Me llamo Carlos y en el 2014 me tocaba pasar el servicio militar. Mientras me subía al autobús mi madre lloraba como si nunca me volvería a ver.

Ya encima del bus me senté en la parte trasera del chofer. A mi lado, acto seguido, se sentó un hombre fornido de unos 34 años, como de 1.86 de altura, vestido con uniforme y me echó una mirada intimidante, supuse que él sería el sargento instructor.

Creo que en algún momento me quedé dormido y desperté porque sentí en mi muslo el peso de una gran mano y una voz imponente y gruesa que decía «Despierta que ya llegamos!!».

Bajamos todos y recogimos las maletas, el hombre de uniforme nos indicó cual era nuestro albergue y nos dio algunas instrucciones. Al rato de instalarnos entró al albergue y nos dio una charla y se fue.

Así pasaron dos meses sin ocurrir ningún hecho relevante. Un dia como de costumbre, después de la gimnasia matutina, terminamos cansados y sudorosos y el sargento nos dijo que nos tomáramos un descanso y algunos de nosotros nos agrupamos bajo un árbol para aliviar el calor.

Yo me quité la camisa porque era mucho el sudor. Entonces noté el sargento se acercaba y pensé me regañaría por quitármela pero para mi sorpresa el sargento me puso la mano en el hombro y me dijo «cadete, veo que tiene un cuerpo bien definido» aa lo que yo respondí «Si, es que mi padre siempre nos Inculcó el hacer ejercicios».

Noté que el sargento me miraba un tanto raro y no despegaba la mirada de mi pecho y abdomen mientras masajeaba suavemente mi hombro. Aquello me resultó muy extraño pero luego no le di importancia.

El dia paso y se acercaba la hora del baño; luego de que me bañé me dispuse rápido a vestirme porque ya eran casi las 8:00pm y por regla teníamos que ver el NTV(noticiero), para mi asombro el short que tenía pensado ponerme no lo encontraba, mire a mi alrededor y le pregunté a Antonio, que era el que dormía en la cama de al lado, si no lo había visto.

Él me dijo que no sabia de eso pero alcancé a ver en sus cosas un pedazo de tela muy parecido al short perdido, me acerque y de un tirón lo tomé y le dije «así que no sabías, ¿entonces qué es esto? ¡eres un ladrón!»


Nos fuimos a los golpes y por el barullo entró al albergue el sargento quien nos apartó y nos dijo que nos quería fuera del albergue a ambos, así que los dos salimos y ya afuera él nos preguntó cuál era el motivo de la pelea; yo le expliqué y Antonio negó todo.

El sargento dijo..
— Ya no quiero más quejas ni lloraderas; ahora los dos se me van rápido, así mismo como andan en boxers, a la cancha de básquet que van a sudar hasta que me dé la gana.

Nos dijo que nos pusiéramos en posición de plancha o lagartija, como le llaman en otros lugares, y que bajáramos y subiéramos a su orden. Así nos tuvo mas o menos unos 30 minutos aproximadamente.

Ya yo empezaba a notar como el sudor mojaba todo mi boxer y los brazos me empezaban a temblar pero el sargento nos dijo que parecíamos mariquitas ahí llorando y sin aguantar sus órdenes.

Luego nos dijo que nos mantuviéramos tumbados en el piso hasta que él dijera; se agachó y acercó su mano a mi espalda y la deslizó despacio hasta mis nalgas entonces dijo.

— Así me gustan las nalgas todas mojadas. 

Aquello me llenó de indignación pero muy dentro de mí me sentía excitado y comencé a dudar de mi heterosexualidad; él se puso de pie, dio la vuelta y se acercó a Antonio, a él le hizo lo mismo y hasta empujó un poco el dedo medio en el culo de Antonino por encima del boxer.

No sé si Antonio sentiría lo mismo que yo pero noté que una lágrima salía de su enfurecido rostro. El sargento quitó la mano, escupió en ella y levantó el boxer de Antonio para meter dos de sus dedos de un golpe en el culo de Antonio.

Mi compañero gimió de dolor y en su cara se veía la incomodidad de sentir aquellos dedos tan largos y gruesos metidos dentro de él. Yo miraba aquello asustado pero una parte de mi estaba disfrutando.

El sargento le sacó los dedos del culo a Antonio y se puso de pie mientras decía «Así aprenderás a no robar». Luego nos ordenó ponernos de pie y nos dijo «de aquí en adelante seremos muy buenos amigos, ahora vayan a bañarse y ni una palabra a nadie.

