando sonó el timbre que nos avisaba de que teníamos Geografía e Historia. Pero Víctor no se podía marchar, porque tenía sesión de evaluación o algo por el estilo, y qué más nos daba irnos a casa que no. 

Éramos entonces cuatro: Víctor, Kike, Rafa y yo. 

Venía de beber agua cuando cerré tras de mí la puerta del gimnasio, y en medio, justo en mitad de la cancha de fútbol sala, habían puesto mis compañeros dos colchonetas para tumbarnos y pasar el rato.

Me quedé de pie (como un idiota, todo hay que decirlo) en medio del gimnasio observando los pantalones cortos del profe… Bueno, no los pantalones, sino sus piernas: eran musculosas y depiladas. ¿Haría natación? Seguramente, y entonces observé su piel morena. ¿Cómo podía estar ya dorado por el sol? 

-Eh, Adri, ven y túmbate…

Sus ojos azules miraban divertido a mis compañeros. El profesor tenía que tener veintipocos años. Y la verdad es que por ese motivo y por su forma de ser, lo veíamos más como a un amigo que como a un maestro. 

— Venga, a la de tres, ¿vale? –Iba a echarme unas venciditas con Víctor —Una… –y yo le cogí su mano, su ancha y morena mano. ¿Cómo sería verle pajearse con esa manaza? Una delicia, seguro que sí… — dos, y tres… Mmmmm,

-Caray, Víctor, qué fuerza… ganas seguro… mmmmmm….
— No te… no te creas, eh?… Y… ¡Por fin! Uff, esta mano sí que ha sido buena. Estás fuerte ¿eh?

Yo sonreía a Víctor.

— Sí, ya ves…
— A ver, a ver tu brazo, ponlo duro….

Al hablar de «duro» ya imaginarán que pensé… estaba caliente, por el calor del mediodía y por tener el cuerpo de semejante bato enfrente. ¡Cómo marcaba abdominales! Y puse duro el brazo a la vez:

— Tú haces ejercicio, ¿sí? ¿Ya han visto? Él por eso va a aprobar gimnasia…

Rafa y Kike también rieron, aunque a Kike se le oyó el comentario que dijo en voz baja:

— Tendría que ver los músculos de mi verga… Eso sí son músculos…

Y él y Rafa se reían, mientras Víctor les preguntaba riendo:

-¿Dónde tienes músculos? Aquí el amigo y yo (refiriéndose a mí, claro), sí sabemos de cuidarnos, eh? Y si no miren, miren…

Y con avidez capté todos los detalles de su cuerpo mientras se quitaba la camiseta amarilla que llevaba: sus músculos en tensión me la pusieron a tope.

-Esto es un cuerpo, ¿ves? Anda, enseña ahora tú tu cuerpazo, venga… A ver si es como éste –y llevó mi mano hasta posarla en su vientre duro: ¡Eso era un hombre bueno

Mis amigos se rieron de mí animándome a que me quitara la camiseta como Víctor.

— Eso eso, venga, quítate la camiseta… je je

Tez morena, pectorales semimarcados, ojos azules, labios sonrientes, pelo corto y castaño, facciones rectas y viriles… Mi condición de gay estaba clara, pero aquel era un macho de los de verdad: Víctor. En fin, me quitaría la camiseta…

-Guau, cómo se nota el ejercicio, eh?
— Venga ya, Víctor, no se nota nada. 
– Sí se nota si —se reía él admirándome. — No es como yo que trabajo mi cuerpo dos horas al día entre piscina y correr, pero tú aunque no lo notes, estás muy bien. Y no penséis mal vosotros dos. Anda, quítate tu camiseta también. ¡Que nos estamos asando!

Y así, nos quedamos cuatro tíos con los torsos desnudos en el gimnasio del colegio. 

Rafa y Kike tenían ya pelos en el pecho y en el ombligo. Y Víctor, morboso él, se lo ocurrió hacer notar la diferencia:

— ¿Por qué no se depilan?
— ¿Depilarse? Eso era de mariquitas…
— Pero qué va, si se depilan todos los hombres… ¿Acaso creen que yo no tengo pelos por naturaleza? Yo — seguía diciendo Víctor y mirándome de vez en cuando para ver cual era mi opinión — por depilarme me depilo hasta el culo, ¿sabéis? Mirad.

