... ...

Mi amigo y su puta

Me llamo Diego. Está historia es completamente real. Es una historia pequeña, pero también global, porque se extiende por distintas culturas, desafía fronteras y mentalidades cerradas. Es la historia del sexo, de los hombres y de sus necesidades. Eso que nunca se reconoce en público, pero que todos sabemos que ocurre en privado.

Eso que provoca la vergüenza de un hombre o un muchacho heterosexual, pero también da información clave y profunda sobre lo que somos. Es recordar que bajo la apariencia de un amigo cordial, se esconde un macho con una polla que le aprieta el pantalón, que palpita, y que si la oferta es lo suficientemente clara, su instinto de animal se hará con el control, y usará lo que tiene delante para complacerse.

Un macho es un macho. Pero cuando tenía 15 años, solo sabía que Ismael me excitaba muchísimo. Mi amigo de infancia había cambiado muy rápido, y a sus 15 años su cuerpo se había levantado como una montaña, con hombros amplios y brazos anchos, que moldeaba en el gimnasio del barrio con precocidad. Tenía los ojos de un marrón convencional, pero era difícil reparar en sus ojos cuando se acercaba sin camiseta, con un bello negro incipiente en el pecho y bajo el ombligo, que discurría hasta perderse en su pantalón.

Su cuerpo no era fibroso, si no fuerte y carnoso. Sus facciones suaves seguían líneas igualmente interesantes, dibujando una nariz recta y una mirada afilada, que cubría parcialmente sus ojos y le daba un aire interesante. Aunque ya apuntaba una mandíbula grande, su piel tersa, la ausencia de barba y sus labios de un rojo intenso, recordaban la lozanía temprana de sus 15 años. Sus piernas eran grandes, con unos muslos fuertes cubiertos de un bello fino pero abundante, y unos gemelos igualmente anchos. Ismael estaba orgulloso de sus piernas, y le gustaba mostrarlas. Le gustaba que mirasen sus piernas, y llevar pantalones de deporte algo apretados y cortos.

Yo era más bajito, delgado, pero con curvas y un culo redondo y respingón, aunque no demasiado grande. Tenía el pelo lacio y largo. Habia reparado hace poco en mis atributos traseros, en como algunos chicos me miraban el culo. Ismael fue el primero en hacer comentarios al respecto. Un día, volvíamos de dar una vuelta, y yo apresuré un poco el paso, dejándolo atrás. O quizás fue el quien procuró avanzar algo más lento.

-Tienes culo de tía.

No reaccioné. No dije absolutamente nada. Nos despedimos. Esa noche no pude parar de pensar en ello. ¿Era un piropo? ¿Era un insulto? Instintivamente, comprendí algo. No era ni una cosa ni la otra. Era algo más salvaje, más incontrolable. Era sexo. De alguna manera entendí que era un comentario de macho, de un macho que necesita un culo.

No sabía exactamente cómo verbalizado, pero estaba seguro. Ismael quería mi culo. No me quería a mí. Si hubiera podido evitarlo, nunca me lo habría dicho, pero no podía. Hablaba el animal que era Ismael, el macho, y ese macho quería mi culo.

Pase un tiempo sin verlo. Quizás una semana, quizás un mes. A esa edad el tiempo es extraño. Era verano y no teníamos clase. Nuestras madres quedaban y tomaban café en casa de la otra. Era una costumbre que arrastraban desde nuestra infancia, y aunque ya no éramos para nada unos niños, ellas se esforzaban en disimular que no había cambiado nada. Nosotros nos encerrábamos en el cuarto y jugábamos a videojuegos. Después del café, mi madre y la suya se fueron de compras.

Ismael estaba abierto de piernas, sentado en su cama, y sin camiseta. Su figura habría sido intimidante, si no fuera por su rostro todavía adolescente. Jugaba a un juego de lucha, controlando a una chica, una chica con un buen culo. Desde hacía unos minutos, cuando la golpeaba el contrincante, fingía un gemido y decía, poniendo una voz aguda:

-Ah si. Dame fuerte.

Cuando el personaje caía boca abajo, gritaba con la misma voz:

-¡Por el culo! ¡Ah!

Yo me reía con complicidad, aunque llevaba un rato distraído con mi teléfono. Ismael me ofreció el otro mando.

-Juega.

Le obedecí. Cada uno elegió un jugador. Él escogió a un hombre gigantesco y con pelo en el pecho. Yo escogí a la chica con el culo grande y redondo. Comenzamos a jugar. Su personaje me derribó, y casi sin darme cuenta le imité, use una voz femenina que era mucho más convincente que la suya, y dije:

-¡Ah! Dame fuerte.

