Después de mi primera experiencia sexual, no tardé mucho tiempo en volver a repetirlo, tres días después. Me había gustado tanto mi primera vez que no podía dejar de pensar en ello, por lo que en cuanto tuve ocasión volví a planear una escapada a los estacionamientos del Aco Desaguadero.

Al igual que en la anterior ocasión, decidí acudir por la noche tipo 23hs. Tras una delicada sesión de higiene, tomé la bicicleta y me fui rumbo a los estacionamientos, no sin antes echar mano de un preservativo.

Nada más llegar, tomé por la calzada principal y avancé con decisión dispuesto a encontrar a un nuevo varón que saciase mis necesidades. Mientras avanzaba contemplé que había muy pocos camiones y autos, menos que en la anterior ocasión, y seguí avanzando esperando que el panorama mejorase en unos metros. Esto no ocurrió y en cinco minutos recorrí casi todo el estacionamiento sin que me hubiese cruzado con ningún coche. Cuando estaba dispuesto a dar la vuelta divisé un auto a lo lejos, así que decidí seguir adelante para cruzarme con él.

Cuando el auto estaba a unos doscientos metros decidí parar para ver qué hacía el conductor, deseando que parase a mi altura. Se trataba de un Fiat Uno rojo, con los cristales espejados. Cuando estaba a escasos metros noté como el vehículo comenzó a frenar y pude ver que en su interior había dos ocupantes, cosa que me puso bastante nervioso. Al llegar a mi altura frenó y se abrió la ventanilla del conductor, comprobando con sorpresa que no eran dos sino tres los ocupantes del vehículo.

Se trataba de tres jóvenes de unos 30 años, bastante guapos los tres, y fue el conductor quien inició la conversación preguntándome qué hacía por ahí. Tras unos segundos de indecisión le contesté que estaba dando una vuelta, tenía dudas de lo que estaban buscando, pero éstas se disiparon cuando él me preguntó claramente si quería sexo. Al oír aquella pregunta tan contundente dejé escapar una sonrisa, de la cual se deducía una respuesta afirmativa.

Al igual que la vez anterior, nos adentramos en los estacionamientos, que en este tramo no estaban asfaltados, y paramos en una zona con arbustos y pequeños árboles que nos proporcionaban algo de sombra. Estacionaron el auto de manera que nos proporcionara algo de intimidad, aunque aquella zona estaba completamente desierta, y los tres se bajaron del vehículo.

Observé a los tres muchachos durante unos segundos, paralizado aún por el nerviosismo, temeroso por lo que acontecería. Eran más altos que yo, rondando el metro ochenta, y los tres vestían con bermudas, algo bastante común en aquella época del año en La Paz (Mendoza). Uno de ellos abrió el maletero y sacó una gran toalla que extendió en el suelo, pidiéndome que me acercase para comenzar con el juego.

Por la naturalidad con la que se desenvolvían me quedó claro que no era la primera vez que visitaban aquella zona. No parecían homosexuales, por lo que supuse que frecuentaban aquel lugar en busca de sexo fácil, pues al fin y al cabo un agujero es un agujero. No sería yo precisamente quien impidiera que disfrutaran de buen sexo, pues estaba dispuesto a darlo todo y dejarlos bien contentos.

Me acerqué lentamente y para romper el hielo les pregunté el nombre. El conductor se llamaba Santiago, con una mirada tierna un poco incómoda, de buen porte, un poco de pancita y rico perfume. El copiloto Diego, era rústico, pelo enrulado, olor a hombre, nariz gruesa de piel blanca y barba espesa. Por último se presentó Leo, muy carilindo, rubio, de voz suave, un poco de acné, boca gruesa, vestido muy simple y con los dientes blancos. Tras darme sus nombres les dije el mío, y sin más dilaciones Diego llevó una de sus manos a mi culo. Yo permanecí rígido, todavía bastante nervioso, pero poco a poco comencé a excitarme, especialmente cuando metió su mano por debajo de mi slip y comenzó a hurgar por la raja de mi culo hasta dar con mi ano.

Sus amigos permanecieron quietos durante unos segundos, dejando que Diego tomara la iniciativa, pero finalmente decidieron pasar a la acción. Santiago me quitó la camiseta y se lanzó a besar mi cuello, para a continuación besarme en la boca. En un principio traté de rechazar el beso, pero finalmente me dejé llevar por la situación y nos besamos durante varios segundos. Era la primera vez que besaba a un hombre y la verdad es que no me desagradó en absoluto.

Mientras besaba acaloradamente a Santiago, Diego bajó mi slip, dejando al descubierto mi pene a media erección, que terminó de endurecerse al quedar completamente desnudo ante los tres atractivos tipos. Fue entonces cuando Diego se arrodilló ante mi trasero y separó mis nalgas para ver mi agujero con detalle, para a continuación humedecerse un dedo e introducírmelo. Consiguió introducirlo hasta el fondo de mi recto, provocándome un enorme placer, tanto que tuve que parar de besar a Santiago para acomodarme, porque estaba tan excitado que perdí el equilibrio.