Mi verga dio un respingo. ¿Iba a enseñarlo? 

¡Sí!

Aunque para bien o para mal se puso mirando hacia mí, y si se vio algo fueron mis dos amigos los que lo apreciaron. Yo, sin embargo, pude ver mientras Víctor dejaba entrever su culo mientras se bajaba sus shorts parte de su monte de pelos y un poco de… de… 

¡Ostia! Venga ya, el profesor me estaba poniendo caldongo. Y más cuando me guiñaba el ojo como gesto de complicidad… Y ahora que lo pienso en frío, yo además me acomodaba el paquete duro dentro de mis calzoncillos, y puede ser que el profe se diese cuenta… El muy cabroncete, je je je. 

-Pues nosotros tenemos pelos en el culo, en la polla, en la barba, en las tetas y nos da lo mismo. Yo no me depilo, y menos la raja del culo…

Yo iba a dar mi opinión, pero nadie me la pidió y además mis amigos dijeron que se iban, que hacía tanto calor que no se iban a quedar allí para tocarse los cojones. Y así, se fueron. 

Yo me quedé, por supuesto: estaba con Víctor tumbado en al colchoneta, sin camiseta… Quizás algo pudiese pasar, y más con la poca vergüenza que tenía el profe a la hora de hablar de temas «eróticos»… 

Y así fue: no tardó ni cinco minutos:

-Hay que ver… los jóvenes de hoy en día están caldongos perdidos, madre mía… 

-Y eso, ¿por qué lo dices? Ja. 

-Hombre, pues mira a tus amigos… ¡Están salidos! ¿O no? 

-Bueno, mis amigos puede ser, si… Ja ja ja.

-Sí, pero eso no es todo. Mira lo que le he encontrado a unos chavales de 1º de bachillerato B, mira.

Víctor se levantó dejando tras de sí un olor a sudor y colonia. Hacía un calor insoportable. Y su cuerpo zarandeándose y sus músculos morenos hacían que me entrase un calor aún mayor… Sería mi mirada, que enardecía su aspecto y sus cualidades… Pero es que el olor a preseminal ya lo notaba bajo mis shorts.

Cuando volvió Víctor llevaba en las manos una revista… Una revista pornográfica. Y la abrió. 

-Mira en qué os entretenéis los jóvenes de hoy en día…

¿Qué quería que le dijese? La tía, morena y de muy buen ver, se estaba comiendo una longaniza increíblemente gorda.

Sonreí:

-está bien, ¿no?

-¿Bien? 

-Víctor, compréndelo.

-No está bien. ¡Está de cojones! ¡Ja ja ja! –se empezó a reír. ¡A reír, sí! ¡Se había cachondeado de mí el tío! Pero ¿qué podía hacer? Pues opté por los más lógico: reírme con él y empezar a ojear la revista con él.

-Uffff, mira esta, mira… No está nada mal… Menudo par de tetas…

-Sí, vaya par… (de cojones estaba pensando yo mirando también al tío macizo, alto y buenorro que le embutía una verga de más de veinte centímetros a la pobre actriz)…

-Sí, ¿eh? Se la quité a Rubén, el chico alto con el pelo así de punta de la otra clase. ¿Es amigo tuyo?

-No, no mucho, no le conozco casi.

-Pues a ese, y a otro le quité esta otra revista… Pero no sé si la querrás ver.

Yo le sonreí siguiéndole el juego. 

-¿cómo que no? A ver, Víctor, enséñamela… –sus pectorales se pusieron en tensión. ¿qué guardaría? Pero no me importaba: aquella visión era la más imponente de toda mi vida… Necesitaba más fotos guarras que justificasen ante él mi tremenda erección. 

Era otra revista. Pero sustituía las tetas y los culos femeninos por labios y pectorales más viriles. ¡lógico tratándose de tres hombres en una misma cama y en mitad de una orgía entre semen, sudor y desenfreno! 

