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Puteando en el rancho familiar (parte 2)

A la mañana siguiente desperté algo tarde por el desvelo; aún me costaba un poco cerrar las piernas por el cogidón, podía seguir sintiendo la sensación de tenerlo dentro; intentaba memorizar en la imagen de Octavio desnudo por si no volvía a ocurrir nada.

Era sábado, bajé a tomar una taza de café de olla de las que hacía la señora del rancho, no encontré en ninguna parte a mi primo, supuse que había salido al pueblo o a criar a los animales.

Aproveché para despedirme de todos los que estaban presentes en la cocina desayunando. Pues yo me marchaba el lunes, y por las fiestas patronales mi tío les había dado el lunes para no llegar crudos al rancho.

—¿No han visto a Octavio? — pregunté mientras mordía una concha de pan; doña lucí comentó que lo vio salir con su caballo desde muy temprano, pero no pregunto a donde iba. 

Terminaron de comer y se retiraron a sus labores, me quedé solo en la cocina por unos minutos, no podía de dejar de pensar en la noche anterior; de pronto escuché el ruido de las botas llegando, raspando la tierra.

—Solamente es cuestión de revisar cómo están los demás . He trabajado con ella toda la mañana, mandé a hacer pruebas de laboratorio; todo va a estar bien— escuché a Octavio llegar hablando con alguna clienta, pues también era veterinario en el rancho. 

—¿Ya desayunaste? — pregunté mientras entraba y desmontaba la gorra de su cabeza; ese cabello lacio, esa pequeña barba escasa y esos ojos rasgados ayer me miraban mientras me cogían— pensé.

Que tentador con aquella camisa de mangas largas, y jeans ajustados de dos puestas; podía desnudarlo con los recuerdos, sabía que ese bulto no era ficción, y que rompía culos sin piedad.

—No tengo mucha hambre, la cruda me ha pegado fuerte— no se notaba indiferente, aún que si un poco cortante y distante; normalmente era más expresivo conmigo. 

—¿Necesitas que te ayude en algo hoy primo? — intentaba buscar plática— Vaya que si te notas demasiado destruido— solo levantó la cabeza, me miró fijo con esas cejas pobladas y me sonrió pícaramente, acabando con un guiño de coqueteo. 

—Ya me has ayudado demasiado ayer, ¿Que te regresas a la ciudad el lunes? Que rápido han pasado los días.

—Así es, tengo que regresar a la escuela, que más daría poder quedarme más tiempo para seguir apoyándote todos los días— dije en doble sentido, pues doña maría seguía en la cocina. 

—Pues qué lástima que te vayas tan rápido, aún había mucho que hacer aquí— A lo que respondió doña Mari interrumpiendo y entrando en la plática— Así es mijo, el joven Octavio todos los días necesita mucha ayuda, que lástima que te vayas tan pronto.

A lo que los dos no nos aguantamos la risa, y nos miramos con tanta gracia; pues no estábamos hablando del trabajo; más bien era un lenguaje oculto de la noche anterior. 

—Ustedes dos canijos, se andan burlando de mi—dijo doña Mari mirándonos con sospecha, las risas eran evidentes.

—No cómo cree doña Mari, solo nos acordamos de un chiste local— mejor salimos de ahí y nos dirigimos a la casa de mi tío donde ambos teníamos nuestros cuartos.

—y dime ¿Piensas regresar en tus próximas vacaciones? — dijo mi primo mientras caminábamos lento hacia la puerta de la casa. 

—¡No me digas que ya te vas a poner sentimental! — Le dije en broma, mientras él introducía la llave en la manija.

— ¡No seas Wey! Solo estoy preguntando— abrió la puerta, él estaba yendo por unas cosas para irse al pueblo y yo para comenzar a empacar, y descansar un poco. 

Entré a mi cuarto y comencé a doblar la ropa, separé la ropa sucia para lavarla, y en eso siento una mirada a mis espaldas—No, pues si estás muy culón primo, después de todo creo que si voy a extrañarte. 

Solo reí, escuche que entraba caminando, cuando sentí una nalgada maliciosa tronar sobre mis jeans, tenía mano pesada pues me había hecho vibrar bien fuerte; me tomo de las caderas y me jaló hacia él, sentí su paquete entre mis nalgas—¡Wey va a entrar alguien!— dije algo incómodo. 

