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Con desconocidos en el cine

Era un abril de hace algunos años y hoy tenía la oportunidad de ver mi primera porno. Atrás había quedado el chico descalzo que se inició con sus hermanos. Esta vez era un adulto con todas las de ley.
He aquí mi historia

Era de la primeras vez que iba a un cine a ver una película porno, cabe aclarar que en aquella época no había internet y ver ese tipo de material sexual era un privilegio que solo los que teníamos 18 podíamos tener.

Hoy precisamente había obtenido mi documento de mayoría de edad y que mejor manera que hacer uso de lo que ley me permitía. Sexo había tenido a montones, la mayoría de veces con mis hermanos.

Algo que había creado en mi una especie de discapacidad sexual, dicho de otra manera, me había acostumbrado a tener sexo sin que yo tuviera que pedirlo. Para mí todo había sido a manera de juego, era tímido al exceso, tanto que había tenido novias y únicamente a una me había cogido a un par de ellas y porque prácticamente ellas habían tomado la iniciativa.

Pero hoy ahí estaba, sentado con la mirada fija en la pantalla viendo como una rubia de cuerpo perfecto le mamaba esa enorme verga al tipo que supuestamente era su papa (Incesto tenía que ser).
Suspiraba como si aquello le causara el mayor gozo de su vida.
El brillo de sus ojos era de alguien que disfrutaba chupando aquella tranca.
Mmmmm mmmmm mmmmm gemía la rubia de tetas grandes y coño roza.

Si.
Ahora era su padre quien la tenía totalmente abierta chupándole ese chocho que debía saber divino.
Le mordisqueaba el clitoris sabrosamente, le relamía toda la cavidad de su vulva haciendo que el no parara de decir YEES YEES YEES, OOOH MAY GAD OOOH MAY GAD.

Inevitable era que mi pito no se excitara.
Estaba al tope.
Porque aunque había visto más de algún video antes, era diferente.
La imagen más grande y el sonido mismo de la rubia era algo para no se obviado por mi cerebro.
Ahí estaba con la verga al full y deseando primeramente ser yo el que estuviera a punto de coger a aquella belleza, aunque también me recordó los muchos polvos que habíamos echado con mi hermana e igual me imaginé que ella fuera la que estuviera ahí para chuparme la verga.

No perdí detalle al momento que la rubia fue empalada por aquella rica verga (Léase que hasta la llame rica, tal era el caso que sentí que era yo quien la cogia).
Se la trago toda, de una vez.
Había sido ella la que poco a poco se había dejado caer sentada en aquella estaca que me imaginé le llegaría hasta las tripas, el abajo la rubia encima, de frente, mirándose con lujuria, suspirando, ignorantes que con sus actos me tenían ya con mi pene en la mano fantaseando, jalándomelo mientras miraba a los lados con el fin de pasar inadvertido y que no fueran a darse cuenta los otros que estaban viendo la película.

Entre la oscuridad podía ver que éramos unas 20 personas en una sala con capacidad para unas 300.
A mi izquierda el más cercano, un señor que parecía tan absorto en la película que supuse jamás se daría cuenta.
Tres filas abajo una pareja hombre mujer, igual, concentrados en aquella rubia que seguía comiendo polla.
La mayoría estaban atrás de mi, pero lo suficiente lejos para animarme a sacarme de una vez la reata y con mi mano derecha empezara a masturbarme imaginando que era yo el que llenaba ese rosado chocho, que era yo el que estaba agarrado a sus caderas y se la metía hasta el fondo, el que la hacía gritar una y otra vez YES YES OH MY GAD.

Me sentí correr.
Supe que había llegado el momento, mi verga estaba hinchada, gruesa a todo lo que da.
Podía sentir mi olor a sexo.
La rubia y el padre parecían también estar llegando al orgasmo, sentí que si acaba ahora sería como echarle dentro todo mi semen.
Acelere mis movimiento, apretando mi pene para así sentir el estrecho chocho que estaba a punto de llenar de leche.
Como precaución gire mi vista en busca de curiosos, no fuera que me descubrieran y creyeran que era un degenerado o un enfermo sexual.

Lo vi venir.
Era un hombre entre las butacas en dirección hacia dónde yo estaba.
Tanteaba una a una como si aún no se acostumbra a la oscuridad, dándome tiempo para que pudiera esconder mi verga y abrochar mis pantalones.
Me dolían los huevos.
Perdón – dijo – ¿Esta ocupado este asiento- 

Había chocado con mi pierna y seguía tocando como si buscara donde sentarse.

– No
– ¿Puedo sentarme?
– Si – dije mientras maldecía mi suerte- A quien carajos se ocurre llegar cuando estaba a punto de deslecharme.

