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Aprovechándome del de servicio social

Él se quedó mirándome como esperando a que yo tome la iniciativa lo que me tocó hacer porque en serio me gustó tanto que me acerque a él y mientras hablábamos le di un beso a lo que él me correspondió con sus delicados y suaves labios, besaba muy bien para ser tan joven.

Perdí la virginidad

Me dijo «aguántala, querías verga ahora aguántala» mientras yo sentía un dolor y placer a la misma vez y sin avisarme me la dejó caer toda de golpe pudiendo sentir sus huevos rebotando en mis nalgas.

En un bar de Buenos Aires

El simple hecho de imaginármelo adentro de la cocina solo con el mozo y ahora verlo enfrente de mi sin camisa, con el pecho grande y sus brazos como troncos, expuestos a mis ojos bajo la escasa luz del bar y la avenida Corrientes, no pude evitar una erección.

Mi regarrote de navidad

En eso estaba cuando de repente él me agarra de la cabeza y hace que me hinqué, yo ya sabía lo que tenía qué hacer así que le empecé a desabrochar su pantalón.

Mi compañero de almacén

Empecé a decirle que si eso era lo que quería que ahí estaba para él, y que desde ese entonces él se convertiría en mi perra y que ese culo era mío. Y le dijo que me lo dijera, así le insistí hasta que me dijo: «Mi culo es tuyo».

Fernando me masturbaba

— Si, pero mi novia está de viaje con sus padres y yo… — dijo abriendo su guardapolvos y mostrándome una poderosa erección que sus pantalones ajustados destacaban más aún.

Sorpresa en el vapor

Cerré los ojos, y me quité lo que traía en la cintura. Ya relajado de pronto sentí una mano recorriendo lentamente desde mi rodilla, deteniéndose brevemente a juguetear con el vello de la parte interna de mi muslo e inevitablemente acabando por tocarme los testículos..

Mi amigo y yo ligando al hetero del salón

«¿Saben por qué ustedes dos me caen bien?» – Nos preguntó Guillermo. «¿Por qué te ayudamos con algunas tareas? – Respondió Jesús.
«Aparte… Porque son los únicos jotos que no me tiran el pedo».

Entre compañeros de trabajo

Dejando a un lado mi falso recato, le dije «¿Me dejas tocarla?» A lo que simplemente dió un paso adelante para dejar que la tomara con mi mano.

¡Ah, qué rico cogía mi chofer!

«Pedro de Miraflores», así le gustaba al chófer de nuestra casa que se le llamase, un negro cubano que hacía muchísimos años había entrado a trabajar de la mano de su esposa, Florinda. Había pasado a ser casi de la familia.

error: ¡Hey! Jálatela, no te los lleves.