—Tranquilo, ya le puse llave a la puerta, y mi papá regresa hasta tarde, a poco ¿ya te di miedo? Pensé que querías tu despedida— hablaba muy despacio al ras de mi oreja, sentía como bufaba en mi cuello, su lengua lamió mi lóbulo, y luego beso mi cuello con una delicadeza que erizó todo mi cuerpo.

Sus manos me tiraban hacia su bulto, golpeteando mis nalgas contra de él, podía sentir su miembro muy duro rasparse en mi culo pidiendo a gritos ser liberado. — ¡Espera! ¿Qué tal si viene alguien y estamos desnudos, o estás todo duro? —dije temeroso, aún que en el fondo deseaba ser clavado de nuevo sin piedad.

—¡Relájate! Ya todos están en sus labores, no va a pasar nada… ¿o no quieres que te rompa el culito otra vez? —Parecía un perro en celó, había desatado el lado más lujurioso de Octavio, forcejeaba con mis manos para bajar mis jeans para descubrir mis nalgas. 

—¡Oh, ya! Déjese o va a ser a la fuerza— ya conocía su fuerza bruta, pues la noche anterior había sido demasiado brusco incluso cuando le pedí que se detuviera; de nuevo sentí esa excitación mezclada con temor al verlo cambiar a un carácter más dominante. 

Entonces dejé que bajara mis pantalones, apenas los bajó hasta donde mi culo quedaba al aire—Mira nada más que bonitas primo, en serio parecen de vieja, ¡tienes que prometerme que volverás en las siguientes vacaciones punto! — las oprimía, las abría y cerraba con sus manos largas para ver mi hoyo, y hasta una tremenda nalga le metió a mi trasero dejando una sensación de ardor en mi piel. 

Se fue arrodillando, yo solo me dejaba, pues parecía que resistirme solo lograría despertar su brutalidad; sentí su lengua húmeda perforar mi ano, entraba y salía una y otra vez, y podía sentir como giraba dentro y luego al rededor para terminar introduciéndose con fuerza.

Gemía cada vez que su lengua penetraba con esos movimientos tan expertos; me sostuve del borde de la cama, curveé mi espalda, separé más mis piernas y me dispuse a disfrutar de su rico beso negro. 

Su barba me raspaba el culo, sentía su nariz en mi raya, su lengua me tenía volando y con los ojos blancos; intentaba no gemir para evitar que nos escucharan, pero era imposible no soltar un grito cuando me reventaba la mano con otra cachetada en el glúteo, o cuando me mordía con malicia la nalga. 

—¿No que no puto? ¿Ves como si si querías zorra? Solo te haces al santo, pero eres bien tragón pinché primo— Le encantaba decirme cosas sucias mientras estaba caliente, y era cosa que me encantaba. 

No podía dejar pasar la ocasión, pues era algo que no veía venir, pues en esta ocasión no había alcohol de por medio, lo que significaba que en verdad le había gustado lo de la noche—¡y tú que decías que no eras puto! Mira cómo te tiene mi culo, Bien adicto— respondí con la misma agresividad de palabras— Tan macho y tan coge putos, ¿Quién te viera? 

Se levantó, se puso tras de mí, tiro de mi cabello dejando mi rostro muy cerca de la de él y pegó mi espada a su cuerpo aún vestido—Cierra el hocico, que de esto nadie se puede enterar. 

—¿y quién dijo que quiero que se enteren? Solo digo que se me hace demasiado excitante pensar que tienes tantas viejas y que ninguna te llena tanto como mi culo—Soltó mi cabello, me puse erguido y frente a él, me puse tan cerca de su oído mientras mi mano traviesa oprimía sobre sus pantalones el largo trozo que estaba más que erecto. 

—Dime si alguna de tus zorras te ha sacado la leche como yo, o si alguna te ha mamado la verga como yo, ¿Alguna? — Se lo susurré al oído, luego besé su cuello, mis manos ya estaban intentando desajustar su cinturón; su respiración se acomodaba en mi hombro, y sus manos en mi cintura me oprimían con fuerza.

