🔥 Un relato exclusivo de Relaróticos 🔥

A los trece hacemos cosas muy arriesgadas sin que nos importe el peligro, la adrenalina nos mueve. Tuve un muy buen amigo en la primaria que se fue a vivir a Guanajuato, pero nuestras familias no perdieron la relación.

En el verano de 2002, que pasaba de primero a segundo de secundaria, me invitaron a viajar a Mazatlán, yo acepté feliz. Eran su papá, mamá, mi amigo y yo. A diferencia de la mía, que siempre estábamos juntos en vacaciones, en su familia nos poníamos de acuerdo para comer a una hora y el resto podíamos hacer lo que fuera en el hotel, todo incluido.

Yo estaba con unas ganas de verga impresionantes. Me escapaba de mi amigo para ver si había alguien que pareciera disponible, sobre todo me gustaban los trabajadores, chacales morenos y sudados, mis favoritos siempre.

Una noche, iba caminando por un pasillo del hotel, me encontré con un vato como de 25 años que reparaba algo eléctrico, me encantó porque estaba en cuclillas y, aunque tenía manga larga y pantalón de trabajo, se notaban unos músculos grandes. Le hice algunas preguntas de

–¿Qué estás haciendo?
–Reparo (algo eléctrico).
–Wow, se ve muy pesado ¿Cuántos años tienes?
–30
–Te ves mucho más chico ¿haces ejercicio o por qué te ves así de fuerte?
–Es por el trabajo
–¿A ver tu conejo? *dobla su brazo, va a reventar la camisa * Está grande ¿y estás igual de las piernas?
–Algo
–A ver
–¿Qué quieres? (tono de voz seco y cortante, no fue fuerte pero sí áspero). Me dio mucho miedo, pensé que me iba a reportar o algo, pero no podía parar aunque quisiera.

–Nada, pues me llama la atención que estés tan musculoso.
–¿Te gusta la verga verdad?
–Sí.
–No hagas pendejadas, eres muy niño.
–Pero si ya lo he hecho con otros.
– Pero no hagas eso, no está bien.

Yo estaba helado, seguía esperando que me reportara o le dijera a la familia con la que venía.

–Tengo un amigo que sí le gustan como tú. — Yo tiemblo.
–¿En serio?
–Sí, ven al rato más noche ya que cierre todo lo de la alberca.
–¿A dónde?
–¿Tu familia no te dice nada o con quién vienes?
–Se duermen temprano, me puedo salir.
–¿En qué habitación estás? –(le doy el número) – Como a las dos te sales por el pasillo tal y te esperas ahí abajo, ahí paso.
–Sale

Sobra decir que me fui ocultando la erección más fuerte del mundo. Cenamos y subimos al cuarto con la familia, jugamos juegos de mesa y mi mente sólo volaba hasta que diera esa hora. Yo dormía en un sofá cama junto a la de mi amigo, sus papás en la habitación principal. Miraba el reloj hasta que dio esa hora. Me puse un short y salí.

Bajé dos pisos y llegué al final del pasillo. No pasaba nadie, durante la mañana por ahí se iba a un restaurante así que era seguro. No sé cuánto esperé, pero yo tenía el corazón al mil, eterno hasta que pasó el chavo y me dijo «no mames, sí te ves muy chiquito, pero ven».

Fuimos por detrás del hotel hasta un pasillo de servicio, pasó y tocó a la puerta de un taller. Salió un señor tosco, de unos cuarenta y tantos años, sudado, con bigote, peludo, panzón pero no tanto, moreno.

–No wey, está muy chavito
–Pero él quiere Yo lo miré y afirmé con la cabeza, la adrenalina ya no me iba a dejar parar.
–Pero aquí no, a ver vente chavo.

Comenzó a caminar y yo lo seguí, le dijo al que me llevó que viniera con nosotros para echar aguas. Fuimos por un pasillo de servicio hasta otro de máquinas, detrás de la alberca. En el día hubiera habido mucha gente cerca, de noche nada. Tuve miedo.

Entramos, cerró y el otro se quedó afuera esperando. El señor me dijo que estaba muy chiquito, que cuántos años tenía. Yo le dije que trece, y comencé a sobarle la verga por encima del pantalón, se le paró enseguida.

–Ah pinche chamaco… — Me hincó, se bajó el cierre y se la sacó. No era grande, normal de unos 14 cm, llena de pelos y con una cabeza rica. Me puse a mamar como becerro, lo mejor que pude.

Él me cogía la cara y la metía hasta el fondo. Lo hizo muy rápido porque no había tiempo. Yo le chupé los huevos y ahí sí se dejó hacer un ratito, luego me la puso en la cara y se la jaló hasta que se vino en mi boca, sin más. Se subió el pantalón y abrió la puerta. Creo que se sentía culpable.

