Tenía como 20 o 21 años cuando me salió una mancha en la mejilla derecha, la cual me incomodaba y viendo esto mi madre decidió llevarme con un dermatólogo que se encontraba cerca de mi casa.
El doctor era un hombres alto, ejercitado, de espalda ancha, moreno y de cabello negro sin nada de vello. Generalmente usaba pantalones de vestir un poco apretados en los que se le podía ver su bulto, y él notaba que yo le miraba ese rico bulto.
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Le dije a mi madre que iba a tener que ocupar otras dos citas médicas y que como estaban cerca si ella quería yo me iba solo. Mi madre dijo que estaba bien, ya que así ocuparía ese tiempo en sus deberes de la casa.
La segunda cita fue a las 5 pm; yo fui el último paciente en entrar. Me dijo “deja pongo el anuncio de cerrado ya que eres el último” fue, cerró y puso el letrero.
Cuando regresó se puso frente a la puerta de su consultorio y se quedó ahí unos segundos y pude ver ese bulto que tenía y que tanto me excitaba. Me dijo “voy a tener que hacerte un examen visual más detallado para ver si no tienes otras manchas de esas en la piel”.
Lo siguiente me dejó helado: “ponte de pie frente a la cama de consulta y desvístete”. Yo me puse dónde él me dijo pero solo me quité la camisa pero me dijo “también zapatos y pantalón por favor tengo que revisarte bien”.
Me dejé los calzoncillos, él me vio y sonrió. Se acercó y empezó a explorarme; me puso sus manos grandes en mi pecho y luego caminó hacia atrás para rozar también mi espalda. Yo ya estaba todo excitado y no podía ocultar mi erección por qué solo tenía el calzoncillo.
Cuando notó mi situación de entrepierna me dijo “te lo voy a quitar para que no estés tan apretado”.
Puso su manos en mis caderas y empezó a bajar mis calzoncillos lentamente con sus manos mientras recorría mis piernas. Luego se fue a mis espaldas y me dijo “sube un pie y luego el otro y quítate completamente el calzoncillo”.
Empezó a subir las manos acariciando mis piernas y luego mis glúteos pero ahí sus manos se fueron para adelante y empezó a besarme mis glúteos, después mi espalda haciéndome temblar y exaltarse por tanta excitación y caricias que me hacía.
No me di cuenta a qué horas se quitó la ropa, pero lo supe cuando me giré hacia enfrente de él y lo pude ver totalmente desnudo.
Su cuerpo era hermoso, su piel tersa y su miembro era grande y ancho, no descomunal pero si grande y ancho. Su cabeza la veía muy grande y le salía ese líquido que avisa la excitación del hombre por ya querer penetrar.
Me arrodilló y me la puso frente a mi cara y me dijo “Noté en la consulta pasada que no dejabas de ver mi verga, así que aquí la tienes, ¿se te antoja?” Sin hablar dije que sí con la cabeza. Él me la acercó más y me recorrió los labios con su cabeza húmeda como si su miembro fuera un gran colorete y me estuviera pintando los labios de color carne.
Yo sentía como me humedecía con su néctar y como me pasaba esa cabezota por mis labios me excité más y ya casi quería venirme. Después me dijo ”quieres probar” y otra vez dije si con la cabeza, y me dijo “abre tu boca”; la abrí y me fue metiendo lentamente su pene en mi boca, y solo entró la cabeza y un poco de su tronco y me dijo “mama”, y quería pero no podía.
Otra vez me dijo “mama”; yo me saqué la cabeza y me la volví a meter hasta que pude mamársela por un buen rato. Ya cuando me quería quitar me dijo “no, espera… chupa más fuerte con tu lengua, acaricia mi cabeza… hazlo” y así lo hice provocándole una venida en abundancia.
Con su leche yo sentía como me llenaba la boca y me dijo “no te quites”. Le hice señas y gemidos de que me estaba llenado de semen la boca y me dijo “tragatelos» y como no se quitó me los tragué, pero le salieron más y otra vez me lleno la boca y también me los trague.
Pensé que todo había terminado pero no era así, su miembro no se bajó nada, no siquiera se puso un poco flácido, y me dijo “esas nalgas que tienes están muy ricas muy redonditas, cuántos te han cojido”, para lo cual le dije “solo mi amigo Tony y solo me pasaba su miembro por mis nalgas hasta correrse”.
Él giró su cabeza de un lado a otro diciendo no y a su vez me dijo “hoy vas a saber lo que es en verdad cojer”. Se fue para mí espalda y me dijo “pon tus manos en la cama”, lo hice y quedé medio empinado.
Sentí como se puso de rodillas y luego pasó su lengua por mis nalgas para luego separarlas y lamerme mi anito, despacito, sin prisa. Yo estaba todo vuelto loco, al grado que me corrí sin tocarme.
Él, al ver que me corría, tomó mi miembro y me masturbó mientras me seguía lamiendo mi anito. Fue y es la mejor venida de mi vida.
Cuando terminé de venirme no.me dejó descansar y así como terminé se levantó y sentí como me puso una crema y luego me puso se cabezota apuntando a mi ano. Le dije “me va a arder con eso”, refiriéndome al Vicks que me puso y me dijo “te va a gustar».
Empujó su cabeza en mi ano obligándolo a dar entrada a esa cabeza. El dolor fue indescriptible, vi estrellitas y me quería quitar rápido, pero él con esos músculos me sujetó de tal manera que no podía zafarse, y me dijo “ahí la quería no?, entre esas nalgas”.
Yo apretando los dientes por tremenda estocada que me dió y me dijo “verdad que la querías ahí entre tus nalgas” y le dije con la cabeza que sí, pero ahí me dijo “dímelo… háblalo!. La querías entre tus nalgas”.
Gimiendo y un poco llorando le dije que sí, pero me dijo “repítelo cómo te dije». Y contesté casi en automático. “SI AHí LA QUERÍA ENTRE MIS NALGAS… AHÍ LA DESEABA”.
Apenas terminé de decirlo y me dijo “haberlo dicho antes” y empujó más. Yo pensé que ya me la había metido toda y le faltaba más de la mitad. Ahora sí ví el cielo y el infierno al mismo tiempo.
Así quedamos unos segundo minutos. Sentía como palpitaba su miembro dentro de mi, los dos de pie. Luego empezó a moverse lentamente y lentamente me fue empinando más hasta lograr ese vaivén que te saca suspiros y quejidos.
Así estuvo un rato hasta que yo ya no aguantaba y le dije “ya sácala, es demasiado” y me dijo “no quieres que me venga dentro de ti». Yo me quedé callado unos segundo, la idea me fascinó pero no quería a la vez.
Luego dijo “pídemelo, dímelo que quiere mis mecos también dentro de tu ano, dímelo” para lo cual, ya excitado, casi le grite “¡siiiii! dámelos echamelos adentro correte en mi” y sentí como su miembro se convulsionaba y se vacía dentro de mi trasero.
La explosión fue tan brutal que se agitó mucho; me llevó caminando hacia atrás a su silla se sentó sin dejar de tenerla dentro de mí y sentí como se relajo. Ahora sí su miembro se ponía lentamente flácido y poco a poco dejaba de abrirme el ano dando paso ahora a mi de ahorcarlo, y después se salió todo guango.
Ya les contaré la tercer cita con mi dermatólogo, en otra ocasión así como mi amigo Tony.