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Aquella tarde con Raúl se abrió una nueva perspectiva en mi vida. No voy a decir que descubriera el sexo. La verdad es que a mis casi 17 años ya me mataba a pajas. Pero sí que fue la primera vez que experimenté el placer con otra persona. Raúl me hizo gozar hasta el éxtasis, tanto la mamada que me hizo como la que yo le hice a él quedarán para siempre en mi memoria.

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Además, descubrí una nueva faceta de mi hermana, su novia. Me imaginaba a Susana, a la que yo antes tenía por una borde y una estrecha, dándose el lote con Raúl, una imagen que me excitaba de sobremanera. 

A partir de esa tarde mi hermana se convirtió en mi obsesión. Mientras cenábamos, por la noche, me quedaba embobado mirándola, imaginando que esa misma boca que ahora veía engullendo la ensalada muy probablemente acababa de saborear hacía un rato el semen viscoso de su novio. Entonces, algún grito del tipo «Pero qué miras, pendejo» me volvía a la realidad.

Me convertí en su continuo y sigiloso espía. Intentaba seguir sus conversaciones telefónicas. Cuando estaba solo en casa me colaba en su habitación y me ponía a curiosear con sus cosas. Para mí fue un gran descubrimiento su cesto de ropa sucia. Ahí empecé a reconocer sus olores.

Disfrutaba oliendo todas sus prendas, especialmente aquellas que estaban en contacto directo con su cuerpo. A través de sus bragas descubrí a que huele el coño de una mujer, bueno, en ese caso, de una chica de 19 años. Me llamaba la atención la mancha amarillenta que quedaba en sus bragas en el lugar donde se situaba su rajita.

Hice algún intento de cazarla desnuda pero fracasé. Mi hermana siempre candaba por dentro su habitación o el cuarto de baño por lo que me fue imposible sorprenderla. 

Uno de mis hobbis preferidos era espiarla mientras estaba en el cuarto de baño. Pegaba el oído a la puerta intentando captar cada ruido que se producía allá dentro. Un día, en lugar de los acostumbrados pedos y pises escuché un sonido nuevo acompañado de unos gemiditos. Cuando salió mi hermana pude comprobar por su cara de satisfacción que yo no era el único en aliviar mis calenturas con el vicio solitario.

En resumen, Susana se convirtió en el objeto habitual de mis ensoñaciones sexuales. Si bien al principio se me hacía extraño fantasear con que me lo montaba con mi hermana, con el tiempo se fue convirtiendo en una imagen habitual y en un ansiado deseo.

Ya había pasado casi un mes desde aquella tarde con Raúl y no había vuelto a tener ocasión para verle de nuevo. Por fin ese día me surgió una nueva oportunidad. Yo tenía la evaluación la siguiente semana y mi madre le pidió que viniera a ayudarme con los estudios.

Mi padre estaba de viaje y esa tarde mi madre acompañaba a mi hermana al dentista por lo que Raúl y yo nos íbamos a quedar solos en casa. Desde que conocí esa circunstancia mi ansiedad subió a límites estratosféricos. Estaba seguro que aquella sesión de estudio iba a ser por lo menos tan excitante como la anterior.

Y por fin llegó Raúl. Nos metimos en la habitación y nos sentamos a la mesa con todo el material de estudio.

— ¿Te gustó lo de la otra tarde? — Me dijo Raúl.
— Me encantó.
— Pues creo que hoy nos vamos a quedar solos
— Sí — respondí.
— ¿Te apetece repetir?
— Por supuesto, lo estoy deseando — le dije.

Mientras hablábamos empezó a acariciar mi pene, ya erecto, por encima del pantalón. Yo llevaba un pantalón de chándal que me permitía disfrutar con gran sensibilidad de sus sobeteos. Abrí mis piernas para facilitar su labor y su mano se alargó hasta mis testículos, que comenzó a sobarme igualmente. 

— ¿Sabes? Ya he follado con tu hermana
— ¿Si?
— Sí. Llevamos dos semanas haciéndolo
— ¿Tú lo habías hecho ya antes?
— Sí, una vez en el pueblo, con una señora mayor. Pero con Susana es muchísimo mejor. Lo hace con madre. Estamos probando todas las posturas.
— ¿Y dónde lo hacéis?
— En mi casa, por las tardes estoy solo.

Oímos unos pasos acercándose a la puerta y Raúl retiró inmediatamente la mano de mi entrepierna. Se asomó mi madre.

