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Mi compañero seminarista

 Todo era silencio. Sólo se oía en mi habitación el tic tac de mi reloj despertador, innecesario, porque siempre me espabilaban las campanas grabadas de San Pedro, o algún coro…

Mi compañero seminarista

La noche de domingo yo veía que mi compañero iba mucho al baño y solo se la pasaba en el teléfono así que le escribí «Échale menos saliva para que no se escuche que te la estas jalando”.

En el convento

Comenzamos a quitarnos la ropa, entre besos, mordidas y caricias. Me acostó y se subió hasta mi pecho, y me puso en la cara su verga que le medía fácil 19 cm y era muy gruesa, recta.

error: ¡Hey! Jálatela, no te los lleves.