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Aprendí a mamar en los baños de la secundaria

En el verano entre 1o y 2o de secundaria visitaba con frecuencia la casa de mi amigo Marcelo, compañero de mi salón. Un chaval alto y desgarbado, de cabello rubio, delgado de piernas largas y una verga hermosa completamente blanca y larga, de unos 17 o 18 centímetros.

El caso es que en los últimos dos meses del 1o de secundaria comenzamos a tener sexo, él era el activo y yo su putito de confianza. Cuando interactuabamos con el resto del salón el trato era normal, de compañeros y amigos. Pero cuando yo tenía el culo al aire o él la verga de fuera, me llamaba «mi putito» y le encantaba preñarme dos y hasta tres veces por cogida una o dos veces por semana.

Recién regresamos a clases en 2o de secundaria comenzó a pedirme que se la mamara en la escuela. Todos los días en cada descanso insistía en que lo acompañara al baño y ahí me pondría a mamar, pero con tanto chaval de descanso, la entrada y salida de alumnos del baño era interminable y mas allá de unas cuantas mamadas no pasaba. Para complicar mas todo, a mi madre le dio por ir a recogerme a la salida y no había tiempo de ir a su casa después de clases para la sesión de verga necesaria.

En uno de esos días en que tuvimos periodo sin clase me convenció de irnos al otro edificio, que era el de preparatoria. La escuela tenía dos edificios, el de Secundaria y el de Preparatoria, unidos por un patio grande de cemento. Cada edificio era una casona vieja de dos pisos que tenía sus escaleras principales y escaleras de servicio con muchos rincones oscuros, cuartos sin llave y lugares privados para los jóvenes cachondos.

Descubrimos que a esa hora todos los mayores estaban clase y el baño estaba solo. Así que nos metimos al excusado mas alejado de la puerta, me senté en la taza y el se paró frente a mi con su hermosa verga de fuera.
Comencé a mamar como le gustaba, mamadas largas y no tan rápido, y garganta profunda cada 5 o 6 mamadas. Se retorcía de placer y repetía «Así, que rico chupas verga putito». Con tanto tiempo de no mamársela no duró mucho, en dos o tres minutos me llenó garganta y boca de leche.
Se acomodó la ropa y me preguntó «cómo salimos?» y le dije «sal tú primero y salgo en unos minutos, te veo en el salón».
Escuché sus pasos alejarse por el pasillo y una puerta en el baño que se abría, ¿nos escucharon? ¿nos vieron? Y si, efectivamente. Se abrió mi puerta y apareció un alumno de preparatoria, 16 o 17 años. Era alto, moreno y mal encarado, fornido y de cabello corto.
Se metió a mi cubículo sin preguntar, cerró la puerta detrás de él y se sacó la verga, no muy grande pero de buen tamaño. Morena y peluda, con prepucio y dura. Sin decir nada me jaló hacia él y me puso a mamar. Yo simplemente me dejé llevar. «Que rico la mamas putito» me dijo y siguió dándome verga unos minutos hasta que me dio leche, mucha leche, mas que Marcelo.
Antes de irse me dijo «Espera 3 minutos y te vas». Salió del baño y esperé, cuando pasaron los 3 minutos me levanté y salí del baño. Me regresé a mi salón como si nada, Marcelo me dijo «donde andas wey, te tardaste un huevo!»
Así comenzó la rutina, en hora libre nos íbamos al baño de prepa en el sótano, se la mamaba y me daba leche. Si andaba muy caliente me hacia ponerme en cuatro sobre la taza y ahí me cogía duro hasta llenarme de leche. Me encantaba la verga de Marcelo, sus besos, sus caricias y toda la experiencia con él, lo que mas me gustaba es que me daba cuenta que a él le fascinada mi culo.
Lo que no supo fue que en poco tiempo me hice de clientela adicional en ese baño. Tan pronto como salía Marcelo seguía otro, luego otro, luego otro y así hasta que sonaba el timbre del descanso. A veces tardaban en llegar y yo me quedaba sentado pacientemente esperando por una verga que mamar, solo un par de chavos se atrevieron a cogerme en el baño aparte de Marcelo. Los demás solo iban por una mamada y listo. Pero en un buen día llegaba a tragarme 5 o 6 leches diferentes y yo encantado de la vida.

error: ¡Hey! Jálatela, no te los lleves.