No fallaba una tarde, Rodrigo pasaba trotando cada día a la misma hora y se acostumbró a parar en la tienda de bebidas donde trabajaba a hacer un pequeño descanso para hidratarse.
Con veintipocos años tenía un cuerpo espectacular de tanto deporte lo que nos encargábamos de comprobar Julio y yo cada vez que entraba en la tienda. Se nos caía la baba fantaseando con el y con su cuerpo de 1.85 aproximadamente, totalmente fibrado.
Julio, mi compañero de horario en la despensa de bebidas era tan gay o más que yo, a los dos se nos notaba, sobre todo cuando pasábamos juntos, no cortábamos nuestra pluma pues juntos nos divertíamos mucho y porqué no decirlo, nos abría muchas puertas con los clientes gays, que iban muchos.
Cuando Rodrigo entraba a comprar su refresco mi compañero siempre venía para mi sección a comentar cualquier tontería con el para ver si nos daba juego, pero el joven no era muy hablador, aparte de parecer muy vergonzoso, o quizás los dos lo intimidábamos demasiado.
Se fue poco a poco abriendo con nosotros y fuimos ganándonos su confianza, cada vez que paraba para tomar algo terminábamos sentados en la pequeña mesa que teníamos al lado del mostrador hablando de cualquier cosa.
Una de las veces nos confesó que tenía novia pero que no era nada serio, “no estoy en edad de compromisos todavía, tengo que terminar la carrera primero” decía con frecuencia.
– ¿Nosotros no creo que te tengamos que decir nada sobre nuestros gustos no? Julio, como siempre, tuvo que abrir su bocaza.
– No hace falta, dijo poniendo una sonrisa de aceptación.
– Por lo que veo no te importa. Mi amigo seguía con su interrogatorio.
– Para nada, tengo muchos amigos que son gays. Apostilló nuestro adonis.
La dichosa “frasecita” ya salió, me remata cuando alguien viene con la cantinela de “soy tan moderno que tengo amigos gay”. No se que querrán demostrar con eso pero a mi en particular me pone de mal humor, es como una moda, si no tienes amigos gays no eres cool.
Mi cara de disgusto la notó antes de partir de nuevo a su recorrido y Julio me lo dijo nada mas irse:
– Que cara de viuda amargada has puesto cari. Se te ha notado mucho.
– Es que me cansa la tontería de siempre, los muchachos que siempre dicen eso o son maricones o quieren serlo y no se atreven… lo mismo me estoy haciendo mayor pero es que me revienta. Mi cabreo era evidente y Julio se fue a su sección de licores con cara de mujer fatal negando con la cabeza.
Ya nunca seguimos con el tema cada vez que repetía la operación la mayoría de tardes y gracias a eso pudimos saber que estudiaba arqueología y le fascinaba coleccionar coches de rally en miniatura, pero que había cortado la colección porque las matriculas de la universidad eran tremendas de caras, “y mis padres ya no sueltan plata”.
Llegamos a conocernos bastante y hubo una temporada que le dio por contarnos el sexo que tenía con su novia poniéndonos realmente cachondo cada vez que nos relataba sus encuentros. Julio le exigía detalles, hasta los mas específicos, yo también deseaba oírlos pero nunca me atreví a interrogarle sobre todo ello.
– ¿Nunca lo has hecho con un tío? Julio de nuevo exprimía sus posibilidades sin pensar si podía sentarle mal sus impertinentes preguntas.
– Por ahora no, pero nunca se sabe, estoy en edad de experimentar.
Su respuesta nos dejó atónitos pues nos miramos disimuladamente diciéndonos cual de los dos podría ser el afortunado.
– Pues cuando quieras lo dices y aquí estamos para experimentarte. Mi amigo era realmente directo, lo que me daba bastante vergüenza, pero reconozco que facilitaba mucho el trabajo.
Justo después de navidad teníamos el bendito inventario y estuvimos todo el jueves cerrado contando y recontando la mercadería de todas las secciones. Estuve ayudando a todos durante la mañana para terminar pronto pero cuando llegó el recuento de la mía me quedé solo. Realmente no me importaba pues prefiero hacerlo sólo antes que ir recontando por la falta de interés de los compañeros, además la mía era bastante pequeña, en un par de horas lo terminaría y toda la tarde libre.
Ya se iban ido varios de los compañeros del almacén no sin antes ofrecerme su ayuda cuando Rodrigo tocó a la ventana haciendo gestos preguntando si hoy no podría tomarse su refrigerio.
