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El chófer de la combi

Ya hace algunos años, cuando estaba por terminar la universidad, entró una ruta de combis nueva a mi ciudad; recuerdo que eran en promedio 30 unidades y al menos unas cinco o seis eran conducidas por jóvenes apuestos. De entre ellos conocí a Samuel, un chavo que en aquél tiempo tenía 19 años, yo por entonces tenía 22; Samuel era moreno, con cuerpo marcado y como de 1.70 de estatura y siempre vestía de jeans y playera ajustada por lo que se veía muy atractivo el chavo.

Yo salía de la escuela a la una de la tarde y rumbo a mi casa casi me lo topaba a diario ya que yo tomaba la ruta a dos calles de su base por lo que era de los primeros en subir. Un día de mucho calor, como de costumbre esperaba la combi, cuando ví venir su unidad le hice la parada y en lugar de abrirme atrás como siempre lo hacía, me abrió la puerta del copiloto, se me hizo raro pero me subí. Una vez arriba me sonrío y procedí a pagarle e inició una breve charla.

S: ya de la escuela?
Yo: ya, tú crees?
S: qué estudias?
Yo: Contaduría Publica.

Y así hasta que llegué a mi destino y bajé de la unidad; a partir de ahí, siempre que lo encontraba, me subía adelante con él y charlábamos de forma muy amena. Nuestra amistad creció y en ocasiones íbamos juntos a comer o a tomar algo mientras no le daban salida y así durante casi 4 meses. Fue un sábado que yo estaba afuera de mi casa, él pasó, me silbó y me llamó; me acerqué y me dijo: «mañana hay fiesta en mi casa, ojalá puedas ir». Me dio la dirección y continuó su trayecto. Al día siguiente fui a la fiesta y me atendió muy bien, comí y bebí como rey.

Unos dos meses después yo fui a su casa para devolverle el favor, es decir, para invitarlo a mi casa. Ese día era domingo y tuve suerte de llegar a esa hora, pues estaba sacando su combi para ir a jugar fútbol, cuando me vió le dio gusto, me dio una palmada en la espalda y me dijo: «vente vamos al fut y allá nos echamos unas chelas». Me subí a la combi y nos fuimos a donde sería el partido, literal llegamos casi barriéndonos.

De inmediato se pasó para la parte trasera de la combi, se quitó la playera y el pantalón quedando en puro bóxer, recuerdo bien un bóxer negro que no dejaba nada a la imaginación, buen paquete, buenas piernas, buen abdomen y brazos fuertes; todo un monumento frente a mi, un morenazo de fuego. Yo me quedé impactado con esa imagen, pero sobre todo con el tamaño del bulto bajo ese sexy bóxer.

Samuel se vistió de inmediato con el uniforme de su equipo, al bajarse de la combi se inclinó y pude apreciar un trasero muy bien formado y atractivo. Bajé tras él y al irse me dice «te dedicaré al menos un gol» y se metió corriendo a la cancha a tomar su lugar.
Dio inició el encuentro, mientras tanto yo no podía borrar la imagen de Samuel desnudo frente a mi; en algún momento me excité de recordar aquella imagen tan sensual.

Terminó el encuentro con un marcador de 4-2 a favor del equipo de Samuel. Él venía contento tras el triunfo y en eso me dice: «ahora si, vamos por unas cervezas, pero antes deja cambiarme, por favor pásame mi mochila». Nuevamente nos subimos a la combi y ahora con más calma se quitó el uniforme quedando nuevamente en bóxer.

Otra vez ante mis ojos esa deliciosa imagen de adonis moreno; por supuesto no perdí detalle de aquél momento, tanto que él se percató que lo veía y sonrió así que solo se puso la playera pero se quedó en bóxer unos 5 minutos más mientras acomodaba el uniforme y zapatos dentro de la mochila, esa espera provocó en un mi una excitación más intensa de la que Samuel se percató pero no dijo nada. Luego nos subimos a la combi, buscamos una tienda y compró dos six de cervezas y entonces me dijo: «ten échate una para que te refresques pues se ve que tienes calor» y sonrió.

Como 3 horas después las cervezas se acabaron y me dió un aventon a mi casa; al despedirnos le dije que lo esperaba el próximo domingo en la casa.

Pasaron los días y por fin llegó el domingo y a mi casa empezaron a llegar los invitados y Samuel llegó como las 4 pm, comimos mole poblano con pollo y arroz. Después comenzaron las chelas; ese día Samuel llegó con ropa de vestir, un pantalón negro muy entallado y una camisa gris que lo hacían ver muy elegante y bastante antojable.

Después de muchas cervezas, le ofrecí un tequila para la buena digestión, fueron uno, dos, tres y no sé cuántos tequilas más. De repente vi que quería ir al baño pero no se podía levantar, eché su brazo sobre mi hombro y lo acompañé al sanitario, al salir le pregunto:

Yo: ¿estás bien we?
S: ya me siento pedo, creo que ya me voy.
Yo: ¿seguro que estás bien?
S: si we, acompáñame a la combi.

