Tengo tantas ganas de vergas que las improviso: palos de escoba con amarradijo de trapos cubiertos con un condón; picos de botella de vino, de las de cuello largo; lo que me quepa en el culo; y obviamente un dildo de 18 cms que compré, de pilas, y me lo meto integro.

Usualmente me siento en los dildos: Me desnudo o me travisto, escojo el que quiero según la ocasión. Si es de chupa, lo fijo a la pared del baño o en cualquier superficie plana para que no se desubique, con una mano me lo pongo en el ano y me lo voy metiendo.

Si es de los otros, me los meto de pie o acostado; lo que importa es tener una verga entre el culo; lo que lamento es no bombearme como lo haría un hombre, o una travesti. Nunca he sentido mayor placer que una pija ente el culo me puede dar. Para nada se compara con meterle el chimbo a una hembra. No, no es lo mismo y no sabría explicar la diferencia, porque metérselo a una vieja o travesti, también es delicioso.

Mi lado travesti es que me encanta pintarme las uñas y los labios, vestir interiores de mujer, como brasier, medias con liguero y pantis; trajes cortos de faldas amplias, con manga larga para no tener que depilarme, y sin escote; tacones, prefiero sandalias de correítas.

No pueden faltar las pelucas: rubia canosa de pelo corto, castaña page boy, y larga, un poco debajo de los hombros. Con los labios pintados todas las sensaciones son diferentes: fumar un cigarro y ver mis labios estampados en el filtro, inicia mi imaginación de comerme una verga y pintarle mi labial en el pubis… o pintarme muy rojo el ano para que cuando me lo meta todo, quede mi labial en su pubis.

Las uñas pintadas son muy incitantes: las de las manos, cuando tomo una verga y la mamo, o cuando me la pongo en el ano para que me clave; las de los pies para jugar con su verga; es excitante ver la cabecita con cachucha y si ella entrar mis pies.

La última vez que me culió alguien fue Evelito, un tipo un poco menor que yo, calvito y bello; siempre me pillaba viendo fotos porno de travestis y de hombres. Una noche se me insinuó, le gustaba que se lo mamara y me acostara bocabajo; me daba verga a la lata, me gustaba mucho, su pene era sabroso, mucho, entre salado y simple, pero desapareció. Las mejores ensartadas fueron con Juan, el vecino. Yo era un jovencito como de 13 años, muy bonito y él me llevaba unas ganas que se le notaba.

Tenía un consultorio veterinario que ocupaba una vieja casona y había construido un budoir en lo que fue el patio, me daba rones con cola, me besaba rico y me cogía el pájaro; le gustaba mamármelo y acostarme bocarriba; no lo tenía muy grande, pero me entraba rico. Se mató en un accidente de avión. Antes de él hubo otro Juan, el pintor, un señor de unos 30 años que pintaba la casa de papá. Me daba pasones y me decía al oído “se lo mamo”.

Un día no me aguanté, lo busqué y le mostré mi pajarito bien parado, me pegó una mamada que me dejó temblando… se tragó el semen. Otro día aproveché que mamá había salido y me puse una babydol suya de tul azul y sus pescaderas transparentes, por el balcón interno le pedí que subiera; en cuanto me vio me alzó en vilo, me depositó en el sofá con las nalgas al aire, me puso las piernas sobre los hombros y me echó un señor polvo.

Lástima que no volvió; lo busqué donde ofrecía sus servicios de pintor en el parque Berrío, pregunté por él, nadie dio razón. Desde entonces me gusta que me den por el culo; y si no hay quien, yo mismo… y misma, lo hago.

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