Tenía 15 años y practicaba varios deportes en el liceo. Siempre me duchaba allí. Una tarde lluviosa, después de salir de la ducha, fui abrazado completamente desnudo por detrás por un bedel que trabajaba allí. Era un negro jóven de unos 22 años.
Su pene estaba totalmente erecto y me inmobilizó totalmente. Traté de zafarme pero no pude, el era más alto y fuerte que yo. El bedel me asentó a la pared y empezó a masturbarse friccionandose con mi trasero, hasta que eyaculó. Entonces con su mano regó su semen entre mis nalgas, introduciendo la punta de uno de sus dedos en mi ano. Giré para negarme y me tumbó al suelo.
Allí empezó a tratar de besar mi boca. Después de luchar un rato me rendí y lo deje besarme. No se que ocurrió, pero al dejar de luchar me excité muchísimo y el lo noto. Entonces mientras me besaba me confesó que le gustaba mucho, me dijo que estaba enamorado de mi y besandome en el cuello me pidió que lo abrazara. Así lo hice y el empezó a besar mis pezones.
No, no, aquí no, por favor, alguien puede venir, le dije. Entonces me dijo que había cerrado la instalación y nadie vendría. Eso me asustó y lo miré a los ojos y la pregunté qué quería. Y me respondió: Tienes las nalgas más bellas que he visto, Dios no te dió un trasero así para adornarte, te lo dió para que satisfagas sexualmente a un hombre, para que seas su mujer.
Yo soy ese hombre destinado a cogerte por y para siempre. Oirlo decir esto mientras lo miraba a los ojos, me dió un escalofrío de miedo y de deseo. El volvió a besarme y yo respondí.
Allí en aquel vestuario conocí por primera vez el sexo, deje penetrarme por un hombre que me trató con amor y ternura, convirtiendome en su hembra. Al desvirgarme sentí un dolor punzante, que sus embates convirtieron en placer. Por primera vez me sentí lleno, deseado, amado, poseido, suyo. Esa tarde satisfice por primera vez oralmente a un hombre y saboreé su semen. Esa tarde por primera vez recibí chorros de semen en mis entrañas.
Me convertí en la mujercita de ese bedel que me coge con gran deseo desde hace 3 años. Nunca desde entonces sentí deseos de tener sexo con una mujer, pues el pene de mi hombre me da lo que necesito para ser feliz