– Pasa por la puerta del almacén. Le gesticulé como pude.
Mi sorpresa cuando llegué al almacén pudo notarla Miguel el informático, todos se habían ido ya y sólo quedaba el contrarrestando los informes de inventario que nosotros le ibamos dando.
– Sólo quedas tú, ¿te falta mucho para terminar? Miguel se veía con prisa también por irse.
– Todavía no he empezado, si he estado ayudando a los demás, pero te lo termino rápido y te dejo el informe en la mesa si quieres, mañana a primera hora lo metes.
– ¡Perfecto! Cierra tú que yo me voy a ir enseguida. Aceptó pues sabía que era de los pocos en los que podía confiar.
Cuando abrí la puerta y estaba Rodrigo en la puerta esperando.
– ¡Que rápido has dado la vuelta! Yo me tomaba como 5 minutos mínimo en dar toda la vuelta a la cuadra.
– ¿Porqué esta cerrado hoy? Sin hacer caso de mi comentario Rodrigo mostraba su inquietud de ver el local cerrado al público.
– Estamos de inventario, hay que hacerlo un par de veces al año.
– ¿Pero puedes venderme algo?
– Sí pasa, sólo quedo yo por hacerlo y también me voy, hoy descansamos por la tarde.
Rodrigo repasaba toda la tienda vacía antes de llegar a mi puesto donde siempre nos sentábamos a charlar un rato, no paraba de observar lo diferente que era la bodega sin gente y sin la bulla habitual.
– ¡Impresiona ver esto vacío!
– ¿Es raro verdad? Yo me siento incómodo sin el ruido habitual, pero se trabaja mejor. Comenté mientras empezaba a contabilizar manualmente.
– Si quieres te ayudo, ¿que tienes que hacer? Se levantó y se apoyó en el mostrador dejando ver como se marcaba su paquete en el apretado pantalón blanco deportivo que llevaba.
Mi mirada no pudo evitarlo y quedó fijamente mirando su entrepierna, pero rápidamente elevé la mirada con la esperanza de que no se hubiese dado cuenta. Su sonrisa decía todo lo contrario.
– Tengo que… bueno, tengo que contar todo esto uno a uno. Mis mejillas comenzaron a arderme de la vergüenza.
Rodrigo seguía en la misma posición sin apenas inmutarse y me di la vuelta hacia las estanterías para seguir contando artículos con la esperanza de que mi rubor se pasara rápido cuando noté que se echó hacia mí agarrando mi paquete y frotándose contra mis nalgas.
– ¿Lo estas deseando tanto como yo? Rodrigo comenzaba a sobar mi pecho con una mano y la otra intentaba entrar debajo de mis pantalones.
– ¡Tienes que ser una buena perra follando!
Mientras su boca recorría mi cuello creí que no era real lo que estaba pasando y dejé que hiciese hasta reaccionar, pero no me dio tiempo. Sus manos desabrocharon mi pantalón y los bajaron sin apenar darme cuenta sintiendo como sus dedos lubricaban mi ano.
La situación me impedía hablar por el sobresalto de sentir como entraba su verga, solo pude limitarme a disfrutarlo inmóvil mientras sus manos me masturbaban torpemente.
– ¡Dios! Sabía que tenías un culo rico. Decía mientras iba bombeándome cada vez mas violento.
Se corrió de una mientras sus manos se preparaban en mi entrepierna para recibir mi esperma alborotado por tanto placer inesperado. No aguanté mucho mas, mis rodillas flaquearon en el mismo momento que con su verga aún dentro de mi sentí que me corría en sus manos a la vez que al oído su voz me animaba a eyacular.
– ¡Me has cogido a traición! Dije con una sonrisa permanente en mi cara.
– ¿Pero te gusto? Mi amante pedía mi aprobación sin saber que sólo una mirada suya bastaba para encender mi pasión.
– ¿Y a ti? Me puse enigmático.
– Claro que me ha gustado, me encanta meterla por detrás.
– ¿Y nada más?
– Es cuestión de quitarme los prejuicios, pero por ahora todavía los tengo.No sé que prejuicios podría tener después de haberme empalado contra la pared, pero seguí mi instinto y no insistí mas sobre el tema, imaginaba que abría oportunidad de ir descubriéndolo pero por ahora me conformé con ser su pequeño desliz temporalmente, después ya veríamos.