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Por no llegar tarde me metí a bañar con mi tío

La mañana casi se hacía tarde y la gastaba en la plaza con los amigos del barrio jugando al futbol, todos adolescentes pubertos iniciando con los calores de las hormonas. Mediaba el mes de abril, ventosos y soleados días lo caracterizan. Tenía clase por la tarde y hedía a sudor y adrenalina. Con poco tiempo para alistarme y comer corrí a la casa. Entré directo a la habitación a alistar el uniforme y prepararme a darme una ducha y cumplir horarios. Listo para el baño diario me acerco a él y encuentro la puerta cerrada y ruido de agua corriendo que me decía estaba ocupado. Toco la puerta y pregunto quién estaba dentro y desde el interior, una voz harta conocida, la de mi tío, que por esos días vivía en casa ya que estudiaba en un colegio nocturno. Un campesino divertido y dedicado a la tierra, rondaba los 29 años, yo los 12, inocente como un niño, fuerte como un roble y bueno como el pan. De mis tíos favoritos. Con una novia tan buena como él, próximos a casarse. Y me dice:

-Estoy bañándome y acabo de entrar, a lo cual replico…
-Voy para el colegio y se me hace tarde, dejame entrar, me ducho rápido y luego vas vos! Y me replica:
-Ya me enjaboné.
-Dejame, voy para examen y no puedo llegar tarde.
-No puedo salir así.
-Tons me baño con vos, con toda inocencia y naturalidad para mí ya que estaba acostumbrado a ducharme en el colegio con otros hombres, mis compañeros, luego de Educación Física y en las duchas de los balnearios.

Se hizo un silencio que yo interrumpí y le supliqué me abriera, que además me estaba orinando.

Luego de varias súplicas e insistencia hasta el cansancio, de mi parte, accedió. Me abrió la puerta colocándose detrás de ella desnudo, entré rápido, sin mirarlo, y él hizo lo mismo a la pileta donde corría el agua dejando medio cerrada la cortina que no dejaba salpicara el agua afuera. Para mí y hasta ese momento todo resultaba normal, me quitaba la ropa con prisa; primero la camisa, la pantaloneta después, me dejé el bóxer y andaba descalzo. Mientras me agaché a quitarme la panta de entre la cortina medio abierta y miré, por primera ves, aunque no se crea, el cuerpo desnudo de un adulto, girado casi de frente. Yo aún estaba en desarrollo, era delgado, el cuerpo se definía apenas, un niño con aspiraciones a ser hombre, un miembro aún pequeño sin ser ya de niño, unos bellos en mi pelvis, eran escasos y unos testículos en proporsión a mi edad y desarrollo. Él sin embargo, le observé una espalda ancha, musculosa; unos brazos de hierro perfectamente formados por el poder que se necesita al trabajar al campo, sus piernas perfectamente definidas, musculosas y velludas, su piel blanca, lisa y limpia por nunca ser expuesta al sol; ante esta imagen me paralicé y me ruboricé ante la idea de mostrar mi cuerpo desnudo, al que hasta ese momento creía perfecto ya que los cuerpos con los que lo comparaba eran mis amigos, mis compañeros que estaban en las mismas condiciones y edad que el mío y que lo mostrábamos con frecuencia rajando de cada cambio y avance en nuestro desarrollo. Cosas normales entre adolecentes. Pero ni la situación ni mis expectativas del cómo sería cuando fuera grande superaban lo que tenía a mi vista.

Él estaba paralizado del miedo o la pena porque juro jamás había estado en la situación en la que lo puse, creo jamás se había mostrado desnudo ante nadie, el recato campesino y mi descaro en la propuesta, que repito fue espontánea, natural y sin planear le había llevado a aceptar. No hubo tiempo ni argumentos para negarse.

Luego del impacto de estos primeros minutos me decidí a entrar a la ducha, no sin sentir pena y en bóxer. El espacio era pequeño cabíamos apenas, un espacio que aunque se quisiera, cualquier movimiento de cualquiera no podría evitarse el roce, más las acciones necesarias y obligatorias de quién estaría bajo la regadera para enjabonarse y luego eliminar el jabón.