Al día siguiente fue la rutina de siempre pero era inevitable mirar a Antonio sin recordar lo sucedido. Ya en la noche, cuando entré a la sala de TV, noté que al fondo, estaba Antonio muy solitario y cabizbajo. Fui, me senté a su lado y casi en susurro le pregunté que si estaba así por lo sucedido la noche anterior. Él asintió con la cabeza y yo le dije «ya pasó».

El volteo, me miró, sonrió y volvió a asentir con la cabeza. Luego de terminar el NTV salimos y nos sentamos en la oscuridad y empezamos a hablar como buenos amigo, al rato apareció el sargento y nos dijo con tono de burla.

– ¿Y eso?, ¿ahora son novios o qué?, vengan conmigo tenemos un asunto pendiente.

Por miedo a lo que nos podría pasar, Antonio y yo le seguimos a la caseta de la bomba de agua, entraramos los tres, y una vez dentro nos dijo «Ahora ustedes son mis puticas y van a hacer lo que yo les diga si no quieren terminar el verde en un calabozo».

Acto seguido se quitó el short y la camiseta, aquel rabo salto. Creo que jamás había visto un rabo tan grande y gordo, la tenia casi tan gorda como un bate de baseball.

El sargento puso la mano en el hombro de Antonio y lo obligó a ponerse de rodillas mientras éste rompió en llanto. Yo en cambio estaba ya con la verga casi al estallar, ahora si estaba seguro de mi homoxesualidad.

El sargento puso su miembro frente a la boca de Antonio y presionó para que éste abriera y se la tragara; increíble lo que vi, apenas le cabía pero el sargento empujo con fuerza hasta casi atragantarlo para luego empezar a embestirlo como un animal mientras con las manos atraía hacia él la cabeza de Antonio.

Antonio trataba de zafarse para tomar aire pero no podía. Yo tenia la pinga casi por estallar y no aguante y me empecé a pajear mientras el sargento me miraba y sonreía. Luego me dijo «follame el culo, Carlos». Yo no lo pensé dos veces para metérsela y, aunque al principio me costó trabajo, después de unos minutos y ensalivando bien entró con facilidad.

Ya yo estaba al punto de soltar la leche cuando el sargento me dijo «sácala y aguantate, que esto no termina aquí, ya hasta Antonio parecía sentir placer puesto que ya ni se resistía. El sargento se la sacó de la boca y le hizo ponerse de pie contra la pared y bajándole el short metió dos dedos bruscamente por el culo como la primera vez y sin piedad alguna. Antonio pegó un grito y este le tapó la boca diciendo «Cállate perra».

Después de estar unos minutos el sargento metiendo y sacando los dedos y yo pajeandome viendo ese espectáculo de sufrimiento y placer al mismo tiempo, saca el sargento sus dedos, se agarra el rabo y le da una embestida a Antonio tan fuerte que lo pega a la pared.

Antonio estaba llorando cuando dejó escapar un primer jadeo de placer y le dice casi inaudible «métemela más».

El sargento se bestializó al oir esto y se lo follaba con una fuerza brutal mientras entre jadeos y gemidos me ordenó que se la metiera otra vez; rápidamente hice lo que el me mando y sentía un placer enorme cogiendome a aquel hombre tan grande y fuerte.

Yo gemía de gusto y no aguanté más y le solté toda la leche dentro; luego se la saqué y él también se corrió dentro de Antonio. Después el sargento se puso de espaldas a Antonio y le dijo «ahora fóllame té a mi».

Antonio recuperó el aliento rápidamente y sin trabajo alguno se la metió toda de un tirón aprovechando que ya yo le había dejado el culo bien dilatado al sargento.

Luego de unos minutos de intensos movimientos ya se me estaban poniendo dura nuevamente y mire a Antonio, era como si pensáramos en lo mismo. Rápidamente pusimos al sargento a cuatro patas y mientras Antonio se la metía arrodillado yo me dispuse a cruzar el pie por encima y después baje hasta colocar mi glande cerca del culo del sargento.

Traté de meterlo pero no pude, el culo ya estaba ocupado por el rabo de Antonio así que intenté meterla a la fuerza, lo sujeté por la cintura y empujé fuertemente. Le entró.

El sargento estaba loco de dolor y trató de zafarse gritando que no, pero entre Antonino y yo logramos sujetarlo y taparle la boca y así se la metíamos y sacábamos al unísono por largo rato hasta que nos corrimos dentro de él, era nuestra venganza.

Nos paramos, nos vestimos y lo dejamos allí loco de placer con el culo chorreante de nuestro semen.

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