Me llamó Arturo está es la primera parte de mi historia. Vivo con mi madre y mi hermano mayor, que es como mi padre a falta de este.

En una ocasión en que mamá salió de viaje él y yo teníamos planeado ir a una fiesta y usamos una moneda para decidir quién se ducharía primero, pues en casa sólo había un baño. El ganador fui yo, aunque a los pocos minutos entró con una toalla en la cintura,

— ¿Que haces aquí? Quedamos en que me bañaría yo primero.
— Si pero siempre te tardas y yo no quiero esperar tanto — dijo mientras entraba a la ducha.

Ahí estaba, con ese cuerpo que tanto lo había visto trabajar y un pene grande pese a su fluidez. Me di la vuelta al notar que semejante espectáculo me estaba causando una erección.

— ¿Por qué te volteaste? Ahora que recuerdo, tú nunca has visto a nadie desnudo, mamá siempre te a protegido bajo sus faldas. No te preocupes, noté que se te paró y es normal, a ti se te para por cualquier cosa.

Fue entonces que mi hermano propuso algo que siempre recordaré.

LO MÁS RECIENTE

— Anda, pierde la verguenza, mejor enjabóname tú y yo hago lo mismo contigo.
— ¿Qué? — dije sorprendido.
— Sí, hombre. Te servirá. Así perderás la timidez, para que cuando estés con una mujer no salgas corriendo.

Sin decir nada acepté el jabón que me ofrecía y procedí a tallar su espalda y luego sus duras nalgas. Él hacia lo propio conmigo luego ordenó que me volteaste, quedando a espaldas suyas para luego, y sin que yo supiera cómo reaccionar, empezar a acariciar y masturbarme.

— ¿Te gusta lo que estoy haciendo o quieres que me detenga?
— Me gusta — dije apenado — sigue por favor.
— Pues lo que viene te va a gustar aún más.

Abandonó su labor me puso contra el vitral de la puerta, dilato mi ano con el jabón y me penetró hasta el fondo.

— Tranquilo, sé que duele pero sí lo hacia despacio te dolería más

Entonces inició un movimiento de mete y saca lento y sensual. Imaginen la escena: yo siendo besado por mi hermano, con sus manos en mis genitales y las mías en sus nalgas, que se movían al ritmo de su penetración. Uno de los momentos más eróticos de mi vida.

Cuando supo que eyacularía aceleró el movimiento tanto de cómo me metía la verga como el movimiento con el que me tocaba la verga para que termináramos juntos, él dentro de mí y yo en su manos.

Al salir de la ducha todo fue silencio hasta que se atrevió a romperlo.

— Está demás decir que mamá no se puede enterar de esto.
— Si se entera nos mata — dije yo.
— Por eso debes prometer que no dirás nada.
— No te preocupes, prometido.

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