Esos dos pasos, de pasar de un lado a otro me obligó a tomarlo por la cintura para correrlo un poco y que los dos cupiéramos en el espacio, hizo que se estremeciera sin disimulo y yo sentir un choque eléctrico en mis manos al sentir la piel húmeda y lisa de mí tío que me hizo tomarme el tiempo, en instantes de mirarlo a la cara y recorrer con mis ojos desde ahí hasta sus pies, no quería perder la oportunidad de mirarlo por completo; no sabía si la oportunidad se diera de nuevo. Él por su parte, con timidez se hizo a un lado y se posicionó de frente, ante mí y de nuevo me paralicé al ver su pecho fuerte, bien formado como de gladiador, bajé mi mirada al su vientre poblado de bello desde el ombligo y hasta la base de su miembro que se convertía y se mostraba como una selva oscura, virgen, de pelos al natural desde donde sobresalía un miembro, que aunque flácido mucho más grande que el mío y al cual me tomé el tiempo de admirarlo so la mirada asustada y apenada de mi tío. Luego miré sus testículos, unas bolas grandes y colgantes cubiertas de pelos también. Ambos en un tenso silencio por un instante, el cuál se interrumpió cuando me dijo:
-Apúrese que se le hace tarde. Y yo le dije que tenía razón y me coloqué frente a él de espaldas y bajo el chorro de agua que pronto me mojó el cuerpo y me hizo notar que aún llevaba el bóxer que se adhería a mi cuerpo por el agua y dejaba ver la forma y tamaño de mi pene. Me dispuse a quitármelo, mi cuerpo rozó el de él al inclinarme para terminar la acción y lo puse a un lado. Me enjaboné y me dí la vuelta para mojar mi espalda, quedando frente a frente con las formas completas en toda su dimensión del cuerpo desnudo de mi tío. Lo miré sin disimulo, yo soy muy extrovertido y se sonrojó al no saber cómo salir del momento incómodo, me relajé y descaradamente, para disimular mi nerviosismo también le dije:
-Uy tío, así seré cuando sea más grande? A lo que me replicó:
-Grande cómo? si sos casi de mi tamaño, refiriéndose a la estatura. A lo que le respondí:
-No así de grande el pene y con tantos pelos. A lo cual agregó: Seguro, no falta mucho pero deje de preguntar esas cosas y apúrese. Le seguí mirando y le dije mirara el mío y si le parecía bien; se sonrojó, miró y dijo que sí, que lo tenía igual como cuando él tenía mi edad y observé que miraba fijo y me causó exitación su mirada curiosa a lo cual le pregunté:
-Habías visto a un hombre desnudo antes? Te has duchado con otra persona antes y me dijo que no. Que le era raro e incómodo a lo que repliqué calmándolo; Tranquilo ambos somos hombres y tenemos lo mismo. No hay nada de malo en eso. Y le propuse que la viera con atención y me dijera si había algo malo en mi miembro. Sin mirarme a la cara y al ver fijo, con insistencia mi miembro hizo que se me moviera y me creciera un poco, yo le miré el suyo y noté que se ponía dura y le creció un poco, eso me causó calor, placer y morbo al mismo tiempo, me dí la vuelta como para terminar de ducharme y acerqué mi cuerpo al suyo, tanto que su pene tocaba mi cuerpo, se inmovilizó, se quedó quieto y sentí que le palpitaba, le crecía y se lo hice saber. Me comentó que era normal cuando se bañaba y que le daba pena lo viera en esa posición a lo que le hice ver que no me importaba y le mostré el mío exitado y duro también. Lo miró de reojo y yo el de él directo, temblaba y yo igual, tratando de disimularlo y no soporté. Le pregunté si podía tocarlo y no dijo que no, evadió mi propuesta diciendo que si llegaba mi mamá, su hermana, sería raro nos encontrara juntos en la ducha a lo que respondí que vendría tarde y estábamos solos. Sus palabras me decían que de haber obstáculo si podría entonces insistí.

Nadie me ha tocado ahí, no es de hombres, es raro y le dije que era mi tío y teníamos confianza. Y le repetí mi propuesta casi al mismo tiempo, sin esperar respuesta alargaba mi mano y la agarré. Temblaba más pero no me rechazó y su miembro, tan viril como él, creció desproporcionadamente al tamaño que tenía cuando lo ví y entré al baño. Le palpitaba, se endurecía y se levantaba con fuerza golpéandose contra su vientre. Apreté mi mano y le acaricié, deslizándola de atrás hacia adelante aprovechando la lubricación que me prestaba el jabón, le dije hiciera lo mismo conmigo, inmóvil sin decir palabra tomé la iniciativa, su mano y la acerqué a mi miembro ya completamente erecto y con un tamaño desconocido para mí. Él dejó su silencio y replicó que era casi tan grande como el de él, lo cual me hizo sentir muy bien y me dio confianza para relajarme y disfrutar el momento y la extraña circunstancia.

Él me acariciaba tímidamente como un niño que hace una travesura y eso me hizo sentir más emoción, yo conducía la primera vez de alguien, no era mi primera vez ya que con mis amigos bromeábamos, nos tocábamos en las duchas pero no con estas intenciones nuevas para mí y supe que para mi tío igual.

De haber llegado hasta ahí me dí la libertad de tocar su cuerpo, recorrí con mis manos sus caderas, sus piernas, su espalda y su pecho; reservé su trasero que ya había observado perfectamente moldeado, para al final y así lo hice: cubierto de un bellito suave, sus formas redondas, duras lo acaricié con ambas manos, deslicé mi mano por el medio hasta sentir su profundidad, sus nalgas aprisionaban mis dedos con fuerza, la sensación de tibieza y de conquistador de tierras vírgenes hizo que mi emoción llegara hasta el éxtasis. Él me dejó a la libre y tímidamente pretendía hacer lo mismo, le permití su torpeza y su curiosidad de niño grande de tocar un cuerpo ajeno, con miedo y con ganas. Libremente me acarició hasta que su emoción lo hizo abrazarme y estallar en una locura de pasión de hombre, tomó mi cara con ambas manos, acercó la suya, cerró los ojos y me besó. Nunca antes había besado a nadie, con esa fuerza, con esa sensación de nuevo y desconocido dejándome llevar, sentí orgullo y placer de que fuera con él, sentir esa liberación de locura e inconciencia rayada en pasión. Perdimos la razón y nos quitamos las ganas. Llegamos hasta explotar en fluidos bañándonos uno a otro con lo más íntimo y reservado de cada uno hasta cansarnos y vaciar nuestras entrañas. 

Terminamos de ducharnos abrazados fuertemente piel con piel, nos secamos la humedad uno al otro y salimos desnudos a sabiendas que nadie había en casa. Lo vi vestirse y él a mí, como si fuera costumbre, nos mirábamos con unas sonrisillas cómplices, lo abracé y me marché dejándolo a él, a mi tío a medio vestir con una mirada de no entender lo sucedido y esforzándose por creer que sólo fue un sueño o una jugarreta de su imaginación.

No volvió a pasar, no sé si por falta de oportunidad o deseo de no ensuciar una primera vez con una segunda y conservar el recuerdo para siempre de saber que todos estamos sujetos a dejarnos que la vida nos sorprenda y nos dejamos llevar.

error: ¡Hey! Jálatela, no te los lleves.