«Sois unos cabrones»- les insulte entre risas.

Relato exclusivo: Relaróticos.com

La penumbra de una sala apenas iluminada ocultaba los colores que asomaban en mis mejillas.

Era mí despedida de soltero, y mis amigos habían organizado la más típica y protocolaria despedida de soltero. «Una gran boda gay, merece una gran despedida gay» habían dicho, y yo sabiendo que era inútil llevarles la contraria les había dejado hacer a su antojo.

Y lo habían echo a lo grande. Una de las mejores salas de fiestas de la ciudad reservada exclusivamente para mi y una veintena de amigos, todos gays salvo mi hermano, que había insistido en estar junto ha mi en un día tan especial a pesar de que el entretenimiento propuesto no era su preferido. La verdad es que no me sentía muy cómodo aunque reconozco que pese a la vergüenza estaba algo excitado y tenía muchas ganas de pasármelo bien.

Sentado en mitad del escenario vi como el boy de turno salía a escena con el disfraz de turno. Policía. Como me conocían estos cabrones. Alto, moreno, mandíbula fuerte, masculina. Era musculoso pero no estaba hinchado…fibroso, como a mi me gustan…

Se va librando de la ropa al son de la música mientras se mueve a mí alrededor y los demás le jalean divertidos. El chico lleva unos boxer de licra negros y ajustados, nada de esos tangas grimosos, es lo único que les pedí a mis colegas. Se acerca por mi espalda y comienza a darme besitos en el cuello…los pelillos de la nuca se me erizan.

«¿Cómo te llamas tío?- me pregunta en un susurro en mi oreja. Tiene una voz suave pero firme, muy sensual.

«Alejandro»- conteste alzando la voz para superar el volumen de la música.

«Ok, Alejandro, vamos a pasarlo bien. Esta noche soy tuyo.»

Bendito dinero.

Poniéndose delante mía me cogía las manos y me las puso en su culo. Duro…muy duro…me acerca el paquete a la cara dejándolo solo a unos milímetros. Sentía vergüenza por estar en una situación tan típica y hortera con una banda sonora de gritos y jaleos de una veintena de perras en celo. Aunque lo que más vergüenza me daba es que cada vez estaba más cachondo.

«Tus amigos han sido muy generosos esta noche.»- me confeso. –» Lámeme el paquete tío».

Echando la vista atrás, creo que ese fue el momento exacto en el que la gente desapareció. Ya solo le veía a él. Los ensordecedores gritos se transformaron en un apelas audible murmullo. Saque la lengua tímidamente y salve la ínfima distancia que me separaba de su boxer.

El miembro que escondían era digno de un profesional. Lo lamí y mordí con delicadeza, recorrí toda su longitud con la punta de mi lengua notando como su tamaño aumentaba más aún.

«Bájame los boxer»- me sugirió.

Yo, que aún tenía mis manos en su duro trasero, agarre solicito el elástico. Al bajarlos su polla salto libre. Era aún más grande de lo que se intuía, calculo que unos 22 centímetros. Esta vez no espere a recibir ninguna instrucción. Lamí y succione su capullo suavemente, recorrí cada pliegue, cada nervio, hasta metérmela entera. Mi respiración era muy agitada y sentía que ese cipote me ahogaba, pero me lo tragaba con avidez intentando metérmelo al máximo.

Continúe sin descanso unos minutos. Con la música no podía saber si él estaba gimiendo, pero por sus espasmos sabia que estaba disfrutando. Además me cogía del pelo marcando el ritmo de la mamada. Me puso muy cachondo saber que le estaba dando placer. Vale, yo solo era un curro para el, pero estaba haciéndole gozar. Mientras me follaba la boca recorría con mis manos sus fuertes piernas, sus increíbles abdominales y sus pelotas rebotaban en mi barbilla.

De repente me la saco de la boca y temí que el presupuesto no llegase para más. Se quito del todo los bóxer y me los puso en la cabeza, a modo de antifaz. Olían a preseminal y sudor, un olor delicioso.

Suavemente me ayudó a levantarme, y colocándose detrás de mí comenzó a desabrocharme los vaqueros…parece que no acaba la fiesta.

«Ha sido una gran mamada. Gracias tío»- Su sinceridad y dulzura me hacían olvidar que había dinero de por medio.

Me bajó de un tirón los pantalones y con ellos los bóxer. Con la polla durísima y al aire y los ojos tapados por sui ropa interior me hizo ponerme a cuatro patas sobre una especie de tarima que había visto con anterioridad sobre el escenario, preguntándome sobre su finalidad…Ahora ya la conocía. Sentí como se colocaba detrás de mí y me untaba un gel frio en el ano, introduciéndome ligeramente los dedos, lo que me provocaba escalofríos de placer. Puso su capullo en la entrada de mi cuerpo y empujó con fuerza. No me lo esperaba tan brusco. La música ahogo mi grito de dolor y mí improvisado antifaz oculto el par de lágrimas que se me saltaron. Me había ensartado más de 20 cm de golpe.

«Tranquilo tío. Ya paso lo peor. Ahora disfruta.»

Sorprendentemente el dolor se fue apagando según comenzó con sus embestidas, al principio suaves, pero que iban ganando rápidamente en profundidad. Nunca me había dejado de doler tan rápido. ¿Se puede ser también un profesional metiéndola? Se ve que sí.

