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Pedro evitó que me robaran y yo me entregué a él

Caminaba por una zona industrial y fuí atacado por un grupo de 4 pandilleros que intentaron robarme, me opuse y fuí golpeado, uno de ellos sacó un cuchillo y entonces escuché una detonación. Un hombre de color sostenía una pistola y los pandilleros corrieron despavoridos.

El hombre me dijo que se llamaba Pedro y era vigilante de una empresa. Yo estaba roto, mi ropa rasgada, y sucio. El me llevó a donde trabajaba. Estaba en shock. Me indicó desnudarme para lavarme, lo hice pero empecé a llorar de miedo. Tenía 16 años y nunca había tenido una experiencia así. El me abrazó y me aferré a el. ¿quieres que te ayude?, Si, respondí.

Pedró se desnudó, lo miré y vi que era un hombre musculoso, alto, de piel muy oscura, y un largo y grueso pene. Verlo así me hizo sentir deseos de ser mujer para poder compensarlo, por lo que había hecho. Pedró me llevó a la ducha y empezó a bañarme. Sus manos recorrieron mi cuerpo y mi pene se erectó violentamente. Al enjabonar mi espalda sentí como prolongaba sus caricias, porque eso eran, en mi cola. Pedró me tomó por las caderas y me hizo levantar en puntillas para asentar su sexo erecto en mi trasero diciendome que le gustaban mucho mis nalgas, que eran redondas, firmes, y bellas.

“Parecen nalgas de mujer” dijo. Yo estaba muy excitado y el me giró y besó en la boca con pasión. Nunca había besado a nadie en la boca y el me hizo descubrir un placer nuevo. Estaba paralizado y el aprovechó para manosearme a placer.

Despues de un rato me asentó a la pared y empezó a besar mis nalgas, era una sensación nueva y deliciosa, sus labios, lenguas, y dedos recorrían mi espalda y trasero divinamente. Sentí que separaba mis nalgas, y ponía su lengua en mi ano. Aquello fue muy intenso, grité de placer y no pude parar mis gemidos.

Pronto sentí que ponía algo baboso en mi ano con su dedo y lo introducía sin apuro. Perdí la cabeza, estaba perdido, aquel hombre iba a cogerme y yo no me opondría. después de dilatar mi ano muy bien, se levantó y colocó su glande en él, empezó a deslizarlo sin apuro, al ver que me molestaba, retrocedía. Yo estaba parado en puntillas, mis piernas separadas, y mi cola alzada. Me ofrecía así a su virilidad. De prontó aquel enorme sexo se hundió completamente en mi, di un gritico de dolor y placer al ceder mi último esfinter, el empezó a moverse y yo tuve el más intenso, delicioso, y sorpresivo orgasmo de mi vida.

Gemía, jadeaba, chillaba, y gritaba ruidosamente mientras el me cogía, mi cuerpo empezó a moverse eroticamente buscandolo, y pronto recibí mi primer baño de semen. Quedé sorprendido por lo prolongado y fuerte de su orgasmo y por la cantidad de semen que sentí inyectar en mis entrañas.

Pedro me abrazó y y dijo: Mi vida, que rico estas, que divino trasero tienes, eres tan delicado, quiero que seas mi mujer de ahora en adelante. Estábamos sudados y jadeantes, y seguimos unidos. Su pene seguía erecto y mi ano palpitaba. Poco después copulábamos nuevamente. Al separarnos quedé temblando de espaldas a el, sentí como su semen bajaba por mis muslos, el me volteó y besó con deseo y me pidió que lo mirara a los ojos.

Lo hice y me preguntó si quería ser su novia. Si, fue mi respuesta. Seguimos besandonos largamente con pasión y deseo. El volvió a bañarme. Mientras lo enjabonaba los satisfice oralmente. Era maravillosa la visión de aquel enorme y grueso ssexo negro, ver y sentir sus bellos púbicos, sentir su olor y sabor, y acariciar esa sorprendentemente suave piel.

Me bebí todo su semen y volvimos a copular después de un rato.

Pedro se convirtió en mi macho, me hizo afeminar depilandome, cambiar mis gestos, manera de vestir, maquillandome.

Me llevó a bares gay donde me acariciaba y besaba libremente, empezó a tratarme como su mujer en lugares públicos, y dos años después, al alcanzar mi mayoría de edad, me fui a vivir con el, convirtiendome no solo en su hembra, sino en su mujer, su pareja.

Nunca toqué a una mujer, pues él me da todo lo que necesito para ser feliz. Aquí se cumplió el dicho: No hay mal que por bien no venga

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