Alto, delgado, pelado corto, ojos pardos, labios rojos, semi carnosos, nariz respingada. Fuerte y atlético. Carácter sanguíneo. 16 años. Muy viril. Fumaba. 

Un día, me invitó a jugar, correteábamos, como es natural, nos alejamos un poco, de los mayores, el corría como es lógico, más rápido, se metió en un cuarto vacío, allí fui a buscarlo.  

Entré, el cuarto semi oscuro, estaba lleno de papeles viejos regados por el piso, olor a humedad y a polvo, miro a mi alrededor y no lo veo; detrás de la puerta me acechaba sigiloso, en un descuido, me besó en la boca y me apretó a él, traté de resistirme, pero me dijo:

—Putica, déjate de cuentos, yo sé que te gustan los machos, no eres señorita, te ví hace días, en el otro patio, cuando Dan te bajaba los pantalones y te besaba, yo estaba en la azotea del edificio de al lado y lo ví todo. No eres varón, eres una putica…y serás mía sola. Desde ahora harás todo lo que te mande, serás mi esclava ¿Entiendes putica?,
— sí, — le respondí llorosa y con miedo a que revelara mis gustos a los demás chicos. 
 —Así no se dice, tienes que responder: «Sí mi amo», no lo olvides. 
 — Sí mi amo 

Descubierta al fin, empezó a tocarme, poco a poco fui sucumbiendo a sus deseos. No era la primera vez, él tenía cierta experiencia, entonces me dejé llevar, pues me trataba como una hembra, pero yo debía ser su esclava y él, el amo dominante. 

LO MÁS RECIENTE

Ese rol de sumisa nunca me abandonó y desde allí viene el masoquismo que tengo y que se me ha desarrollado con el tiempo, en diferentes fantasías y con refinamiento creciente, vertiginoso.  

Era un lluvioso y nublado día de octubre, 7:30 am, me llevó a un patio húmedo y sombrío, con olor a hierbas, a flores, todavía el rocío cubría las hojas con sus brillantes perlas. 

Las adelfas , marpacíficos, quicalias y el buganvil, nos ocultaban de la vista de los mayores, allí me agarró fuertemente por el brazo y dijo que tenía que besarlo en la boca, luego me puso de cara contra la pared húmeda, me bajó los pantalones “a la fuerza”, simulé resistirme, todavía tenía los calzoncillos, mi última fortaleza, me protegía, le rogaba que no me penetrara, que no me fuera a partir, no me hizo el menor caso, sus manos con mucho arte y rapidez desabotonaron mi calzoncillo, se bajó sus pantalones y el calzoncillo y empecé a sentir su miembro erecto y tibio entre mis nalgas alternándolo con sus largos dedos mojados con su saliva, primero uno, luego dos se movían por los bordes de mi sensible agujero, entraban, salían y eso hacía que sintiera el deseo de moverme acompasadamente hacia delante, hacia atrás… 

 Yo, con miedo, pánico, de que nos descubrieran, pero con mucho deseo aceptaba sus tratos, siempre que no me partiera.  Él, disfrutando su conquista.  

Como si fuera poco, me puso frente a él y me dijo dominante:

— ¡Arrodíllate mi esclava!, abofeteándome con fuerza, sentí la palma de su mano ardiendo en mi mejilla 
 —Sí, mi amo, le respondí cabizbaja entre quejidos y lágrimas.  
— Mírame bien el rabo, conócelo, pues lo vas a tener en tu boca y te voy a penetrar y hacerte mi mujer.  
— Sí, mi amo. 

Inmediatamente estaba frente a su miembro, el olor a hombre me golpeó con fuerza, muy cerca de mí, el vello negro contrastando con su blanca piel, cubría parte de su pubis y debajo, la criatura salvaje y rosada emergía como un puente hacia mi boca, lo tomé entre mis manos y lo puse en mis mejillas, sentí su calor ardiente, recorrí su miembro con mis manos con mucho placer— así me gusta que hagas, putica, sigue asíisiiiiiiii.  

— Sí, sí, sí, mi amo. 

Como el amo reconocía mi esfuerzo me sentí estimulada a seguir dando pasos, besé el glande rojizo y palpitante, lo puse dentro de mi boca, entonces él tomó mi cabeza entre sus manos y la movía a su gusto, yo chupaba y lengüeteaba a mis anchas, poco a poco fui sintiendo como su cuerpo se movía acompasadamente, rítmicamente, los latidos en su virilidad eran más frecuentes, lo sentía jadear, gradualmente me fue retirando la cabeza, yo no quería que se viniera en mi boca, pero otra cosa pensaba el amo…

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