Hacían unos meses que el colegio había comenzado, era mayo y yo ya tenía ganas de salir de clases ya que no había nada interesante. Un viernes me senté a las afueras de mi sala a descansar un rato, ya que era la hora de colación. Sin nada más que hacer, me puse a echar el ojo a algunos tipos que estaban a mí alrededor.

De repente, un joven salió de la sala vecina y se sentó al frente mío a descansar, al igual que yo. Para mi suerte se trataba del joven más bello que habría visto en toda mi vida, rubio y blanquito, de ojos azules profundos, maceteado, una mirada de acero, un poco bajito (1.70) y un trasero que parecía inflado de lo gordito y redondito que estaba.

Era un verdadero ángel y yo, de alguna manera u otra debía hablarle, no podía dejar que esta oportunidad, que tanto había estado esperando, de conocer a un hombre, se desvaneciera ante mí, así que me dispuse a preguntarle la hora. Yo andaba con reloj, así que empecé a sacármelo lenta y disimuladamente, y me lo guardé en el bolsillo. Esperé que el pasillo se calmara un poco y me acerqué.

Hola – le dije -, ¿me puedes decir la hora?, claro! son las 1:10 – me dijo, y en ese momento nuestras miradas se encontraron fijamente y permanecieron durante varios segundos, que para mi, fueron una gloriosa eternidad. Le vi un cuaderno y le pregunté: ¿Te toca prueba?, Sí – me dijo – tengo que estudiar ecuaciones y no entiendo mucho.

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Para mi fortuna, yo soy muy bueno con los números y le pregunté si quería que lo ayudara (todo por pasar más tiempo con él), me sonrió y aceptó. Se llamaba Franco y era venezolano, tenia 18 años y llevaba meses en Chile.

Estuvimos toda la hora estudiando y cuando terminamos le deseé toda la suerte del mundo y me fui. La hora siguiente, en clases, pensé todo el rato en él, y cuando terminó la jornada, agarré mi mochila y lo fui a buscar.

Venía feliz, con una sonrisa que lo hacia verse irresistible. Me dijo que se había sacado un 7 y que no sabía cómo agradecérmelo, yo le dije no hay de que y me acordé que tenía carrete al otro día, así que lo invité, aceptó, y quedamos de juntarnos a las 9:00 en un lugar cercano que ambos conocíamos.

Llegó el sábado y llegaron las 9. Después de tanto nerviosismo lo esperé en la dirección donde habíamos quedado de acuerdo y lo vi llegar. No me explicaba cómo estaba solo, o como no tenía un club de admiradores, no sé, pero yo me sentía el hombre más afortunado del planeta. Nos saludamos y partimos a la fiesta. Se sentía un silencio incomodo, hasta que me dice, para sorpresa mía, que nos olvidáramos de la fiesta, quería que nos conociéramos más y que buscáramos un lugar donde estuviéramos solos, así que encontramos una plaza solitaria, pero acogedora, y nos sentamos en los columpios.

Hasta el momento nadie se había dicho nada especial, todo estaba implícito, cuando de repente Franco rompe el silencio y me dice: «Siento algo por ti que nunca había sentido por alguien, siento que te quiero, yo sé que es muy rápido – continuó – pero siento como que te conociera de toda la vida».

Yo quedé PLOP, aunque igual me lo esperaba, pero sentir esas palabras que salían de su boca era una sensación inexplicable. «Yo también siento algo por ti – le dije -, una atracción y un feeling súper fuerte. Es la primera vez que sientes algo por un hombre?» le pregunté, «Sí» me respondió tímida e inocentemente. A sus 18 yo era su «primer» hombre, y a decir verdad, él era el mío también.

Me acerqué, lo tome por la cintura, lo junté a mi cuerpo, y quedamos frente a frente, sintiendo la respiración de cada uno, con la mirada fija en los ojos de ambos, boca a boca, nos acercábamos más, y más, y más, hasta que sentí sus labios posarse sobre los míos, sentir su amor que penetraba en mi ser, recorrer cada centímetro de su cuerpo con mi beso, con mi placer, con mi sexo.

Cerré los ojos y volé. Mis manos recorrían su espalda, su nuca, su trasero, quería sentirlo, quería hacerlo mío, quería fundirme de placer con él, siempre con él, sentir su deleitosa y suculenta lengua junto a la mía, la cual lamía cada rincón de su impoluta boca. El beso duró una eternidad y cuando nos separamos, nos volvimos a mirar y nos enamoramos profundamente para siempre.

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