Con la protección que me brindaba los decibelios de la música comencé a gemir de placer en cada embestida de su cipote. Me partía por la mitad mientras me daba azotes en el culo. A los pocos minutos note a través de la tela como se encendían las luces de la sala, hasta entonces oscura, y se apagaba la música.

El stripper me libro de mi morbosa venda y tras unos segundos de adaptación a la luz, pude ver a todos mis colegas viendo como me follaban el culo. Algunos que eran pareja estaban enrollándose montando su propio show, y otros se tocaban cachondos el paquete. Mi mirada se cruzó con la de mi hermano al que había olvidado completamente y el corazón me dio un vuelco. Tras un segundo angustioso me sonrió y me hizo un gesto de que todo estaba bien. Era el último muro de contención y la puta que hay dentro de mi tomo el control…

Gemía con fuerza con cada penetración. Todos me miraban, todos me envidiaban…y yo quería que todos vieran como me follaban. Me sentía vivo, poderoso, atractivo…

«¡Follame cabrón!- rogaba – «Siii, ahhh, siii…¡rómpeme el culo! Soy tu zorraaa…

Estaba fuera de mi, sediento de sexo…Pero lo mejor estaba por llegar…

» Vamos chicos. Esto es una fiesta para todos. Esta perra tiene la boca muy vacía. ¿Quien quiere subir al escenario a remediarlo? – Grito el boy a toda la sala.

En otra situación me hubiera horrizado. Pero ahora solo quería sexo. Mucho sexo. Sexo, sexo, sexo.

Y no tardaron en obedecerle. Tomás, un colega del curro se subió rápido al escenario. Ronda los 40 años y no se conserva mal pese a tener una incipiente barriguilla. Sin mediar palabra se posiciona delante mía y se saca la polla, un buen cipote de unos 17 centímetros. Me la meto lo mejor que puedo con los vaivenes de las embestidas. Me agarro a sus caderas y le hago una buena mamada. Pasan los minutos y como no todos tienen el aguante de un profesional ponto me la saco y entre espasmos se corrió en mi cara. Uno, dos, tres chorros calientes y viscosos cayendo por mi cara…

Pero parece que abierta la veda a la gente se le ha quitado la poca vergüenza que pudieran tener. Marcos, un colega de toda la vida se acerca con la polla ya en la mano. Di gracias al cielo porque esta tremendo y me he hecho mil pajas a su salud. Casi sin darle tiempo a colocarse me trago su cipote y lo mamo como si me fuera la vida en ello, cada vez más fuera de mí. Me coge de la cabeza y me folla la boca a un ritmo salvaje. Ha debido estar machacándosela antes porque en pocos minutos se corre en mi boca mientras me ordena gritando que me lo trague todo, cosa que hago sin dudar.

De pronto veo a mi hermano subir al escenario con semblante serio. Se acerca al stripper y le dice algo al oído. Siento un bajón. Es normal que la situación le haya superado y se sienta un poco asqueado. El chico saca su polla de mi culo dejándolo huérfano y cedido. Se quita el condón y se corre en mi cara, resbalándome la abundante lefa por el cuello y el pecho…no sé lo que costó el chico pero sea lo que sea lo vale.

Entre aplausos recoge su disfraz de poli y me deja en el escenario solo con mi hermano que me mira sin decir palabra. Me incorporo buscando mentalmente las palabras para justificar mi comportamiento el día antes de mi boda.

«Lo que ha pasado aquí esta noche se quedará aquí para siempre»- me dice.

«Por supuesto. Es solo una fiesta.» – contesto avergonzado.

Se acerca a mí lentamente y para mi asombro me besa suavemente en los labios. Cuando logro reponerme le devuelvo el beso, al que sigue otro, y otro…cada vez más apasionados. Me hace tumbarme en al suelo. Se coloca entre mis piernas, separándolas con una mano mientras con la otra se desabrocha torpemente los botones del pantalón. Su respiración es jadeante, urgente. Me penetra profundamente mirándome a los ojos. Comienza a follarme. Con ternura, con ansia, con deseo…mi hermano, con su cuerpo de adonis, sus labios carnosos, sus ojos azules…fuente prohibida de pajas durante años, de orgasmos solitarios y culpables…me está follando…y me siento renacer…

No sé si existen los orgasmos anales, pero si existen deben ser parecidos a lo que yo sentí…

«Follame Oscar….siiii…¡másss!- le susurro.

Le aprieto las nalgas contra mí para sentirle más dentro de mi…y dentro de mi es donde se corre…mirándome…siento como su leche me llena…se deja caer sobre mi jadeando…lo abrazo para impedir que salga de mi…

«Te quiero hermanito. Feliz despedida.»

» Yo también te quiero.»

Desde la barra del bar, en una esquina oscura de la sala, alejados del escenario, el camarero ha observado la escena junto con un hombre que se toma un Martini.

«Que fuerte. Vaya panda. Menos mal que el futuro marido no sabe con la puta que se va a casar…con su hermano…a saber qué diría el maridito cornudo.- le dice el camarero al hombre del Martini.

«Diría que tengo que invitar a mi futuro cuñado muy a menudo a nuestra casa» – contesta para sí el hombre del Martini con una sonrisa en la boca.

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