-A… ¿a quién le has cogido esto?

-No lo puedo decir, tío, mira lo que significa…

Y abrió la nueva revista por la mitad. Estaba repleta de dibujos gays, de poyas enormes y de modelos sin ropa. 

-Y ya veo que se te ha puesto dura… ¿eh?

Mi corazón dio un vuelco. ¿No pensaría el profesor que yo era….? Me aparté de él para dar a parecer sorpresa. 

-Tío, eh, que a mí se me había levantado con la otra, no pienses mal, je je je…

-sí, ya… –víctor pareció seguro de sí mismo y volvió la revista para solo verla él. Luego miró como obnubilado para todas partes, de acá para allá, en el gimnasio los dos tumbados sobre una colchoneta en el caliente suelo… -. Es una pena… Pero a mí no me engañas…

-¿Por qué? –fue mi estúpida pregunta. Si era agudo, podía sonsacar muchas cosas… 

-Por que… 

Y sin más ni más, se levantó para añadir:

-Me voy. Ve levantando el culo 

-¿Por qué? ¿Adónde vas?

Y me miró, me sonrió, y entonces resopló, como dándole importancia al calor. Y ante mi sorpresa, se bajó los pantalones, los calzoncillos, y dejó colgar su semiempalmada poya ente mis ojos glotones y adolescentes…

-Me voy a duchar, ¿Tú no tienes calor? 

Y sin más ni más, se dirigió hacia el vestuario. 

Aquí se me planteaban muchas dudas. Yo no sabía (porque nunca había experimentado) cómo se deduce si alguien es gay… Y más aún si quiere algo contigo. Pero el gesto era claro y objetivo hasta para el más ciego: un profesor se había despelotado delante de mí, me había enseñado una revista pornográfica XY, ¡y había dejado bambolear su poyaza morena ante mis ojos hambrientos! Es más, ¡ahora su culo desaparece dentro del vestuario con un dedo dentro de su ojete!

Definitivamente, quería esa ducha… con él. 

El vapor convertía el vestuario en una sauna endiabladamente acalorada. Y no resistí, ni era mi intención, pero allí, y tras cerrar la puerta tras de mí y sin ver más allá de mis pies, me quité el pantalón y mis calzoncillos mojados… 

Mi pene se movía solo…

-¡Eh!

Miré a mi derecha cómo otra poya, de tan dura, no podía apenas si bajarse la piel.¡Qué espectáculo! ¡Jodeeerrrrr!

-Venga, chúpame el nabo…

Sus manos grandes me cogían de la nuca, y su poya, por razones de espacio, rozaba mis labios… su pelo olía, ensortijado, a semen, su poya me extasiaba, y por primera vez, comí. ¡Comía poya y cojones por primera vez en mi vida! Y sabían bien, a carne, a blando y a duro a la vez, con textura gruesa… Y aprendía con avidez, con egoísmo, agarrándome a su resbaladizo y dirísimo culo como si en ello me fuese la vida, como si de ello dependiese mi gusto… 

El agua nos lavó a los dos por quince minutos. 

A partir de ahí, víctor me penetró ayudado por le agua… ¡qué morboso estaba siendo, qué palabras! ¡Cómo me dolió! Dolor y corrida fueron aparejados… Incluso, después del flojeo que sigue a la dulce y gran corrida, consiguió arrancarme una segunda succionando mi pene, reviviéndolo… ¡No sabía que se podía hacer eso! Me transportó a la gloria… fue magnífico… Acabé rendido. Exhausto y rendido ante mi amante… Tumbado en la cerámica de la ducha, con su cuerpo sobre el mío, aprisionándome la verga… 

-Cuando… acaba el curso… Este verano te llevo conmigo a la playa… Y a verás… 

Y por primera vez, recibí un beso verdadero con alguien a quien quería de verdad. Un auténtico encuentro… Eso era lo que había sido.

Si queréis, podéis mandarme emilios a adriartista@hotmail.com;

Espero que no me encontréis en la ducha, porque os responderé en cuanto pueda si de verdad os interesa. ¡Un saludo a todos amigos! 😉

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