El hijo de la hermana de mi madre, Tomás, y yo siempre fuimos muy amigos. Un verano fuimos con el grupo de Boys Scouts a pasar unos días en la montaña.

Los días estaban pasando de lo más normal del mundo. Ambos compartíamos la misma carpa y a las 22:00 hrs. sonaba la corneta de retreta y había que irse a la cama.

Generalmente nosotros seguíamos conversando en voz baja en la carpa y escuchando música. Una de esas noches en las que estábamos muy calientes, porque hacia varios días que no habíamos podido hacernos la paja, y éramos de paja diaria, incluso nos la hacíamos juntos mirando películas porno.

Yo me empecé a sobar la verga y él hizo lo mismo. Enseguida las teníamos totalmente erectas.

Él me dio una sorpresa, apoyó la pierna sobre mi pija. Yo lo dejé que me la sobara con su rodilla. Al rato, me dijo, desnudémonos.

Yo me quité el slip y la camiseta y él también. Estábamos totalmente desnudos debajo de la bolsa de dormir. Empezó a hablar de cosas que nos ponían muy calientes y de repente me tomó la pija y me hizo la paja.

“Despacio que me vas a hacer acabar”, le dije.
“Quieres coger?”, me dijo. “Con quién, con el cura Sargento?”, le dije.

Él se rió y me dijo, “conmigo, pendejo.”

Yo, muy inocente, le pregunté, “Como?”.

Él se dio vuelta y me apoyó las nalgas en mi pija, que estaba a mil grados. Yo se la dejé apoyada entre sus nalgas y él empezó a apoyarlas contra mi verga mientras me acariciaba las bolas.

En eso, buscó un pomo del bolsillo de la carpa y se lubricó el culo. “Dale, cógeme, cógeme!”, me pidió, desesperado y en voz muy baja.

Yo estaba muy sorprendido porque nunca se me había mostrado como gay, pero estaba tan caliente que empecé a pujar. El me tomó la pija, se la colocó en el ano y fue empujando para que entrara.

“No cogiste nunca?”, me preguntó. “No, una sola vez traté pero no lo pude hacer porque la niña era muy fresa”, le respondí.

“Bueno, no vas a seguir con la paja eternamente, desvirgate conmigo”, dijo Tomás, y de repente mi pene estaba ya adentro de él hasta la mitad.

Mi primo jadeaba de placer mientras se movía para que le entrara toda. Yo le di con fuerza y le causé un dolor que lo hizo gritar.

Nos quedamos mudos de miedo de que nos hubieran oído desde las carpas vecinas, pero nada alteró el silencio de la noche en la montaña. En un rato más lo había penetrado totalmente y le di un buen rato verga pelada.

“Acábate adentro”, me dijo. Hice dos movimientos más y me estremecí mientras le soltaba tres chorros en el culo. Él se dio vuelta, apoyó la cabeza sobre el pecho y me empezó a besar las tetillas y la boca mientras me apoyaba la verga sobre la mía y hacia movimientos como para cogerme en ese lugar.

Haciendo eso soltó un buen chorro encima de mis bolas. Enseguida ambos nos quedamos dormidos. Al día siguiente le hice muchas bromas sobre el grito que había pegado porque le había roto el culo.

Sobra decir que seguimos cogiendo todos los siguientes 15 días que duró el campamento. Para el regreso, su culo estaba totalmente abierto gracias a mi.

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