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Así disfruté a los primos de mi novia (parte 3)

Esa noche pasamos una velada muy agradable alrededor de la fogata; el tío Gabriel había sacado su guitarra haciéndonos cantar a todos; no pudieron hacer falta los malvaviscos y los cuentos de terror y relatos chuscos de varios integrantes de la familia, conforme la noche fue avanzando los tíos mayores y mis suegros fueron retirándose, pasando a descansar en las cabañas.

El clima era frio, normalmente logro tolerar demasiado el frio, pero la mayoría andaba cascabeleando, por lo que los más pequeños también tuvieron que ser retirados, a excepción de uno que otro terco como los casi gemelos hijos del tío David, y algunos primos y primas más.

Tenía a caro abrazada y estaba recargada sobre mí—Amor, quiero ir a dormir ya.

—Mija, no nos va a quitar al sobrino en la última noche—Dijo el tío Carlos, bromeando a mi ingenua novia, ya que el tío había traído cervezas y botellas a contrabando de su esposa, ya que se suponía no había alcohol en exceso en la convivencia familiar.

Mi novia siempre fue demasiado independiente al igual que yo, por lo que les calló la boca a sus tíos dejándome ahí; le dije que la alcanzaría más noche y ella se retiró al igual que casi todas las primas.

Al mirar que no había moros despiertos los tíos sacaron cervezas y alcohol al por mayor para pasarla más agradable, al cabo de una hora los tíos ya estaban dando las buenas noches, pues el frio, más el cansancio de la feria, y la edad no les ayudó mucho, así que pronto a penas quedamos algunos: Ariel, Daniel, Héctor y Cesar, quien fue el primero de los cinco en despedirse.

Y así se fueron desvaneciendo como las últimas cervezas en la nevera, al final solo nos acompañábamos Héctor, Ariel y yo; pero no pude más y ya fui otro más de los caídos, me sentía algo mareado, pero nada que no pudiera controlar.

Caminé sobre la ligera vereda mirando con algo de gracia como me costaba carburar el tambaleante camino, quizá haberme levantado de golpe y ser batido por el aire me había dejado un poco más mareado de lo que estaba, me sorprendió cuando Ariel tomó de mi hombro escabulléndose bajo mi axila para ofrecerme su ayuda.

—Tranquilo, no estoy tan ebrio— le dije, para que supiera que podía caminar sin su ayuda.

—Dudo que un hombre como tú a tú edad pueda sostenerse solo, así que por si las moscas—dijo con gracia, para sacarme una sonrisa, pues el chico apenas había bebido una lata de cerveza, ya que no acostumbraba beber, sin embargo, como en todo el viaje, había sido el payaso de las reuniones.

No se quitó de mi lado, y en verdad me siguió hasta la sala de la cabaña, me senté en el pequeño sillón, no quería despertar a Caro al acostarme, menos incomodar su sueño con mis ronquidos; siempre que bebía roncaba demasiado, y era una de las razones por las cuales cuando lo hacía prefería dormir en la sala, era un acuerdo que teníamos como pareja.

El joven primo entendió que no debíamos hacer ruido por su prima, así que fue demasiado sigiloso—¿Quieres que te quite las botas primo? —por lo que con mis pocas ganas le respondí moviendo la cabeza que podía hacerlo; inmediatamente se inclinó para desajustar mis agujetas, sentí mis zapatos ponerse flojos y ser retirados para posar mis pies sobre la fría madera, después retiró ambos calcetines.

El sueño me iba ganando, pero aún seguía demasiado consiente para controlar mis movimientos, aunque era muy cómodo que te quitaran los zapatos; entonces sentí sus manos desajustando mi cinturón—Deja te ayudo con esto igual, para que duermas más cómodo—abrí los ojos y solo observaba que hacía el hermano menor de Cesar.

Dejó mi cinturón colgado por los lados, centró la fuerza de sus manos sobre los botones consecutivos que sustituían el zipper en mis jeans, dejando mi bulto al aire.

