Un relato exclusivo de Relaróticos.com

Uno intuye desde siempre que es diferente y que los hombres nos gustan, hasta que la primera vez llega y comprendes que en este camino no hay vuelta atrás.

Tenía 13 años y nadaba regularmente con mi familia en un balneario muy conocido, de antaño, en Puebla. Tengo una hermana y mi papá no nos acompañaba por el trabajo, así que sólo era mamá, ella y yo.

Los vestidores, las regaderas, el vapor, todo estaba abierto para que yo observara a los señores cambiarse. Panzas, pelos, bromas de «yo te cojo», «a ver putito éntrale» y demás; yo no hablaba con nadie en realidad, sólo observaba y creo que eso fue lo que hizo que él se fijara en mí.

Un sábado, después de nadar, subí para cambiarme y me tocó un locker hasta el último pasillo y por la orilla, cuando noté a ese señor de unos 55 años, que de inmediato llamó mi atención por el pecho velludo y la barba espesa, canosa, mientras se ponía desodorante completamente desnudo.

Lo miré rápido, me volteé, pero fue lo suficiente para que notara mi mirada. Yo me iba a quitar el traje de baño, apenas iba desarrollándome pero ya llevaba rato jalándomela y conocía muy bien las erecciones.

Volteé a verlo de nuevo y se estaba secando con la toalla los huevos, hicimos contacto visual y bajó su mirada para que observara… la tenía gorda, peluda y me la estaba enseñando.

Me quedé absorto, mirando esa verga que no estaba bien parada y aún así se veía enorme. «Ven», me dijo con una sonrisa al tiempo que volteaba a ver si alguien más venía. Me acerqué y me dijo «¿Te gusta?» yo dije que sí con la cabeza y se la agarré, se puso muy dura en mi mano.

Fue menos de un minuto cuando me la quitó y se siguió secando, porque alguien se acercaba. Yo sentía que el corazón me iba a explotar y tenía una erección potente, mientras él comenzó a platicar conmigo desde la banca del otro lado, bajito para que nadie oyera pero con naturalidad como para que quien nos pudiera ver no sospechara nada.

–¿Con quién vienes, tu papá dónde está? –Mi mamá y mi hermana nada más, se están bañando –¿Quieres ir a otro lado? –Sí –Si puedes te espero en la entrada.

Todavía sin bañarme, me puse el traje y bajé a la puerta de los vestidores de mujeres, llamé a mi mamá y le dije que quería nadar más, que si me dejaba regresarme en camión. Ella puso cara de extrañeza, pero justo en esos tiempos yo quería aprender a irme solo y lo había hecho algunas veces.

Me preguntó si tenía dinero y le dije que sí, me fui a la alberca y me metí unos minutos. Ellas casi salían y pasaron a despedirse, aún no entiendo por qué mi mamá no sospechó nada, pero supongo que creyó bueno que yo buscara ser más grande ya. Ni ella, ni yo, imaginaríamos lo que vendría.

Subí muy rápido a quitarme el traje y ni siquiera me bañé, me vestí y salí casi corriendo, en todo el proceso pasaron unos quince minutos y yo pensé que ya no estaría el señor. El balneario tiene una cuesta arriba hasta la salida, así que iba muy agitado cuando me llama desde los juegos infantiles que están a un lado.

–Aquí estoy chavo ¿Cómo te llamas? –Vicente –Tranquilo Chente ¿tu familia? –Se fueron ya Sonrió. –Vamos caminando tranquilos, si alguien te pregunta soy tu tío Manuel –Ok

Caminamos a la salida, tenía miedo de encontrarme a mi familia en el estacionamiento pero él tomó la salida peatonal.

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Fuimos hasta la parada de los autobuses dorados, lo recuerdo perfecto, en el camino me dijo que no podía llevarme a un hotel pero que los dos llevábamos cosas de bañarse, así que iríamos a otro baño. En el camino se comportó normal, como si nada, yo tenía el corazón acelerado, mucho, hasta que llegamos a unos que no conocía, las Palmas, justo al lado del Circuito.

–Soy tu tío Manuel –Sí

En la taquilla pidió un privado y entramos. Me compró una Fanta con el chavo de los refrescos, que yo juraría que se dio cuenta de lo que pasaba. Adentro, prendió el vapor y me dijo que me quitara la ropa, se quitó la suya, bajó la colchoneta al suelo y se sentó en el banco de concreto. Yo estaba desnudo, erecto, en la puerta.

–¿Ya has hecho algo antes? — me preguntó
–No
–¿Sí quieres?
–Sí
–Ven — yo Me acerqué y me tomó de los hombros, me agachó y me puso frente a su verga.
–Chúpamela

La tenía durísima, yo ya le había chupado la verga a algunos amigos en la primaria, pero sólo eso, esto era diferente, porque era como un leñador que me llevaba más de 40 años de edad.

La chupé como pude, con sus manos acariciaba mi cabello y me empujaba hasta lo más que pudiera. Le chupé los huevos y él me acariciaba la espalda. Sentía sus venas y olía lo caliente de sus huevos, que lamí y lamí hasta que la quijada me dolía.

