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En el camión y en la playa

Recuerdo varios momentos, situaciones de mi vida que de solo pensar en ellas hacen que mi pija se ponga bien dura. Cómo olvidar al muchacho aquél que conocí mientras viajaba a mi trabajo en un camión abarrotado de pasajeros…

Recuerdo que me empujaron y quedé apretado entre una señora y un chico de unos 20 años que estaba más incómodo que yo, puesto que una señora gorda se le había acostado prácticamente encima.

Sin quererlo mi mano derecha había quedado atrapada entre mi pierna y su entrepierna. Por supuesto no hice ningún intento de moverla de allí. El movimiento del camión hacía que un suave roce se produjera entre mi mano y su cremallera, lo que inevitablemente lo excitó.

Podía notar como su bulto crecía a cada instante. Yo evitaba mirar al chico a la cara, pero no aguanté y lo hice. Una sonrisa pícara estaba dibujada en su rostro.

Eso me calentó de inmediato. Ya con más confianza manoteé su verga sobre el pantalón. Recorría con mis dedos cada centímetro de su pedazo que no paraba de crecer. Avancé aún más, sabiendo que nadie podía notar lo que sucedía y bajé su cremallera para liberar su pedazo. Con un poco de esfuerzo y aprovechando el movimiento brusco del tren saqué su pija fuera del pantalón y comencé a pajearlo lentamente.

Él intentaba caras de disimulo, pero cuando se corrió en mi mano no pudo evitar un suspiro profundo que fue disimulado con una falsa tos mía. Faltaba poco para mi estación, así que guardé su pija manchada nuevamente en su pantalón, me limpié la mano contra su pierna, le guiñé un ojo y le pedí permiso para acercarme hacia la puerta.

Al llegar a mi destino me bajé y giré para verlo, su sonrisa estaba dibujada en su cara nuevamente, me guiñó un ojo y la puerta se cerró delante de mí. Nunca más lo volví a ver.

¡Ay! Qué lindo recuerdo… me viene a la cabeza unas vacaciones en Playa, cuando con unos compañeros de la universidad nos habíamos ido de vacaciones.

Cerca de nuestra tienda de campaña había una de unos chicos que tendrían entre 16 y 21 años. El mayor de ellos se llamaba Emilio, era moreno y de ojos bien negros, pelo corto y un cuerpo descomunal. Recuerdo que entablamos amistad entre los dos grupos de inmediato, compartiendo comidas y salidas.

Una noche me fui a los baños a ducharme, preparándome para ir a bailar con mis amigos. Estos baños contaban con dos duchas individuales, separadas por una pared entre ellas y con cortinas que evitaban ser visto mientras te duchabas.

Allí estaba yo dándome un baño de lujo cuando escucho que la puerta se abre y entra alguien a la ducha de al lado. Cómo ambas duchas estaban ocupadas, la puerta de entrada al baño se cerraba indicando que se debía esperar que se desocupe alguna ducha. Mi vecino comienza a cantar bajo la ducha, al escucharlo lo reconozco, Emilio.

Sin salir de mi ducha, lo saludo y lo cargo por cómo cantaba. Emilio se ríe y se asoma corriendo mi cortina para pedirme que le preste el shampoo que se lo había olvidado. Pude verlo un segundo, pero alcanzó para que mis ojos se claven en su pija, que reposada era inmensa.

Le alcancé el shampoo y le dije que use lo que necesite. Me agradeció y se volvió a meter en su ducha. Yo terminé de ducharme y salí a donde secarme en unos bancos de madera que estaban frente a ambas duchas. Mientras me secaba la cabeza noté que un costado de la cortina de Emilio estaba corrida, y me permitía espiar un poco.

Aprovechando que el muchacho se estaba enjabonando la cabeza con los ojos bien cerrados, miré descaradamente su verga. Así estaba cuando levanté la vista y Emilio me miraba sorprendido.

— ¿Te gusta lo que ves? — me dijo. Yo no sabía que hacer, ni que decir. Le contesté que se deje de joder que no estaba mirando nada. Él me dijo «Ok… ¡tú te la pierdes!.-

Y como a mí nadie me apura de esa manera le pregunté qué estaba dispuesto a hacer. Me respondió…»de todo, chavo, de todo». 

¡Era gay! Me metí en su ducha y comenzamos a besarnos como locos. Nuestros cuerpos se juntaban y fregaban apasionadamente. Me arrodillé y me llevé a la boca su verga que ya estaba semi erecta por el manoseo y los besos. Chupé cada centímetro de esa carne que taladraba mi garganta, mientras el agua de la ducha me caía sobre la cara.

Emilio tomó mi cabeza y comenzó a cojerme la boca con locura. Su cintura se movía majestuosamente haciendo que su pija entrara lo justo y necesario para lograr el placer extremo. Me puse de pié y lo empujé contra la pared azulejada, lo dí vuelta y comencé a morderle el cuello y la espalda.

Bajé hasta su culito perfecto y enterré mi lengua en el. Lamí su orificio con gula, recorrí con mi lengua su interior que estaba riquísimo. Metí un dedo, y luego otro mientras que con la otra mano le apretaba la espalda contra la pared evitando que se diera la vuelta.

Me puse de pie y me fregué contra él. Metí mi pija entre sus nalgas y empujé poco a poco hasta que su entrada dio paso a mi miembro que se deslizó en su interior. Lo cojí trepando en su cuerpo por detrás. Ver su cara bajo la ducha, con los ojos apretados y un dejo de placer en el rostro me hizo explotar de inmediato en su interior.

Cuando lo hice, me salí de él y dejé mi cuerpo a su voluntad. Él no dudó un instante e hizo lo mismo conmigo, me puso contra la pared, agarró el shampoo y me volcó un chorro sobre la espalda que me recorrió hasta lubricarme la raja del culo.

Emilio tomó mis nalgas entre sus manos y metió su verga entre ellas haciendo que ésta se deslice sin penetrarme hacia arriba y hacia abajo, mientras sus manos apretaban mis cachetes contra su verga super lubricada. Hasta que finalmente, apoyó su glande en la entrada de mi culo y la deslizó a mi interior, llenándome de verga el culo. Me taladró sin piedad hasta que se vació en mí.

Lo repetimos algunas veces en esos días…Nunca más lo vi.

¡Qué placentero ese recuerdo! Y tengo muchos más, que ya les iré contando en otros momentos sublimes como los de recién…

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