Retiré todo el cinturón tirándolo a un lado, desabroché su ajustado botón, inmediatamente metí mi mano para encontrar su verga, estaba caliente y sin sacarla la masajeé dentro del pantalón, tenía la cabeza demasiado húmeda, incluso su bóxer estaba mojado con gran cantidad de precum, sentía sus vellos trabados con su prepucio y su glande por el espacio ajustado.

—Respóndeme ¿Quién coge mejor, tus zorras o yo? — insistí, buscando que de nuevo despertara ese lado brusco que me cogiera hasta llorar—Quiero que me cojas, y que cuando te pida que me la saques por qué me duele… me la metas más duro.

—¡A mí no me vas a decir qué hacer cabrón! — dijo mirándome fijo a los ojos, sus manos me ayudaban a bajar sus pantalones, los dejó hasta las rodillas incluyendo su bóxer, de nuevo aquel palo duro estaba en mis manos, sentía cada vena hinchada palpitando en mi mano; estaba tan lubricada que masturbarla era fácil. 

—¿Te gusta? — dije mientras miraba sus ojos cerrarse disfrutando de mis masajes sobre su verga; soltaba un gemido cada vez que pasaba mi pulgar por toda la cabeza para esparcir el líquido viscoso. 

Llevé mis dedos bañados a mi boca, y los lamí frente a él para que mirara lo lucho que disfrutaba su dulce jugo—Que rica sabe tu leche primo, podría ordeñarte soda los días como desayuno— dije para calentarlo más. 

—¡Pues ahora vas a sacarme la leche para que termines de alimentarte! — intente besarlo y me volteó la cara, a cambio me dio una pequeña cachetada riendo y me tiro el cabello hacia atrás.

—Eso si no puto, ya te dije que no soy maricón—con fuerza sujeto mi cabeza obligándome a arrodillarme para que mi cara se encontrara con su verga—Pero ahí abajo si puedes besar todo lo que quieras.

Mis ojos quedaron frente a su largo miembro, el ojo de su verga teñí una gota transparente saliendo de ella, lo oprimí dejando que cayera formando un largo hilo de precum que recogí con mi boca. 

Mientras lamía sin tragar, levantaba sus piernas para que lo ayudara a terminar de desvestirse; por fin hicimos a un lado sus pantalones.

Comencé a mamar y a tragarme casi todo el pene, mientras se desabotonaba la camisa, descubriendo su lampiño cuerpo. 

Poco a poco fue girando hasta que dejó caer su cuerpo sobre mi cama, se echó hacia atrás, dejándome completamente libre de hacer lo que quisiera con su verga; admiraba el enorme trofeo entre sus piernas, su par de colgantes y rasuradas bolsas rosadas. 

Sostuve con mi mano su verga, y la masturbé mientras acercaba mi lengua a sus grandes huevos; me llevé uno de ellos a mi boca, lo tragué por completo, apenas y me cabía, jugaba con mi lengua en ellos dentro de mi boca. 

El solo gemía; se retorcía; sabía cuál era su punto débil, pues la noche anterior me había dejado mamarle el culo. Acabé de lamer las bolas tanto como quise y sin soltarle el duro mástil encaminé mi lengua bajando mi lengua casi por tocar su ano.

Estaba lamiendo su delicado perineo, se retorcía cada vez que mi lengua se acercaba más al ano; incluso subió su piernas al colchón, lamía con fuerza, mis manos masturbaban con fuerza y al levantar la mirada notaba su abdomen contraerse una y otra vez.

Al llegar al ano lamí con tanta fuerza que su gemido se convirtió en un grito; levantó las piernas al aire; lo estaba convirtiendo en mi puta; le regresé el favor comiéndole el culo de una manera descomunal, tanta era su excitación que hizo a un lado su machismo—Lo admito, me estás haciendo tu zorra también maldito perro — dijo cuando sintió introducir mi dedo. 

Cada vez que mi dedo salía, su ano se contraía pidiendo a gritos que lo volviera a meter; en poco rato pude meterle dos y luego 3 dedos, estaba muy dilatado. 

Entonces decidí arriesgarme a algo más, hice a un lado mis pantalones, y quedé completamente desnudó con mi verga tan dura y tan gruesa, que me atreví a llevar mi verga a la entrada de su culo, hice varios movimientos, vi que lo disfrutaba, no la metía, solo hacía presión sobre su hoyo, solo contorneaba su rosado ano.