– ¿Hace mucho empezó la película? 
– Unos 15 minutos.

La rubia había acabado, sus ojos lujuriosos parecían decirme que me lo había perdido.
Que por esta vez tenía que conformarme con casi haberle llenado la vagina de semen.
Que debía quedarme con mi dolor de huevos y mi verga destilando gotitas de líquido ore seminal.

– Son buenas estas películas – escuché decir al hombre que había interrumpido mi fantasía –
– Ajá 
– ¿Viene muy seguido?
– No
– Yo tampoco – dijo de una forma que casi me hizo decirle que no estaba ahí para platicar.
Que había ido a ver coger, aunque ahora lo que quería era una paja.
Me seguían doliendo los huevos.

– ¿Se excita usted?

Y como si no necesitará respuesta una vez más pregunto:
– Si quiere se la mamo.

– No – dije 
– ¿Porque? ¿Nunca se la han mamado? 

Ante mi silencio otra vez: 
– Déjeme mamarsela.
De seguro la tiene grande.
Déjeme hacerle que se sienta en la gloria.

Quizá ya había cedido.
Quizá el saber que la rubia hoy no sería mía había sido factor determinante.
También mi verga quería desahogarse.
Lo deje tantear hasta que llegó a ella, la sobo por encima de mi pantalones.
Parecía adivinar cuán grande era o quizá solo estuviera midiendo mi grado de excitación.
El caso es que tomo mi verga entre sus manos y deslizándose en su butaca empezó a chupetear el glande, sorbiendo mis líquidos hasta hacerme reclinar mi cabeza y hacerme olvidar a la rubia de la película.

De hecho ya había comenzado otra escena.
Ahora era una negra culona quien se masturbaba dejando ver un enorme chocho hambriento de polla, pero aquel hombre chupaba tal que era capaz de evitar que pudiera concentrarme en otra cosa que no fuera en el gusto que me daba.
Se la tragaba toda, los 17 cm.
Tenía su boca caliente como la mejor vulva que pudiera fantasear, suspiraba deliciosamente, excitado y complacido.
Me hacía sentir que nada importaba ahora, sino darme placer.
La verdad me hacía sentir en un estado de excitación igual o más que si estuviera con la rubia.

Me había desabrochado los pantalones y bajado hasta los tobillos.
El se había colocado en medio y engullía una y otra vez mi pene cómo si fuera lo mejor que hubiera tenido en su vida, subía y bajaba.
Respirando agitado, gimiendo como si mamar mi reata le diera un placer que no podía contener.
Se engolosino con mis huevos, se metía las bolas apretándolas de una manera que me hacía cerrar los ojos y creer que esto era el paraíso.
Era algo que si bien mi hermana lo había hecho, era distinto, era perverso, era algo que no tenía comparación.

Con una mano afianzada al tronco como si creyese que iba a escaparme, sentí que empezó a besarme el estomago hasta llegar a mis tetitas, luego bajo para otra vez mamar mi verga.

– Regálame tu leche – dijo – Quiero que acabes y me llenes toda la boca.

No le conteste.
Estaba demasiado ocupado en sentir el placer que me daba, además era obvio que era cuestión de unas mamadas más y me corriera.

La negra seguía en su haber, dándose dedo, frotándose el clitoris, gimiendo y moviendo sus caderas.
Toda ella inspiraba deseo de follarla, de quitarle esas ganas de verga que parecía tener, porque se adivinaba que necesitaba una buena polla.
Una grande, gruesa, algo que le llenara ese chocho de color oscuro y que parecía haberse tragado a los más vergudos de su raza.

Quise imaginar que era yo quien podía satisfacerla, quise pensar que era yo quien le provocaba aquellos gemidos.
Cerré los ojos y culie como si en verdad follara aquella vulva, pero no podía ignorar la mamada que me estaban dando.
Ver su cabeza frente a mis ojos bajando y subiendo hizo que la negra pasara a segundo plano, que ahora fuera a el a quien le tomará de los pelos y lo culiara una y otra vez, que hiciera que incluso se atragantara y tosiera con el riesgo de que alguien pudiera vernos en plena follada oral.
Me descargue en sendos chorros, seis o siete, sentí que el cuerpo me fallaba, las piernas se me aflojaron, mi respiración llego al limite.
Sentí que parte de mi se iba en esa garganta, fue una acabada bestial.

El tiempo pareció correr rápido, la escena de la negra masturbándose paso.
Yo acomodé mis pantalones y mi desconocido “amigo” se fue tras un: gracias, que rica acabada.
Espero verte otra vez.

Siguieron un par de escenas más y aunque me resultó excitante y me paro la verga no podía dejar de pensar en lo rico que me había mamado aquel desconocido.

Supe que regresaría a aquel lugar.

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