– Llévalo de regreso ya wey, lo van a buscar y te vas a meter en un pedo. — Le dijo al otro y se fue rápido. El otro se me quedó viendo, yo todavía hincado y rojo del esfuerzo. Era ahora o nunca.

– Vente un ratito. Le dije y se quedó parado en la puerta, volteó a ver si no venía nadie.

Era mi momento así que me paré y comencé a sobarsela en el pantalón, él me quitó la mano, lo veía sin saber qué hacer. Se metió y cerró.

–Te van a lastimar un día por andar así wey. Estás muy chavito. — Pero yo ya había vuelto a agarrarle la verga y estaba parada, justo eso que quería desde antes era lo que imaginé. Le dije que me enseñara su conejo y así lo hizo. Ahora lo toqué y toqué su abdomen, sin soltar su verga. Me hinqué y comencé a desabrochar su pantalón de trabajo.

Estaba sudado, el cuarto de máquinas estaba caliente, yo más. Se la saqué y no me equivoqué, no era tan larga pero sí MUY cabezona, gruesa del cuerpo también. Tenía tatuajes en la piernas y aunque no era tan velludo de todo el cuerpo, la verga la tenía peludísima.

Le lamí los huevos y me los comí con gusto, con calma. Él cerraba los ojos y, a diferencia del señor, me dejó hacer y deshacer. Lamí su cabezota y bajé su prepucio varias veces, veía cómo respiraba y se concentraba, no quería soltarse.

Chupé y chupé, mientras tocaba todo su cuerpo y sus piernas gruesas. Quería más. Me bajé el short sin que me viera y comencé a poner saliva en mi ano preparando un movimiento que sabía que sería arriesgado, pero era todo o nada.

Cuando vi que estaba muy caliente me levanté, me di la vuelta y me abrí las nalgas e intenté que quedara en la entrada pero él era más alto que yo, así que fue un poco más arriba. Noté cómo se detuvo y dudó por dos segundos. Luego tomó mi cadera en sus manos y me repegó más la verga. Supe que lo había logrado.

–Te voy a lastimar.
–No importa. — Eso fue lo único que dijimos.

Se acomodó bien la verga y me puso saliva con sus dedos, sentí cómo palpó mi ano y parece que terminó de convencerlo. No imaginaba lo que vendría. Dolor, el dolor más grande que pude sentir jamás en la vida. Él la tenía muy grande y yo era muy chico. Quien les diga que eso es placer, miente, yo sólo quise zafarme y gritar pero él ya no me dejó.

–Aguántala, ya entró.

De una, me metió la verga de una vez y hasta el fondo, yo perdí el sentido por segundos, no sabía bien lo que pasaba, él me tapaba la boca muy fuerte porque intentaba gritar y si decía algo, se irían contra él.

Cuando sintió que era seguro, me volvió a bombear varias veces, hasta el fondo, yo sentía cada centímetro entrar y salir, caliente, doloroso y aún así mi verga estaba completamente erecta. Me usó varios minutos, duro y sin detenerse a pensar otra cosa, hasta que me dijo

–Ya casi, ya casi. — Subió el ritmo, me tomaba de los pezones (seguro imaginando a una mujer) y respiraba fuerte, hasta que sentí cómo su pene se hizo más gordo y luego comenzó a venirse. Él estaba absolutamente sudado. Lo sacó y me dejó recargarme en un mueble en el que yo tenía apoyadas las manos.

Me temblaban las piernas y el ano me dolía muchísimo, como nunca me ha dolido en la vida. Hizo algo que me sorprendió. Tomó mi verga y comenzó a masturbarme como con miedo, seguro extrañado de que tuviera pocos vellos, no pasó mucho tiempo para que me viniera sobre mi propio abdomen.

Él tomó un poco de semen en sus manos y me lo dio a probar. Lo sentí «comprobando» cosas que tal vez escuchó de los gays. Yo aproveché para agarrarle la verga y los huevos de nuevo, pero él ya no quiso más, me apartó y me subió el short.

Él se abrochó el pantalón y me dijo que si me había gustado. Le dije que sí y que me iba a ir hasta el martes, me dijo que toda la semana iba a estar en el turno nocturno. Sobra decir que caminamos de nuevo por el pasillo y que quedamos de vernos otro día. Yo sólo llegué sudado y dolido al cuarto donde todos dormían profundamente, nadie se dio cuenta de nada. O al menos eso creía.

En mi adolescencia cogí mucho más que algunos en su adultez, a los 13 o 14 años todo es adrenalina. Vicente.

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