Un relato exclusivo de Relaróticos.com

Todo comenzó cuando tenía 15 años; iba en secundaria, en ese entonces ya sabía que me gustaban los chavos.

Nos tocaba la clase de deportes y afortunadamente nos tocó ese maestro a quien llamaremos Alejandro. Desde que lo vi me llamó la atención por el buen cuerpo que tenía: brazos fuertes, nalgas paraditas, una barba de candado y un paquete que se le notaba bastante en esos pans que siempre traía.

Durante su clase nos explicaba cómo hacer calentamientos, estiramiento de brazos, pierna, flexiones, abdominales, etc; yo siempre me perdía en su tremendo bulto que se marcaba en cada ejercicio. La rutina era que lo hiciera él y después lo hiciéramos nosotros.

Las estaba realizando mal así que Alejandro se acercó a mí y me dijo:

— ¿Que pasa, todo bien?.
— Sí, todo bien profe — le contesté y seguí con la actividad, mi mente estaba en otro mundo por pensar en ese paquete.

Terminó la clase y nos fuimos a casa; yo estaba con el boxer mojado. Llegando a casa me encerré en mi habitación, me quite toda mi ropa y pensaba en ese profesor. Tenía la app Grindr y decidí buscar a alguien para que me bajara esas ganas.

Encontré un perfil que se me hacía conocido, no tenía rostro pero se me hacía familiar; le envié msj y quedamos de vernos en la plaza a las 8 de la noche.

Llegando casi la hora me bañé, y me puse un arnés que consegui sin que mis padres se dieran cuenta. Estando en la plaza, suena mi celular con una ubicación y un msj que decía: «Estaré en mi carro gris». Me acerqué y efectivamente se trataba de él.

LO MÁS RECIENTE

– ¿Qué estás haciendo aquí? — Me dijo sorprendido.
– Te estaba esperando a tí — le contesté.
– Ehhh no, estás equivocado. — Me respondió nervioso.
– Andele profe, yo sé por qué está aquí… — le dije mientras le enseñe mi celular.
– Mmm… está bien, sube — me lo dijo algo indeciso.

Fuimos a su depa; llegando él se tomó un whisky como para terminar de relajarse.

– Así que eras tú el de esa app. Bien, entiendo que eres joven y no hay problema; pero, ¿Yo? Nadie se tiene que enterar y menos los directivos.
– ¿Quiere que no hablé?. Correcto pero tiene que darme algo.
– Ok. Dinero, calificaciones.
– Nada de eso, lo quiero a usted. — Le dije mientras me sobaba mi bulto.
-Mmmm… veré que puedo hacer.

Se acercó a mí, me empezó a besar, y poco a poco mi verga crecía más. Me quito la ropa:

— Pero qué tenemos aquí, al niño le gustan los arnés, ok entonces yo seré tu amo.

Él me hizo arrodillarme para empezar a mamarle su verga; desabroché su pantalón, traía una tanga y una gran verga gruesa se asomaba.

«Trágatela putito» me decía con una voz llena de excitación y yo, solo obedecí como el puto que era.

Estaba muy excitado, su olor a macho me prendía aún más, su verga no me cabía toda, mi saliva escurría por mi pecho.

– Si, así me gusta bebé. Ahora date la vuelta. — Obedeciendo me puse en cuatro parando mi culito para él -¿quién es tu macho he dime, quién es?
– Tú, papi, castígame — y dicho esto Alejandro me empezó a nalguear mis pompas -Ahhh me duele yaaa
– Deja de ser una nena y prepara ese culito.

Después que dejó mis nalgas rojas luego de tanto golpe, me empezó a embestir y sin previo aviso me la dejo ir toda, sin lubricante ni saliva, nada, más que solo lo que se mojó con mi boca. Me estuvo embistiendo por 20 minutos.

-Uffff siii bebé, que rico culo tienes; apretado como me gusta. La putita quiere leche; ¿va a querer leche?
-Si papi dame, quiero tragarme…

En ese momento sentí su leche en mi culito: caliente, espesa y muchos chorros. Se quitó el resto de su ropa.

«Uffff ahora cógeme a mí» me dijo. Rápidamente y con ganas de probar ese rico culote obedecí. Le hice beso negro, lo cual a él le encanto por la expresión de su cara.

Después de 10 minutos le estaba dando de mi verga: – aaaaa aaaaa así más ufffff sii. Aparentado mis tetillas le cogía más y más; hasta que sentía como me iba a venir.

— En mi pecho putito, termina en él.

Tal y como me lo pidió, termine en su pecho de macho; le embarré mi leche. Finalmente le sobaba sus bolas y verga flácida con la mano; luego me acosté junto a él.

– Jamás me había hecho beso negro; eres increíble Neto.
– Con ese culote cómo no hacerlo, profe.

Esa noche dormimos juntos. Al día siguiente en la secundaria y en la clase de deportes, el maestro explicaría un ejercicio en parejas; él las hizo y me dejó a mí sin pareja. «No te preocupes Neto; ven yo haré los ejercicios contigo» me dijo mientras disimuladamente me guiñaba su ojo.

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