— Bueno, ahí os quedáis. Nos vamos al dentista. Espero que no tardemos mucho.

En unos segundos sonó la puerta de la calle cerrándose. Raúl se levantó y se fue a comprobar que efectivamente estábamos solos en casa. En cuanto entró de nuevo en la habitación me puso de pie y me bajó los pantalones hasta los tobillos. Me sacó la camiseta y me dejó completamente desnudo.

— Túmbate en la cama — me dijo

Me tumbé y comencé a sentir inmediatamente su boca comiéndome el pene. Con ansia engullía mi verga y mis huevos. Me izó las piernas y comenzó a lamerme las ingles. Yo estaba ya en otro mundo. En ese momento noté cómo con sus manos abría mi trasero y con su lengua me lamía el ano. Me moría de gusto. Jamás había sentido algo tan placentero.

— Te voy a follar — me dijo.
— Hazme todo lo que quieras.

Yo estaba dispuesto a entregarme a él sin condiciones. Rápidamente se desnudó y se situó de rodillas al borde de mi cama. Yo, con las piernas abiertas y elevadas mantenía abierto el paso a mi entrada posterior deseando que me penetrara. 

Empezó a acariciarme el ano con el glande. Presionaba ligeramente hasta que llegó a introducírmelo un poco. Con mis ojos en blanco disfrutaba de esas nuevas sensaciones que estaba descubriendo.

— ¡No mames!, pones la misma cara que tu hermana mientras me la cojo.

Supongo que la genética no se equivoca. A los dos nos gustaba la misma verga. En esto, sentí como Raúl empezaba a presionar y entonces, lo que era un placer sin límites se convirtió en un dolor intenso. 

— ¡Para, para, que me duele!
— Puta madre, tú también tienes el culo estrecho, como tu hermana. No me la puedo follar por detrás. Espera, vamos a probar otra cosa

Raúl empezó a chupármela, más concretamente me la ensalivó completamente. Después se subió a la cama y se puso de rodillas. Apoyó la cabeza sobre la almohada y con sus manos se abrió el trasero.

— Métemela tú a mí

Me situé de rodillas detrás de él. Apunté con mi instrumento a su oscuro y peludo agujero y empecé a presionar. Sin mucho esfuerzo se la colé hasta los huevos. Posteriormente descubriría que una verga delgada pero larga como la mía hace las delicias de aquellos que disfrutan siendo penetrados por detrás. Entra sin causar dolor y llega hasta las más internas profundidades.

Por primera vez en mi vida mi miembro había penetrado un cuerpo humano. La suave textura de su culo arropando mi pene como si fuera un guante me resultaba deliciosa. Raúl también se lo estaba pasando chingón. Con voz entrecortada por el gusto me dijo:

-— Venga, cógeme, cabrón

Empecé con un suave movimiento de mete y saca pero esto fue demasiado para mí. Inmediatamente comencé a correrme en su interior.

— ¿Te has corrido ya?
— Sí
— No importa. No me la saques y menéamela

Alargué la mano por debajo de su vientre y empecé a jalársela . Pronto sentí como sus esfínteres se contraían aprisionando mi verga flácida mientras que de la suya comenzaba a manar un abundante semen que se proyectaba contra el edredón de mi cama.

-— Nos desacoplamos y nos apresuramos a poner todo en orden. Mi madre y mi hermana no tardarían mucho en aparecer.

— ¿Te ha gustado? — le pregunté.
— Ha estado de miedo.
— ¿Me la has metido muy honda?
— Sí, hasta los huevos
— Nunca me la habían metido tan profundo.
— ¿Sabes lo que me gustaría?
—¿Qué?
—Verte haciéndolo con mi hermana.
— ¡Qué buena idea! Estaría bien esto de cogerla delante de ti. Se lo podríamos proponer
— Estás loco, me mataría.
— Nos la podríamos follar entre los dos. Yo por delante y tú por detrás. Con el estilete que tienes seguro que se lo sacabas por la boca
— Ya me gustaría. No paro de hacerme pajas pensando en que se lo hago
— Déjame pensar, ya se me ocurrirá algo

Al poco rato llegaron a casa. Mi hermana entró en la habitación.

— ¿Qué tal? ¿Habéis aprovechado el tiempo? –
— Sí, sí — contestó Raúl — hemos aprovechado hasta el último minuto
— A ver si consigues que el cenutrio de mi hermano apruebe. Tiene la cabeza como una piedra
— Sí que la tiene dura, pero que muy dura.

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