LO MÁS RECIENTE

La combi la había dejado en un terreno detrás de la casa, junto a los vehículos de los demás invitados, para esa hora muchos de ellos ya se habían retirado, sólo quedaban además de la combi 3 o 4 carros más.
Durante el trayecto a la combi, me percaté que Samuel estaba muy tomado y que no podía ni caminar; lo abracé de la cintura y llegamos por fin.

Yo: no manches, cómo te vas a ir así si de seguro ni puedes manejar.
S: si wey, sí puedo
Yo: mejor súbete a la combi, descansa y al rato te vas; yo aquí te aguanto.
S: neta wey
Yo: sí, cabrón… súbete y acuéstate en el asiento de atrás, ahorita te traigo una cobija.

Fui por la cobija a mi casa y al regresar vi que se había acostado en el asiento trasero al chófer y permanecía boca arriba, se había quedado dormido. Pude apreciar sus grandes y torneadas piernas, sus fuertes brazos y pecho, pero sobretodo ese gran bulto que resaltaba debajo del pantalón. Me quedé un momento boquiabierto apreciándolo a la luz de la luna.

Después de 5 minutos le hablé para comprobar que dormía y en efecto, estaba profundamente dormido emitiendo un ligero ronquido. No pude aguantar más y me hinqué a su lado; suavemente comencé a acariciar ese bulto sin respuesta alguna.

Mis caricias cada vez eran más atrevidas; al ver que no despertaba desabroché su cinturón y pantalón, bajando el cierre suavemente. Ante mí apareció un bóxer blanco con rallas rojas y Samuel no despertaba. Le seguí acariciando sobre el bóxer y no había respuesta alguna. Entonces metí mi mano bajo el bóxer y pude sentir un delicioso y flácido pene entre un nido de vellos. Lo acaricié unos minutos y ¡oh sorpresa! ese pene comenzó a responder.

Le bajé un poco el bóxer y pude apreciar el tamaño que comenzaba a tomar, para ayudarlo a crecer me lo metí a la boca, aquél pene de inmediato se puso duro y alcanzó por lo menos 18 centímetros de largo, era algo grueso y un poco cabezón. Lo lamí de arriba a bajo hasta llegar a las bolas peludas, entonces escuché un gran gemido de placer de mi invitado.

Lo seguí metiendo y sacando de mi boca. De repente escuché el motor de un auto, me separé y agaché para que no me vieran, a Samuel lo tapé con la cobija. Una vez que se fue el auto y que me percaté que no había nadie cerca, nuevamente me hinqué y aprecié por unos minutos ese manjar que seguía parado, lo estaba acariciando cuando sentí una mano sobre mí cabeza que me empujaba a seguir mamando; era Samuel que había despertado y quería seguir disfrutando de mi boca.

No hubo palabras de por medio. Ya con la autorización de su dueño, comencé a mamar como nunca esa rica verga, la sacaba y la metía hasta sentir tocar mi campanilla con ese glande, no me entraba toda, apenas 3/4 de verga me comía. Le lamia los huevos, los pliegues de la ingle que hacían estremecer a Samuel, recorría con mi lengua desde los huevos hasta la punta. Así estuve como 15 minutos; de pronto Samuel se incorporó y dijo.

S: sale wey volteate y empínate ahí te va la reata.

Rápido que me desabrocho y bajo el pantalón poniéndome en 4 sobre el asiento de atrás. Samuel se ensalivó la verga y me la empuja fuerte logrando meter la cabeza en el primer intento. Fue entonces que sentí una intensa punzada que quise sacarla, pero Samuel no lo permitió.

S: querías verga ¿no? Ahora aguántala wey.

Tres empujones más y estaba totalmente ensartado por esos 18 centímetros. Samuel comenzó a meter y sacar suavemente, gimiendo en mi espalda.

S: wey qué rico y apretado culo tienes.

Así estuvimos como 10 minutos, después Samuel me pidió acostarme en el asiento boca arriba y levantar mis piernas a sus hombros. Me la clavó de un sólo empujón, yo sentía chingón rosar sus huevos peludos en mis nalgas. 5 minutos más así en él mete y saca.
Samuel acelera sus movimientos y yo gritaba de placer.

S: toma, toma… para que ya no pidas verga.
Yo: siiiii, dámela toda papito.

Lo abrazaba y rasguñaba su espalda y le pedía más y más. Entonces Samuel me dijo: «me vengoooo wey, ahí te van» y sentí varios chorros llenándome de leche.
Qué delicioso momento. Me la sacó, se limpió bien, yo me vestí y él se acomodó la ropa.

Yo: qué onda wey, ¿cómo estás?
S: después de esta cogida, hasta la peda se me bajó wey.
Yo: no manches duérmete un rato y luego te vas, para que llegues bien a tu casa.
S: si wey, pedo y deslechado vaya yo a chocar.

Se durmió unas 3 horas, despertó y se fue. Yo quedé feliz y satisfecho, después de un sabroso mole poblano, para rematar un delicioso camote con lechera.

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