–Párate y voltéate

No sabía lo que haría, pero puse mis manos en la pared y le ofrecí mis nalgas; sentí mi primera lamida de culo, me retorcía y me dijo que no hiciera ruido, traté de obedecer pero era demasiado rico lo que sentía.

Su barba me raspaba, la lengua entraba y salía de mi ano virgen y yo sentía que volaba.

De repente se paró y comenzó besarme desde la espalda hasta el cuello y la boca, yo me dejé llevar mientras sentía cómo sus dedos buscaban mis nalgas, se puso saliva y lo sentí tratando de entrar, le dije que me dolía mucho y me dijo que era pasajero, intenté parar pero él era más fuerte que yo.

Sentí la punta de su verga en la entrada e intentó clavarla, me dolía mucho, pero no entraba, apenas estaba abriendo. Intentó varias veces sin poder meterla, estaba muy gruesa, dura, llena de pelos. Paró. Me dijo que estaba demasiado cerrado, pero que me iba a coger como fuera. Yo tenía miedo, me ardía, pero hice lo que me pidió.

Se acostó boca arriba y me dijo que yo lo iba a controlar, que me sentara en su verga poco a poco. Lo hice, me acomodé como pude y puse mis manos sobre su pecho, intenté una, dos, tres veces pero no podía, le decía que me dolía mucho y él intentaba poner más y más saliva en su verga, hasta que me dijo:

–Perdón, no grites

No tuve tiempo ni de respirar, cuando me tomó muy fuerte de los brazos y los pegó a mi Cadera, yo era delgado y muy fácil me dejó sin opciones, en el mismo movimiento empujó su cadera y con ella su verga hasta el fondo de mi ano, es real cuando dicen «que truena» porque yo lo escuché y sentí como me abría en dos, no pude hace otra cosa más que gritar, tan fuerte como doloroso era.

Muy rápido me soltó de una mano y me la puso en la boca: –CÁLLATE

No alzó la voz, lo dijo con autoridad, estoy seguro de que se escuchó afuera, pero nadie hizo nada. Yo estaba aturdido y él, con la otra mano, seguía controlando mi cuerpo. Me cogió profundo, varias veces, yo estaba aturdido de dolor, no veía ni escuchaba bien, pero sí lo recuerdo jadear me doblé y quedé sobre su pecho, mientras él me seguía metiendo y sacando ese pedazote grueso de verga que me había desquintado.

En un momento me la sacó y me volteó boca abajo, sobre la colchoneta, me dijo que no me moviera y me tapó la boca, ya sabía que podría gritar de nuevo… cuando me la volvió a meter de golpe, esta vez lo sentí hasta el fondo y dejó caer todo su cuerpo sobre mí, no podría moverme aunque hubiera querido, jadeaba en mi oído y me mordía la espalda.

Me hizo suyo como quiso hasta que me dijo que iba a terminar ya. Sentí dos, tres, cuatro disparos de mecos dentro de mí, para ese entonces yo ya disfrutaba todo. Me la sacó, me volteó boca arriba y se hincó sobre mi cara

–Chúpala

Se la chupé como pude un momento, luego se puso entre mis piernas y me la chupó por un ratito, terminó jalándomela y me vine muy rápido. Cuando terminó, me ayudó a levantarme, me miró y dijo

–Híjole sí te lastimé

Hasta ese entonces vi la sangre y el semen que escurrían por mis piernas, me bañó y secó lo mejor que pudo, al final lo abrazaba mucho, no podía hablar de la impresión y me sentía usado, pero feliz, extrañamente feliz. Saliendo nadie dijo nada, ni porque yo cojeaba.

Tomamos un taxi que nos llevó de regreso al balneario, me dejó parado fuera del estacionamiento y salió en su coche, un Grand Marquis impecable. Me llevó a mi casa y me dejó en el estacionamiento del Aurrerá que está a la vuelta. Caminé con mi maleta, doliéndome todo, pero extrañamente feliz, lo había logrado después de mucho desearlo, él me dijo que cuando lo viera en el vestidor lo saludara como mi tío.

No sé cómo creyó mi familia que me tardé porque nadé mucho y que estaba muy cansado, así que dormí toda la tarde y noche, me levantaba sólo para ir al baño y a los dos días dejó de salir sangre, yo sentía que me ardería ya para siempre, pero eso también pasó y ya tenía ganas de volver a sentir eso.

Me lo encontré en la alberca en la semana pero no lo saludé porque estaba con mi familia, sólo sonrió desde lejos. Cuando vi que subía al vestidor de hombres, le dije a mi mamá que ya me iba a cambiar. En el vapor me lo encontré y me saludó como si nada, me preguntó si estaba bien y le dije que sí, ambos sabíamos de qué hablábamos pero los que estaban ahí no podrían haberlo sabido.

Se salió, cuando terminé de bañarme y pasé por su locker, estaba hablando con un señor más joven, como de 35 años yo creo. Me miraron y él le hizo una seña como de «es él» y me dijo que si iba a ir a nadar el sábado también.

Fui, y saben lo que pasó, pero si quieren se los cuento en otro relato. Todo es real, no cambié nada más que mi nombre y tengo muchas historias más, comenta si las quieres. Vicente.

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