Regresó a mis piernas y comenzó a tirar de ellos desde mis tobillos para poder retirar toda la prenda, levanté las caderas para poder ayudarlo, él sabía que me encontraba cuerdo.

Dejó mis pantalones sobre otro de los sillones, ahora me encontraba solo en bóxer, de esos que te marcan y acomodan todo en su lugar, estaba por ayudarme con la playera, cuando sentí como se adentró entre mis piernas para rosar mi bulto con su rodilla, sentí un escalofrío y de nuevo esas cosquillas que te hacen sentir que una erección se avecina.

Sentía como adrede rosaba su rodilla contra mi paquete abultado, haciendo más tiempo de lo normal para retirar mi playera, levanté las manos para que se deshiciera de ella, la playera cayó al piso, pude entender que era apropósito, se inclinó a recogerla posando su mano sobre mi pierna, muy cerca de mi abultado pene que ya iba despertando; sosteniéndose de ahí para no perder el equilibrio.

Tenía los ojos bien abiertos y él sabía que estaba consciente de lo que ocurría, sentí su mano correrse lentamente hasta que uno de sus dedos rosó mi bóxer a altura de los testículos.

Mi corazón se aceleró cuando cubrió con su palma toda el área, el cual ya mostraba una erección que era imposible de ocultar, inmediatamente mi verga le respondió el apretujón con bombeos intensos que desprendían líquidos, dejando una mancha húmeda sobre mi bóxer.

Inmediatamente tomé su mano y lo detuve, no podía repetir lo mismo con otro de sus primos, tantas cosas pasaron por mi cabeza que no era correcto para ninguno; trague saliva al retirarle la mano, pero el tercamente volvió a colocarla.

Me sonreía de una manera demasiado coqueta; se puso de pie y con sus mirada felina rodando mis partes íntimas de nuevo con sus piernas e inclinándose a mí, me susurró al oído—Pensé que te había gustado como te masturbé hace unas noches.

Al mismo tiempo su mano oprimió mi verga que ya estaba completamente erecta, sin poder hacer nada con la mente totalmente en shock al descubrir que nunca Cesar había sido quien me había dado dado tanto placer hace dos noches.

Bajó por mi cuello sin soltar mi polla, beso mi pecho, luego se detuvo en uno de mis pezones, su lengua se movía como un experto, hacia maravillas con su lengua, con sus succiones y con esos pequeños mordisquéis que me llevaban a otro nivel.

Vaya que el muchacho tenía demasiadas agallas para hacer esto, después de unos segundos fue besando mi abdomen lamiendo mi ombligo hasta quedar con los ojos y la boca frente a su objetivo.

Con una mano movía mi miembro sobre la tela, podía sentir lo mucho que estaba lubricando, arrodillado a mi acercó su boca al pequeño manchón de líquido que la punta de mi venga había dejado sobre la tela, primero lo olfateo y luego con su sutil lengua recogió el escaso líquido que aún no había secado.

Con el contorno de su boca cubrió la Marca de el glande, podía sentir bajo la tela su cálida boca succionando y masajeando con su lengua mi verga que pedía a gritos ser liberada de tan estrechos calzones.

Bajó del tronco hasta mis huevos, hundiendo su nariz muy cerca de mi culo, miraba cómo disfrutaba de los olores que mi cuerpo sudado emitía; entonces regresó hasta el límite de mi zona prohibida y con los dientes bajó hasta donde el elástico se lo permitió.

Mi verga quedó expuesta a la mitad, la ropa hacia presión sobre el cuerpo de mi pene, de nuevo acercó su boca y con una lamida en pausa lamió la hinchada cabeza mientras su mirada miraba a mis ojos retóricamente.

Absorbió lo poco que los bóxers habían dejado salir, y con la ayuda de sus manos bajó el resto de mis calzones, metiéndose todo e trozo a la boca sin dejar que brincara, de un solo trago llevo hasta el final de su garganta todo mi miembro.

