Uno de mis hermanos se fue a vivir a Mazatlán, Sinaloa y en un final de curso mi mamá me llevó con ella para ir a visitarlo. Estaba en la prepa, ya me había cogido a mi cuate y seguía cogiéndo con mi amiguito de la secu. Pero no sabía cómo era eso del ligue en la calle y menos lo que ahora le llaman cruising.

Una tarde de domingo mi hermano y su esposa nos llevaron a un parque que estaba en el centro, en donde daban show unos payasos. Me dieron ganas de orinar y mi carnal me dijo en dónde había un baño público. Fui. Pagué, entré. En los mingitorios estaba un chavo como de unos 19 años, guapito, nalgón. Al entrar me tiró la mirada, sinceramente no entendía todavía cómo era el flirteo gay. Pues no hice caso.

Me saqué la verga y le bajé el cuerito para disponerme a orinar, cuando solté el chorro de reojo vi que el chavo se acercó descaradamente. Volteé y ahí estaba viendo mi verga. No sé si fue una señal involuntaria que hice o de plano se me notaba la putería. Se me paró de balazo aún orinando. Al terminar, lo exprimí desde la base y una delgada linea de líquido precum salió y alcanzó el mingitorio. Colgaba de la cabeza de mi pene.

Un escalofrio recorrió mi cuerpo, se detuvo el tiempo y se fue el sonido. Mi estómago se me estrujó como un trapo y me temblaron las rodillas. El joven me agarró la verga y sobó el glande para embarrarlo de mi liquido.

Yo respiraba acelerado, volteé hacia donde estaba la señora cobrando la entrada y le hice una seña que si no se daban cuenta y él por todo respuesta se agachó a mamármela. Una delicia de boca. Por Dios, sólo me la habia mamado rico mi amiguito de la secu. Este chico era el rey de la felación. Qué rico se la introducía, sin apretarla, sin fuerza.

Lento, pasaba su lengua le daba tiernos besos, qué amor a la verga. Sonaba su boca, sentía su paladar caliente. No mames, el peligro era latente y la adrenalina incalculable. Uff, qué rico. El joven incado movía el cuello con ritmo, y se metía la mitad de mi verga. Estaba en los cielos. Me estaba lamiendo las bolas, no aguantaba la sabrosura, era tan rico.

Yo sostenía mi bermuda y el joven dándose el gusto, me trataba la verga con tanto respeto, cuando sonó una puerta de un sanitario. Brinqué del susto y me acomodé la bermuda disponiendo a salir cuando me dijo la persona que salió que no me fuera, volteé y era también otro chavo como de unos 20 años. El otro, el que me la habia mamado no emitia ninguna palabra.

LO MÁS RECIENTE

El nuevo me llamó. Yo estaba pálido, pero caliente. Regresé. Me abrí la bermuda. Estaba temblando. Los dos se incaron y me la empezaron a mamar, se besaban, alternaban sus bocas en mi pito. Nunca habia sentido algo así. Mientras uno lamia mis bolas, el otro succionaba la cabeza. Era la gloria. No aguanté más. No avisé. Solté una carga de leche enorme. Me brincaron como diez chisguetes espesos y blancos como nubes.

Les cayó en la cara, en la playera, en el cabello. No gemí, no grité. Sólo sentía la tensión en mi cuerpo. Pero lo mejor vino ahora. Los dos chicos así incados se besaron, se lamieron la leche en la cara mientras sujetaban mi miembro que perdía rigidéz. Era una fotografía tan erótica y perversa. No podía creer lo que había pasado.

Mi excitación se redujo a asombro. Dejé de transpirar. Nadie entró al baño. Se comieron toda mi leche. Se besaban tan rico. Reaccioné. Salí corriendo. Todavía los vi. Perdidos ellos como en una película. Riquísimo. Llegué a donde estaba mi familia. Todavía no salía de mi asombro. Al rato fuimos a cenar unos tacos ahí cerca. Estaba muy callado asimilando todo.

Al pedirle mi órden al mesero lo vi y sus ojos brillaron como una chispa, minutos antes esa carita había sido bañada por mi leche adolescente y esa boquita le habia dado a mi verga el trato que merecía. Cuando se fue le quedé viendo el culo. Buenísimo.

Mi hermano por debajo de la mesa me pateó y me dijo: «disimula puto». Mi mamá y mi cuñada seguian en el chisme. Me convertí en fan del cruising y de las buenas mamadas.

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