Ismael cambio su semblante. Siguió jugando, pero en su rostro no había rastro de jovialidad. No sabía exactamente que estaba pasando, pero de nuevo tuve esa intuición sobre mi amigo, como el día en que me dijo que tenía culo de chica. Algo había cambiado en ese instante. Cuando su personaje me derribó, dije con una voz aún más aguda y femenina:

-¡Ah! ¡Dame por culo!

Ismael se puso aun más serio. Miraba fijamente al juego, pero parecía más distraído que nunca. Noté su respiración agitada. Su personaje me venció. La chica gritó. Calló al suelo. Me puse a cuatro patas. Llevaba un pantalón corto, de deporte, ceñido. Arqueé la espalda, levante el culo y dije con voz de chica:

-¡Ah! ¡Usa mi culo!

No era lo que quería decir. Aquello no era una repetición de las palabras de mi amigo. Fue algo casi animal. Y la reacción de mi amigo fue impactante. Pausó la partida, resopló como un caballo y su semblante casi adoptó un carácter violento. Me miraba el culo, y yo, todavía a cuatro patas, le miraba a él.

El sonido de la puerta del apartamento nos sacó del ensimismamiento. Me incorporé rápidamente. Ismael, sin embargo, siguió mirándome. Era una fijación primitiva, casi depredadora. Sentí algo parecido a miedo, mezclado con una excitación que me recorrió el vientre.

Mi madre llamó a la puerta y asomo la cabeza.

-Tú que haces. Te quedas o te vas.
Ismael me miró. Había inquietud en sus ojos. Dudé.

-¿Te quedas no?- se adelantó a decir mi amigo.

-Pero vuelves o vas a dormir aquí – continuó mi madre, como si el comentario de Ismael fuese suficiente para conocer mi voluntad.

-Me quedo a dormir.

-Háblalo con la madre de Ismael.

-¡Está bien! Puede quedarse- se oyó decir a la madre desde el pasillo.

-Pues nada. Pasadlo bien. Tampoco os durmáis muy tarde.

Las horas siguientes estuvieron marcadas por una normalidad que parecía artificial. Estoy seguro de que los dos sentíamos algo parecido, como si todo lo que haciamos fuese interpretar un papel. No jugábamos a un videojuego, fingiamos jugar. No cenábamos, masticabamos de manera automática. Mientras, reproduciamos, en nuestras cabezas ese instante de tensión sexual casi animal que habíamos tenido durante la tarde.

La madre de Ismael entró en la habitación y nos avisó de que iba a acostarse. Hacia poco que había llegado su padre, que trabajaba hasta tarde. Nos pidió que hablásemos mas bajo si queríamos seguir despiertos. El silencio se impuso poco a poco, como una sabana mágica que terminó de hacer evidente el hechizo hormonal que nos había poseído. Casi parecía que nos podíamos leer el pensamiento. Ismael se incorporó, solía dormir en calzoncillos, y un día caluroso como aquel, no iba a ser una excepcion. Como si se tratase de una rutina sin importancia, se bajó el pantalón. Yo hice lo mismo, pero de una manera diferente. Procurando que me viese, y dándole la espalda. Feminicé el proceso todo lo que pude, poniendo el culo en pompa y arrastrando mi ropa interior un poco más de la cuenta, de manera que casi la mitad de mis nalgas quedaron al descubierto. Fingí absoluta normalidad. Nos metimos en la cama y apagamos la luz.

Pasaron los minutos. Yo le daba la espalda, acercándole mi culo. Ismael se movió varias veces, en lo que parecía un intento por acomodarse, pero a cada movimiento notaba su peso más cerca de mi lado de la cama. Una sabana finísima era lo único que nos tapaba. Yo hice varios movimientos también, fingiendo que me acomodaba, pero aproveché para bajarme el calzoncillo casi por completo. En otro gesto, aparté la sábana revelando mi culo. Aunque no podía verle, sabía que Ismael tenía esa mirada fija de macho que había presenciado está tarde.

Pasaron unos 10 minutos. Quizás más. Quizás mucho menos. El tiempo no tenía sentido en aquella espera, ahora que los dos éramos animales hambrientos del otro. Noté que algo rozaba mi culo. Era su mano. Me sorprendía su disimulo. ¿Quizás pensaba que no me había dado cuenta de su actitud todavía? Empuje mi culo hacia él, y su mano quedó entre la cama y mis nalgas. Sentía un nervio electrizante, y el corazón me palpitaba. Ismael apartó la mano. ¿Se había arrepentido? El siguiente sonido me costó identificarlo. Un sonido acuoso. Cuando sentí los dedos de Ismael en mi ano, entendí que se los acababa de meter en la boca. Me estaba lubricando el culo. Sus dedos buscaban mi agujero, preparándolo como en los vídeos porno que los dos habíamos visto.