—No la vayas a meter pendejo, te dejo rodarla, pero hasta ahí— dijo cuando sintió que mi verga ejercía demasiada presión sobre él, yo sigo moviéndome, el rose de mi gruesa cabeza lo volvían loco, se torcía y con los puños sujetaba la sábana. 

Creo que no se dio cuenta, quizá estaba muy dilatado, o quiero pensar que él dejó que ocurriera, pero la cabeza de mi verga ya estaba dentro, sin esfuerzo entraba una cuarta parte de mi verga dentro de él; oía su sutil gemido, tenía un dedo entre sus dientes y los ojos cerrados con las cejas fruncidas.

Fue a partir de la la mitad del cuerpo grueso de mi miembro, que puso sus manos sobre mis piernas como para detenerme—¡Ya salte Wey! ¡Duele! —dijo, noté que le ardía, pero yo estaba muy a gusto sintiendo la calidez de sus adentros. 

—¡Relájate! Ya entró casi toda, te va a gustar, lo haré más lento—inmediatamente vi que dejó de oponerse; comencé a hacerlo lento, escupí mucha saliva sobre mi mano para colocarla en su entrada y lentamente entraba y salía para ponerle más saliva. 

Miré el buró y noté que había crema, me estiré para tomarlo, me coloqué un tanto y me introduje de nuevo, sus ojos se pusieron blancos y su espalda se arqueó sobre la cama—¡Vato la tienes muy gorda! — me dijo, pero ya no era un quejido, pues en cada metida notaba los dedos de sus pies cruzarse, sus labios mordidos y un gemido de placer. 

—¿Y ahora quien es la zorra puto? Dije mientras me movía con mayor agilidad dentro de él, aproveché para masturbarlo mientras lo cogía, estaba tan sorprendido de tenerlo así; la verdad no se movía, el solo se dejaba violar, todo el trabajo rudo lo estaba haciendo yo.

Mis huevos chocaban sobre su culo una y otra vez, llevé sus piernas a mis hombros y me incliné más a él, tenía todo mi peso encima, mi torso casi llegaba a sus pectorales, tenía la boca abierta y los ojos casi llorosos, quedando completamente sin pupilas cada vez que empujaba mi verga hasta el final. 

—¿Te gusta zorra? — le dije muy cerca de su cara mientras lo miraba fijamente—¿o quieres que te la saque? — dije mientras con una mano sujetaba su largo pene. 

—Sácamela, y te parto la madre— Lo tenía tan dominado, que, de ser el macho alfa, lo había convertido en mi primer culo virgen— ¡Wey no voy a aguantar, ya me quiero venir— me dijo jadeante. 

—Puedes venirte si quieres— le dije, moviéndome con más fuerza para alcanzarlo y venirnos juntos; me quitó la mano de su verga y sin tener que tocarlo ni masturbarlo su verga comenzó a lanzar largos chorros de semen.

Leche blanca y espesa llegando de su ombligo hasta su cara, varias gotas cayeron sobre la cama, su verga reposo dejando unas suaves y transparentes últimas gotas de semen colgando de su verga cansada.

Al mínimo tiempo, casi el acabando, comencé a expulsar todo dentro de él, sentía como mi verga hacía erupción dentro de él, fue glorioso, nunca planeé penetrar a Octavio, la calentura hizo cosas maravillosas esa mañana. 

Me mantuve un rato dentro de él, no quería recostarme sobre de él, pues tenía demasiado semen frío, pero él me jaló de golpe para que lo abrazara, sentía la humedad por todo su cuerpo, pero ya no me importó.

Fue entonces cuando mis labios por fin pudieron robarle un beso, esta vez no se contuvo, Repsol dio con un beso tan relajado, tan dulce, y tan rufo a la vez, mordía mis labios cada vez que los míos quedaban dentro de él, nos besamos por unos minutos.

—¿Entonces quién es la zorra? — pregunté para incomodarlo, pero solo era parte del juego. 

—Me hiciste tu puta lo admito; también admito que lo haces mejor que todas las viejas del pueblo— por fin pudo aceptarlo. 

Para cuando su padre llegó ya estábamos bañados, cambiados y listos para ir un rato a tocar caballo; había fiesta en el pueblo y sería mi última noche; estaba casi seguro que la despedía sería más intensa que la noche anterior y que el desayuno de esa mañana. 

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