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La increíble primera vez con mi amigo de prepa

Este es el relato de un acontecimiento ocurrido en mi adolescencia. Transcurría agosto de mi primer año en la preparatoria y nos reunía la duda de nuestros nuevos compañeros de clase en casa de uno de ellos, juntos para hacer tarea nos dimos cita 5 chicos de entre 15 y 16 años. Después del colegio salimos a pie a este lugar, con uniforme de algodón blanco llegamos sudando pues era verano, cayó la tarde y en vez de trabajar en lo debido nos dedicamos a ver una película de Jackas y reír, uno de ellos era mi compañero de clase desde varios años antes, un buen amigo, de estatura baja de tez blanca, cabello corto castaño claro y muy bonito cuerpo debido a que entrenaba cinco días a la semana desde que lo conocí.

Era mi único amigo en el grupo de chicos que estábamos ahí reunidos, siempre en la escuela me golpeaba de broma pero bastante fuerte, y teníamos ese tipo de relación del que es más débil y el que se ejercita, los demás compañeros sabían ya del tipo de juegos de golpes que teníamos entre los dos, y no recuerdo de que manera terminamos en una de las habitaciones de la casa en la que nos encontrábamos, jugando bruscamente los otros chicos se apartaron de nosotros y decidieron ir a la tienda por cigarrillos.

Los dos solos seguimos haciendo una especie de luchitas en las que él obviamente iba ganando, tomó de cerca un cable del Xbox con el cual intentaba atar mis manos e instintivamente respondí mordiéndole el brazo, gritó -hijo de puta con que te pones rudo- frase que de cierta manera causó una especie de sentimiento que al menos con él nunca había experimentado, le di una patada en la pierna derecha, me agarró fuerte de los hombros y me empujó hacia una pequeña cama que estaba a nuestra izquierda, caí sobre ella y se dispuso sobre mí presionando su pubis contra mi pecho, pude moverme un poco y con una de mis manos le apreté la entrepierna, mi sorpresa fue la de encontrar un pene completamente erecto, cosa que no pude ignorar.

Él se echó a reír y lo solté, tomo mi mano y la dispuso sobre su genital de nuevo, sin palabras, únicamente sonidos extraños que salían de nuestra garganta me atreví a bajar su pans y liberé algo que era hasta ese día desconocido.

Empecé a hacerle sexo oral mientras él me masturbaba, en un momento deslizó su cuerpo sobre el mío y se quitó la ropa y ahí pude ver la belleza de su cuerpo y su miembro erecto remataba la imagen que tenía enfrente. No tenía un prototipo de hombre pero desde ese momento adopté el suyo como referencia. Era blanco con bellos dorados y muy finos; su abdomen era plano y se marcaban increíblemente sexy las pistoleras, esas marcas que se hacen en diagonal de la cintura al pubis; sus pezones eran medianos, completamente rosas y se encontraban completamente puntiagudos como señal de la excitación que su miembro delgado, rosa, con venas muy marcadas y curvo hacia arriba ya evidenciaba. La excitación era total en ambas partes.

Por mi parte, yo me quedé solamente con la playera y nos besamos por un buen rato y al mismo tiempo frotábamos nuestros cuerpos que estaban tibios y temblorosos por la emoción del momento.

Él se hincó en la cama y dejó en posición privilegiada su miembro para que yo me abalanzara sobre él. Primero lo vi, lo toque, lo vi con detenimiento y luego lo olí para guardar ese delicioso aroma a verga que se convertiría en mi obsesión los años siguientes; luego seguí chupando su bonita verga con movimientos despacios al inicio y luego bruscos dándome arcadas queme provocaban lágrimas de satisfacción y lujuria. Así seguir intercalando los movimientos de mi boca que se comía toda su carne y jaladas de mis manos al ritmo que notaba como su respiración se incrementaba y en un momento determinado sus jadeos eran increíbles y muy fuertes.

Así estuve hasta que eyaculó en mi boca y cara; con mi lengua atraje la leche que tenía al rededor de mi boca para comérmelos todo. Luego nos volvimos a besar, él saboreando de mi boca su propio semen hasta que se disolvió entre nuestros besos. Pero yo aún no me venía y él quería más.

Así que tomó asiento sobre mi pene y comenzó a jugar con él en los alrededores de su culito lampiño sin llegar a la penetración, y ese movimiento, el rozar de sus ruborizadas nalgas lampiñas y suaves fue el escenario de lo que puedo llamar un orgasmo masculino magnífico pues en medio de sus nalgas mi cuerpo aventó todo el estrés y la excitación en forma de leche caliente que lo bañó por completo.

Pero al darnos la vuelta y mirar hacia la puerta, dos de nuestros compañeros observaban atónitos lo que ahí había ocurrido, ruborizados por una sentimiento profundo de pena nos dejaron solos, nos miramos, nos vestimos y volvimos a tocarnos sobre nuestro uniforme, en breve regresamos a la sala donde ellos estaban, él se despidió y yo me quedé al cuestionario que prosiguió hasta el anochecer. Sería la primera vez de más de cien encuentros en la misma cantidad de días de lujuria y deseo adolescente.

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