Esta vez lo oí escupir en su mano, y volvió a mojarme el culo. Un dedo me sondeaba el ano como más intensidad. En algún momento, metió el dedo por mi culo. Su dedo entraba y salía, y a veces investigaba el interior de mi ano. Sentí una presión placentera. Mi polla no podía estar más dura. Ismael intentó meter dos dedos esta vez. Sentí como mi ano se resistía, pero entraron. Volvió a hacer lo mismo, los metía, los sacaba y los movía dentro de mi culo.

Los sacó. Nos quedamos muy quietos. Ninguno de los dos se movió durante unos segundos que parecían eternos. El corazón me latía tan fuerte que me parecía que Ismael podía oírlo. Quise que controlar mis latidos, sin éxito. Ismael volvió a escupirse la mano. Esta vez sus dedos entraron en mi culo varias veces con rapidez. Lo siguiente que note era bastante más grueso que sus dedos. ¿Era su polla? No podia creerlo. Mi amigo Ismael buscaba mi ano con su polla. Estaba como una roca. No acertaba a ponerla en mi agujero. Después de varios intentos, le agarré la polla con la mano y la lleve hasta mi ano, disipando cualquier duda sobre mi implicación en todo el proceso. Aquello pareció gustarle, note una ráfaga en mi nuca, como el resoplido de una bestia. Empujó, y la cabeza de su polla se hundió en mi culo. Mi ano se cerraba sobre su pene con fuerza, parecía que intentará expulsar a un polizonte que no debía estar ahí. Ismael empujó más y note una punzada descomunal de dolor.

-Dios, sácala, sácala…

Ismael sacó la polla de mi ano apretado. Su actitud cambió al instante.

-Diego, ¿Estás bien?

Me escupí la mano, y le lubriqué la polla. Aquello le encantó, y comenzó a mover la pelvis. Acerqué mi culo de nuevo.

-Espera. Mejor así- dijo.

Aún estábamos de perfil sobre la cama, yo con el culo en pompa. Se incorporó y se puso de rodillas. Me dirigió para levantar mi culo, sujetándome la cintura. Terminé a cuatro patas. La sábana ya no nos cubría a ninguno de los dos. Empujó de nuevo sobre mi ano. Cuando la cabeza volvió a estar dentro de mi culo, le pedí, de nuevo, que la sacase, pero está vez me ignoró. Se quedó quieto unos instantes, y luego empezó a dar pequeños empujoncitos. Estuvimos así un buen rato. Él daba resoplidos, me apretaba el culo con sus manos. La polla fue penetrándome poco poco, hasta que noté sus muslos empujando mi culo. Tenía la polla de mi amigo metida hasta el fondo. Resopló como un caballo y dijo en voz baja:

-Puta.

Aquella palabra resonó con fuerza en mi cerebro. No era capaz de entenderlo del todo. Era como si aquel momento fuese para lo que había nacido. Ismael sacó un poco la polla y volvió a empujar hasta el fondo.

-Puta- dijo de nuevo.

La palabra volvió a hipnotizarme. Sí, estaba seguro. Era su puta. Otra vez volvió a sacarla, un poco más, y me la metió, de nuevo, hasta el fondo.

-Puto maricón.

Aquello fue diferente. ¿Era un insulto? ¿Ismael me estaba insultando? Pero lo que de verdad me impactó fue mi reacción. No sólo me disgustó en absoluto. De nuevo, otra embestida.

-Puta maricona. Toma polla.

Quizás fuera un insulto. Pero era algo más. De nuevo, esa intuición. Estábamos en un juego animal. Era sexo. Ismael ya no era mi amigo, era el macho que había estado contenido todo este tiempo. ¿Y que era yo? Su puta. Sí. No tenía ninguna duda. Ismael me empotraba más rápido. Aunque intentábamos no hacer ruido, en el silencio, podía oirse el golpear de sus piernas con las mías. Siguió así, hasta que su ritmo comenzó a cambiar. Unas embestidas mas fuertes. Me apretaba la cintura hasta hacerme daño.

-Perra, maricona, toma leche puta. Ahhhh.

La última embestida hizo ruido. Claramente. Me preocupé un instante. Pero solo un instante. Había demasiado en lo que estat atento; la respiración de Ismael en mi nuca, sus manos fuertes agarrándome, sus pelvis empujándome, su polla descargando semen en mi culo. Ismael sacó su polla de mi ano. Noté su leche caerme por las piernas. Estábamos agotados. Pero yo no me había corrido. Nos echamos en la cama, Ismael se dio la vuelta, como si hubiese perdido por completo el interés. No tarde mucho en oír su respiración acompasada. Se había quedado dormido. Mi culo estaba mojado de semen, y yo seguía empalmado. Comencé a pajearme con disimulo. Recogí su leche de mi culo y me la llevé a la boca. Exploté en chorros de semen. Nunca me había corrido así. Me dormí, agotado.

¡Comenta! (No es necesario registrarse, solo escribe el comentario y da ENVIAR)

error: ¡Hey! Jálatela, no te los lleves.