Podía asegurar que tenía más experiencia que yo y mi novia juntos; puedo abogar que ha sido uno de los mejores haciendo sexo oral, no solo lo disfrutaba, se aseguraba de con la mirada y su tacto hacerte explotar hasta lo más alto de la calentura.

Ahora entendí la forma tan cálida y sumisa del sexo de su hermano; Cesar era más tierno y menos salvaje, a diferencia de esta bestia sexual que te obligaba y te sometía de una forma tan atrevida la que no podías negarte.

Corrió mis bóxers por mis piernas hasta asegurarse de haberlo retirado todos, tomó mi verga y la masturbó con la boca abierta apenas tocando los bordes de sus labios, creaba una sensación tan deliciosa, que quería metérsela toda hasta la garganta.

Quise levantarme para que siguiera con su sexo oral, pero no lo permitió, me dejó ahí sentado siendo una vez más el reo de su deseo sexual tan explosivo y manipulador.

Se puso de pie y se retiró su playera, tenía un abdomen plano y bastante pronunciado, su torso completamente lampiño con unos pezones claros; se desabrochó los pantalones quitándoselos desesperadamente; pisando la prenda en el piso forzó a sus piernas salirse de ahí.

Traía un bóxer dinámico de colores azul y gris, su verga dura apenas cabía en tan concurrida prenda, su verga rebasaba por mucho a la mi, solo de ver la dimensión y el margen te obligaba a brindarle respeto, podía juras que se trata de no menos de 21 centímetros.

Y de su grosor ni que decir, algo suficientemente gordo como para retar lúpulo a intentar cerrar la mano; inmediatamente se bajó los calzoncillos: no fue solo una idea, en verdad era una monumental verga.

Camino hacia mi, seguía con las piernas abiertas y reclinado hacia el sofá, se colocó entre mis piernas; paralizado y aturdido tomó mi mano, y después de unos jalones de negación por fin logró que mi mano posara sobre su verga.

No sabía que hacer; era la segunda vez que tenía una verga sobre mi palma, y la primera ves también había sido la de el; esta vez si coincidía con la verga de la noche anterior, mi mano se hacía minúscula al lado de su miembro erecto.

Con su mano movió la mía para que lo masturbara, era tersa y demasiado suave a pesar de su dureza; soltó mi mano al ver que estaba realizando lo que a él le apetecía.

Su punta estaba tan húmeda como la mía, al ver que no era el mejor candidato para jálesela, retiró mi mano para darse unos tirones, después de haber escupido y lubricado su enorme cabeza.

Se acercó más a mi, dejando ambas vergas a la misma altura; las tomó ambas con una mano, y comenzó a masturbarse en conjunto; ambos penes subían y bajan su piel al mismo ritmo, era demasiado excitante sentir esa dureza compactándose en un mismo movimiento.

Su verga dejó lubricará la mía, y con ello fue suficiente para seguir masturbándome; al separarse de mí y darse la cuenta noté que tenía un culo encantador; lo había mirado en shorts y pantalones, sin ropa se veían mucho mejor: lampiños, redondos, levantados y carnosos.

Quería levantarme a tomarlo por la espalda en esos segundos, pero a la vez quería que me siguiera sorprendiendo; se dio la vuelta y regresó, se montó a mi dejando ese par de nalgas perfectas sobre mi, mi pene estaba incrustado entre ese firme trasero.

Comenzó a balancearse, mi verga cada ves sentía más cerca la entrada, le rodaba el hoyo cada ve que sus nalgas caían con fuerza, controlaba sus movimientos, solo quería tenerme lo suficientemente encendido para el momento.

Me tomó del cuello para tener resistencia, y en un movimiento brusco no previsto, su cara se acercó tanto a la mía dejando sus labios sobre los míos, giré la cara, nunca había besado un chico, no de esa forma.

El me regresó la cara y me robó un beso que de ser obligado pasó a ser apasionado; besaba muy bien, sus labios carnosos jugaban a la perfección con los míos, si lengua penetraba mi boca, y hacia remolinos con la mía.