Me arrodillé en la toalla e incliné mi cuerpo hacia delante para dejar mi culo en pompa, para que de esta manera Diego pudiera seguir dilatando mi esfínter. Una vez arrodillado decidí pasar a la acción y agarrando a Santiago por el pantalón hice que se acercara para chuparle la verga. Cuando tuve su paquete ante mi rostro no tardé ni un segundo en desabrochar el pantalón y descubrir el jugoso miembro, el cual gozaba de un tamaño bastante aceptable.

Fue en ese instante cuando me percaté de que únicamente llevaba un preservativo, y que si quería seguir adelante con aquello debería hacerlo a pelo, cosa que me dejó bastante preocupado. Durante varios segundos quedé pensativo, pero a aquellas alturas ya no podía dar marcha atrás, siendo tanta mi excitación que preferí correr ese riesgo.

Agarré con suavidad la dura verg y sin más la llevé a mi boca, donde pude sentir un desconocido sabor que me supo a gloria. Era la primera vez que chupaba una pija sin preservativo. En esta ocasión pude disfrutar de los fluidos que emanaban del rico miembro, lo cual resultaba bastante más excitante que el sabor a frutilla del preservativo.

Mientras mamaba el duro pene de Santiago, Diego seguía trabajando mi culo, penetrándolo con sus húmedos dedos, haciendo que mi excitación fuera aumentando, llegando a ser máxima cuando llevó su lengua a mi agujero y lo lamió durante unos segundos. Tuve incluso que parar de chupar durante unos segundos para poder tomar aire, mientras suplicaba a gritos que no parase de chuparme el culo.

Estaba tan entregado a Diego y Santiago que me había olvidado de la presencia de Leo, que permanecía apoyado en el auto, observándonos atentamente. Reclamé su atención para que se acercara, y dibujando una sonrisa en su rostro se acercó rápidamente. Le pedí que se bajara los pantalones, deseoso de poder chupar dos pijas a la vez, cosa que tanto me excitaba cuando lo veía en las películas.

Tímidamente desabrochó sus pantalones, y mientras terminaba de bajar sus calzoncillos eché mano al flácido pene para masturbarlo. Sin dejar tiempo a que se parara por completo lo llevé a mi boca, donde terminó de empalmarse mientras lo chupaba enérgicamente, alcanzando un tamaño similar que el de su amigo.

Me entusiasmé tanto con la nueva poronga que Santiago tuvo que llamar mi atención para que no me olvidara de la suya. Comencé entonces a alternar entre ambas, chupando una y masturbando la otra, procurando ser lo más justo posible con los dos.

LO MÁS RECIENTE

Permanecí mamando los dos pedasos hasta que Diego paró de chupar mi culo. Pensé entonces que era el momento de que me cojieran, y sin esperar un segundo se lo propuse a lo que rápidamente discutieron por ser el primero. Tras varios segundos de disputa decidieron que fuese Leo el primero, para lo cual volví a llevarme su pene a mi boca para dejarlo bien lubricado.

Me coloqué a cuatro patas, dejando mi culo bien accesible, y permanecí inmóvil a la espera de recibir su vigorosa poonga en mi culo. Leo acercó su glande a mi orificio y empujando suavemente consiguió introducirlo con mínima dificultad. Siguió empujando y lentamente consiguió meterla hasta el fondo. Yo mientras tanto no podía parar de gemir, enormemente excitado de recibir aquella verga en mi culo.

En tan solo unos segundos mi ano quedó completamente dilatado y permitió que Leo me la diera con suma facilidad, taladrando mi culo con gran velocidad y maestría. Para colmo de mi excitación Diego se bajó los pantalones y pude comprobar que tenía un enorme pijón, de los que únicamente se veían en películas. Nada más verlo acerqué mi mano derecha para agarrarlo y tras masturbarlo durante unos segundos lo llevé a mi boca, intentando tragar la máxima longitud posible, que no fueron más que unos centímetros. A los pocos segundos tuve que parar para tomar aire, por que era tanta mi excitación que casi me ahogo con la descomunal verga en mi boca.

Leo continuó pechando mi culo durante unos minutos, durante los cuales seguí chupando las vergas de Santiago y Diego, dedicando especial atención a la enorme verga de este último.

Pasados unos minutos Leo comenzó a acelerar el ritmo y comenzó a culiarme con enorme intensidad, sintiendo que estaba a punto de correrse. Sus amigos se percataron de ello y en tono burlesco le advirtieron que no se corriera dentro de mi culo, por que todavía tenían que cojerme ellos. Aunque no me hubiese importado que me llenara con su esperma yo también le pedí que no se corriera todavía, pretendiendo que siguiera follándome durante más tiempo.

