🔥 Un relato exclusivo de Relaróticos 🔥

Hola, soy un hombre bisexual de 42 años, 1.70 m de alto y 65 kg. Soy de México y vivo en Estados Unidos desde hace un buen tiempo. En general me consideran guapo tanto hombres como mujeres.

La historia que les platico es real, me sucedió hace algunas semanas que me encontraba buscando alguien online para pasar un buen rato. Comencé una conversación con un tipo hindú o pakistaní. Me dijo que era activo y me invitó a su casa.

Por sus fotos se veía bastante atractivo y con una mirada muy intensa. Le pregunté si le gustaba ser dominante y me dijo que si. Como estaba muy cerca decidí ir a visitarlo.

Me tomé un baño y una ducha, y saqué algunos cordones y lubricante por si acaso. Me vestí con solo una camiseta y unos pantalones deportivos muy delgados y algo ajustados. Me gusta sentirme sexy cuando voy a una cita con un hombre.

Llamé a su puerta y abrió enseguida. Me invitó a pasar y me llevó directo a su recámara. Ahí me abrazó con fuerza recorriendo todo mi cuerpo con sus manos, sintiendo la firmeza de mis músculos. Sus manos llegaron a mis nalgas mientras yo rodeaba su cuello con mis brazos. Me miraba fijamente a los ojos mientras metía sus manos dentro de mi pantalón, bajándomelo lo suficiente para dejar mi culo al aire.

Sentí entonces que me besaba, introduciendo su lengua en mi boca con fuerza, mientras uno de sus dedos hurgaba en mi esfínter, penetrándome al mismo tiempo que su lengua en mi boca. De repente, me sacó la camiseta con un sólo movimiento y me volteo de espaldas hacia él.

Con las dos manos me bajó los pantalones hasta los tobillos y me llevó hacia la pared, haciéndome extender las manos para detenerme. Me abrazó por detrás haciéndome sentir todo su cuerpo pegado al mío. Solo que mi cuerpo estaba ya completamente desnudo.

Sentí la tela de sus jeans rozándome la piel, mientras restregaba su erección contra mi cuerpo. Me jalo del cabello hacia atrás, haciéndome arquear mi espalda y me dijo al oído: «¿Sientes la verga que te vas a comer?» Yo le contesté que si. Me ordenó que no me moviera.

Escuché como se aflojaba el cinturón, cuya fría hebilla me había rozado la piel varias veces. Con una pierna me hizo separar las mías de manera que quedé doblado y expuesto a él. Así me ordenó que separará mis nalgas con mis propias manos.

Me metió entonces dos dedos en la boca advirtiéndome que los ensalivara bien. Después me los insertó al mismo tiempo en el culo, haciéndome respingar y sacar un quejido mientras sentía como estrechaba mi ano con sus dedos.

Luego, sin más, me soltó una fuerte nalgada en cada lado. No pude evitar un grito de dolor y sorpresa. «¿Te gusta?» me dijo, a lo que respondí suavemente que sí. Vinieron tres nalgadas más, mi respiración se hizo más agitada. Lo siguiente fue sentir su mano en mi cabeza, haciéndome fuertemente de los cabellos para hincarme frente a él.

Me dijo: «Levanta la cara». Pude ver una sonrisa siniestra en su cara, que me miraba con altivez, mientras me encontraba ahí postrado, desnudo a sus pies. Me soltó una leve cachetada. Yo lo mire de nuevo. Me pregunto si me gustaba. Yo solo puse la otra mejilla. La siguiente fue más fuerte.

Yo le dije: «Gracias». Me dio unas cuantas más mientras yo cruzaba mis brazos detrás de mi espalda. Luego me metió de nuevo los dedos en la boca. Esta vez hurgando profundamente hasta hacerme atragantar.

Me ordenó colocar mis manos detrás de mi nuca. «Cierra los ojos y abre la boca» me dijo mientras su mano levantaba mi barbilla. Escuché el sonido del cierre de su pantalón e inmediatamente después mis labios sentían la suave punta de su pene rozándolos, y mi lengua tocaba la gota de presemen que salía de su ojete.

Me dejó saborear esa cabeza hinchada. Le besé desde la punta hasta la raíz. Mi lengua jugueteó con su cabeza, chupándola como si fuera una paleta de caramelo. Le besé los huevos. Luego los lamí y logré succionarlos, uno a uno y luego los dos juntos.

El aroma embriaga a hombre de sus vellos me embriagaba. Disfruté saboreando y oliendo cada centímetro de su virilidad. Poco a poco sentía su miembro tornarse más grueso y más duro. El juego en mi boca comenzaba a llegarme ya hasta la garganta. Cada vez más difícil recibir toda su herramienta en mi boca. Sentí de repente sus manos lado a lado sujetándome la cabeza firmemente. Y me dijo: «abre los ojos».

Les contaré el resto en el siguiente relato. Espero sus comentarios

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