En cuestión de minutos aquel muchacho me había transformado en todo lo que los hombres juramos jamás caer; sentí junto al beso su culo darle entrada a mi verga, que suerte que no fuera al revés, me hubiera destrozado.

Se movía como una bestia, cada ves que entraba hasta el fondo de su ano, mi polla estremecía; ponía mis manos sobre su cadera, pero al muchacho no le gustaba ser manejado y las retiraba, le gustaba llevar el control y ser quien guíe el ritmo.

Pero se le habían acabado sus cinco minutos de fama; lo tomé de las caderas para metérsela con más fuerza, mis piernas impactaban sobre el con gran fuerza, notaba cómo daba pequeños brincos con cada embestida.

Intento nuevamente quitarme las manos para llevar el control, pero ya era demasiado tarde, había despertado al toro sexual que soy; podía notar como lo disfrutaba, sabía que se estaba reprimiendo sus gemidos para no despertar a su prima, y a propósito le daba con más fuerza.

Lo hice levantarse y apenas estuvimos de pie mi verga ya la introducía de nuevo; quería mostrarle cómo un verdadero alfa llevaba las riendas en la cama; caminamos con mi verga ensartada dentro de el, lo apoyé en otro de los sofás para seguir con la cogida.

Le levanté uno de los pies, y me arrodillé para que conociera mi poderosa lengua, miré entre sus piernas su enorme verga colgando al lado de unos huevos muy gordos haciendo lo mismo, le lamí el ano y un sutil gemido salió de el.

Su culo se contraría una y otra vez cada vez que mi lengua se metía más profundo dentro de él; con mi mano derecha tomé su verga y comencé a masturbarlo mientras el ritmo de mi boca crecía entre sus nalgas.

Tenía una polla en verdad grande, y lo extraño es que me estaba gustando tocarla, al grado de ponerme más duro solo de sentirla entre mis manos que apenas cerraban el puño, seguí dándole sexo oral en el ano hasta que me aseguré que supiera que estaba con un verdadero hombre.

Al saciar mis ganas de comerme su culo, me levanté y lo acosté en el sofá en la misma posición que yo estaba inicialmente, le levanté las piernas trayéndolas a mis hombros, introduciéndome de golpe hasta el fondo de el.

Noté sus gestos entre dolor y placer, se agarró de los bordes de el sofá oprimiéndolos con fuerza; cada vez que lo penetraba cerraba sus ojos y mordía sus labios; mis huevos golpeteaban sus nalgas una y otra vez sin descanso.

Mi verga estaba demasiada estimulada por su estrecho hoyo, con cada metía sentía mi alma salir y volver a entrar en mi; fue después de unos minutos que sentí esa explosión perder el control, llenándolo de mi semen una y otra vez.

No se cuanta leche había tirado, pero era una de las veces que más me había venido, puedo asegurarlo; mientras yo me iba apagando lentamente dentro de él, se fue masturbando sin dejar de mirarme.

Estalló sobre su vientre, se vino cuando menos seis veces, antes de comenzar a escurrir sobre su ombligo, su poderosa verga se había vaciado tanto como la mía; me retiré de el, le traje algo para limpiarse y le entregué su ropa en las manos.

Estaba demasiado agotado, y el también; se vistió con gran agilidad, y antes de irse a su campaña intentó darme un beso en la boca el cual rechacé; pero fue persistente y logró robarme otro beso, me oprimió el paquete mientras me besaba.

Aun permanecía en bóxer; me soltó y se retiró a su cabaña, estaba demasiado contrariado, pues me había tirado a los dos primos de mi novia, uno por equivocación, y otro por gusto.

A la mañana siguiente al levantarme, noté que seguía sentado en bóxers en el sofá, caro estaba haciendo maletas, me dijo que ya varios tíos se habían marchado, tenía no haberme podido despedir de alguno de ellos.

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