A pesar de mi petición Leo no aguantó más y sacó su ardiente verga de mi culo para acabar corriéndose sobre mi espalda. Los cálidos chorros de esperma se fueron depositando sobre mi torso mientras sus amigos festejaban la hazaña, riéndose a carcajadas al verme con la espalda cubierta de semen. Aquello me hizo sentir un poco humillado, como si fuera una putita, lo cual aumentó aún más mi excitación. Sin darme tiempo a respirar Leo me acercó su pene para que lamiera los restos de semen. Con algo de reticencia procedí a chuparlo, descubriendo un sabor que me sorprendió gratamente, por lo que permanecí varios segundos chupando el delicioso miembro, hasta que Leo me lo retiró para alejarse hacia el coche, completamente extenuado.

Llegó entonces el turno de Santiago, que rápidamente se colocó tras de mí para acercar su miembro a mi agujerito, donde la metió por completo sin ninguna dificultad, haciéndome sentir un enorme espasmo de placer, los cuales se fueron sucediendo uno tras otro mientras mantuvo su verga clavada hasta el fondo de mi culo. Me la daba con tal soltura que casi me hace desmayar, y aunque Diego me acercó su miembro para que lo chupara decliné la invitación, pues estaba completamente entregado al placer que recibía a través de mi trasero.

Por desgracia para mí, aquello no duró lo que hubiese deseado, y en pocos minutos Santiago paró para acabar. Nada más sacármela me incorporé rápidamente y arrodillándome ante mí amante le pedí que se corriera en mi cara, lo cual no tardó en ocurrir, y en pocos segundos comenzaron a brotar potentes chorros de esperma que fueron a parar a mi rostro. Ellos observaron la escena atónitos, y en esta ocasión no hubo gritos, aparentemente sorprendidos al ver que había pedido yo que se llene mi cara del espeso semen, algo tan asqueroso y humillante para algunos, pero que para mí suponía una enorme excitación.

Permanecí de rodillas con la cara completamente cubierta de semen, contemplando a mis nuevos amigos, esperando a que Diego me entrara. Tras vacilar unos segundos éste se acercó y sujetándome bruscamente por la cintura me hizo colocar nuevamente en cuatro patas, quedando mi culo en pompa a la espera de recibir la enorme verga del último, del que esperaba una placentera enculada.

Noté como el glande se posaba sobre mi rosado orificio, donde consiguió introducirse en cuanto relajé mi esfínter. Diego prosiguió empujando hasta conseguir meter su pene por completo, con algo de dificultad debido a su enorme tamaño. Cuando por fin lo consiguió le pedí que esperara unos segundos antes de empezar a empujar, dando tiempo para que mi ano se dilatara un poco más, pues notaba un ligero dolor con aquel enorme trozo dentro de mi culo.

Pasados unos segundos Diego comenzó a cojerme suavemente, pero a los pocos segundos mi esfínter fue cediendo y la penetración se hizo cada vez más fácil, convirtiéndose el dolor en placer. Tanto dio de sí mi agujero que al poco tiempo me estaba culeando con gran velocidad, tanta que a los pocos segundos llegó su orgasmo.

Diego no quiso ser menos que su amigo y tras sacar su miembro de mi culo se acercó a mi cara, mientras yo me arrodillaba para quedar a la altura de sus genitales. Tras unos segundos masturbándose ante mi rostro eyaculó violentamente, y aunque gran parte del semen fue a parar al suelo, sobre mi cara cayeron dos contundentes lechazos, dejando uno de mis ojos completamente empapado. Fue el mismo Diego quien con sus dedos retiró el esperma de mi ojo, para después llevarlos a mi boca. Acto seguido me lancé a chupar por última vez la deliciosa verga, disfrutando de los últimos restos de semen que en ella quedaban.

Diego se retiró junto a sus amigos, apartando su verga de mi boca bruscamente. Quedé bastante frustrado, por que esperaba bastante más de Diego. No solo había aguantado poco tiempo, sino que encima se marchaba groseramente, dejándome con las ganas de disfrutar un rato más de su enorme pene.

Me levanté intentando disimular mi malestar, con la cara aún llena del viscoso esperma. Santiago se acercó y me pidió el número de teléfono, que accedí a dárselo encantado.

Tras anotar el teléfono no despedimos fríamente, deseoso de que me llamaran algún día para volver a repetir tan maravillosa experiencia. Los jóvenes se fueron en el auto y partieron rápidamente, dejándome completamente sólo en aquel paraje. Tras limpiarme tomé la bicicleta y partí de regreso a casa, cansado, pero completamente satisfecho.»

TÚ TAMBIÉN PUEDES PUBLICAR TU RELATO

Escríbenos a redaccion@relaroticos.com  o da clic aquí y llena nuestro formulario. Puede ser anónimo o con tus propios datos para que más personas te contacten.

¡Comenta! (No es necesario registrarse, solo escribe el comentario y da ENVIAR)